«Ahora», de Gloria Fuertes

A los poemas de Gloria Fuertes (Madrid, 1917-Madrid, 1998), «stajanovista del verso», que ya he ido poniendo aquí —«Pena de vida», «Quijote y Sancha», «Por la Mancha», «El ángel de Belén que vino en helicóptero», «Ya está el niño en el portal» y «El camello cojito (Auto de los Reyes Magos)» — añado hoy «Ahora», de su volumen recopilatorio «… que estás en la tierra…», que incluye una curiosa y enigmática (al menos para mí…) alusión a la actriz Eloísa Muro como autora del Quijote. Dice así:

usano de seda

Ahora, voy a contaros
cómo fue que los gusanos
que mantenía con hojas de morera
en una caja vacía de jabón,
se me convirtieron
en bolas alargadas de colores,
y cómo después yo los vi
transfigurarse en mariposas,
y esto sucedió porque era mayo sólo
y los insectos son así de mágicos.

Luego os contaré
de como Eloísa Muro[1],
cuarta querida de Cervantes,
fue la que escribió el Quijote[2].

Porque yo, tan mínima, sé tantas cosas,
y mi cuerpo es un ojo sin fin
con el que para mi desventura veo todo[3].


[1] Eloísa Muro (Madrid, 1896-Madrid, 1979) fue una actriz, sobre todo de teatro, que llegó a ser primera actriz del Teatro de la Comedia y después del Teatro Infanta Isabel. Uno de sus mayores éxitos fue el estreno, en 1926, de Los extremeños se tocan, de Pedro Muñoz Seca. Fue hija del actor César Muro, estuvo casada con el actor Bernardo Jambrina y, fruto de su relación con el actor Mariano Asquerino, nació María Asquerino, también actriz. En el original figura «Eloisa», sin tilde; se la restituyo.

[2] Sin cursiva en el original.

[3] Gloria Fuertes, «… que estás en la tierra…», Barcelona, Jaime Salinas Editor, 1962, p. 36.

«Pena de vida», de Gloria Fuertes

De esa «mujer de verso en pecho» que fue Gloria Fuertes (Madrid, 1917-Madrid, 1998) han entrado ya en el blog un par de recreaciones quijotescas («Quijote y Sancha» y «Por la Mancha») y algunas composiciones navideñas como «El ángel de Belén que vino en helicóptero», «Ya está el niño en el portal» y «El camello cojito (Auto de los Reyes Magos)». Vaya para hoy su poema «Pena de vida» de su poemario «… que estás en la tierra…»:

Amor y vida

Pena de vida tiene aquel que nace
por no sé qué delito que habrá hecho,
pena de muerte tiene el que, derecho,
lo mal hecho deshace.

Pena, más pena tiene el que lo sabe
y, acompañado, solo va a morirse;
pena, más pena cuando quiere irse
el que en tu casa cabe.

Y no hay sereno, no, que tenga llave
para abrirte una noche la alegría,
y ni la mano amiga va y te fía
cuando el casero Muerte te desahucia.

Es necesaria mucha, mucha audacia
para ser cosa tuya siendo mía.
Pena de muerte tiene aquel que nace,
y tan sólo el amor pena de vida[1].


[1] Gloria Fuertes, «… que estás en la tierra…», Barcelona, Jaime Salinas Editor, 1962, p. 87.

Un soneto de Josefina de la Torre: «Cuando veo mi imagen reflejada…»

De Josefina de la Torre (1907-2002), poeta canaria de la Generación del 27, he traído al blog estos días sus poemas «¡Gritar, gritar a la luna…», «¡Cómo temblaban mis labios…» y «Qué repetido deseo…». A su poemario Medida del tiempo (inédito hasta 1989) pertenece este soneto, de tono dolorido y gran fuerza expresiva:

José Gutiérrez Solana, [Mujer ante el espejo] (1963). Calcografía Nacional (Madrid), núm. de inventario: E-6724.
José Gutiérrez Solana, [Mujer ante el espejo] (1963). Calcografía Nacional (Madrid), núm. de inventario: E-6724.

Cuando veo mi imagen reflejada
en la luna impasible del espejo,
siento cómo me duele su reflejo
tan fiel a mi verdad enajenada.

Esta forma que late y se rebela,
un tiempo fue de amor y fue de vida;
y aún hoy, que huellas saben de su huida,
queda una voz para su luz en vela.

Pero un día vendrá el irremediable
que a este espejo me asome, ya acabada.
Y la raíz de fuego insobornable 

que crece en mi interior, aún no saciada,
conmoverá la cárcel indomable
con su llanto de ruina abandonada[1].


[1] Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 289.

«Qué repetido deseo…», de Josefina de la Torre

Tras «¡Gritar, gritar a la luna…» y «¡Cómo temblaban mis labios…», de Josefina de la Torre (1907-2002), poeta canaria de la Generación del 27, añado hoy «Qué repetido deseo…», también de Poemas de la isla (1930). Se construye con versos octosílabos, que presentan algunas rimas asonantes, de forma esporádica.

La dormeuse (1932), de Tamara de Lempicka. Colección privada.
La dormeuse (1932), de Tamara de Lempicka. Colección privada.

Qué repetido deseo,
todo igual y siempre el mismo,
distinto y otro, inconsciente,
confundido y tan preciso,
se me va quedando dentro
escondido y dueño solo,
perdido y presente siempre.
Altas noches, muros largos,
patios de la madrugada.
Y mi deseo rodando
—número de circo— libre.
Una y otra vez, alerta
dando la voz en mis sienes,
centinela de mi pecho,
fiel compañero constante.
Qué repetido deseo
tan inseguro y tan firme,
ignorada certidumbre.
Distancia, viento y espacio[1].


[1] Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 283.

Otro poema de Josefina de la Torre: «¡Cómo temblaban mis labios…»

Copiaba ayer el poema «¡Gritar, gritar a la luna…», de Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907-Madrid, 2002), poeta de la Generación del 27, y hoy traigo otra composición, esta de Poemas de la isla (1930). Se construye con versos octosílabos, varios de ellos con rima asonante en é o, pero la estructura métrica no es la de un romance. Las repeticiones paralelísticas contribuyen también a crear un ritmo que tiene la gracia de la poesía popular.

Paisaje de labios, de Patrik Molntuss
Paisaje de labios, de Patrik Molntuss.

¡Cómo temblaban mis labios
al despertarme mi sueño!
¡Qué parado mi deseo!
Mi pensamiento, qué libre
por los caminos del viento.
Cuando cerraba los ojos,
el día los iba abriendo;
yo recogiendo mi imagen,
él desdoblando su anhelo.
¡Cómo temblaban mis labios
a la sombra de mi sueño![1]


[1] Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, pp. 282-283.

Un poema de Josefina de la Torre: «¡Gritar, gritar a la luna…»

Josefina de la Torre Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1907-Madrid, 2002) forma parte de la nómina amplia de la Generación del 27, y también del grupo de «Las Sinsombrero». Además de poeta, fue novelista, cantante lírica, actriz y guionista. Entre sus títulos poéticos se cuentan Versos y estampas (Málaga, Litoral, 1927), Poemas de la isla (Barcelona, Altés, 1930), Marzo incompleto (en la revista Azor, 1933, con otras ediciones posteriores en 1947 y 1968), Poemas de la isla, en edición de Lázaro Santana (en la Biblioteca Básica Canaria de la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1989), que incluye los tres libros anteriores más el inédito Medida del tiempo, o Poemas (Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2003 y Santa Cruz de Tenerife, Interseptem, 2004). En 2020 se ha publicado su Poesía completa (Madrid, Torremozas), en edición de Fran Garcerá, en dos volúmenes, que recogen su obra poética de 1916 a 1925 y de 1936 a 1989. Se incluye aquí Mi dolor, poemario inédito hasta entonces escrito tras la muerte de su marido en 1980.

Luna y velero sobre el mar

Su poema —un romance, forma estrófica tradicional cara a la poeta— que comienza «¡Gritar, gritar a la luna…» pertenece a Medida del tiempo (1989), y dice así:

¡Gritar, gritar a la luna
estática sobre el cielo!
Luz de abierta noche amarga
y rebeldías sin ecos…
¡Lanzar la voz que despierte
 todas las cuerdas del viento!
Claro mar del horizonte,
velero que arriba al puerto…
Conquista de lo imposible
en los brazos del encuentro.
Rotas las cadenas muertas,
libre de espacios el vuelo.
Pero la noche es violenta
y es violento su desvelo.
¡Ay, el dolor que no puede
ni ser dolor ni ser duelo!
Altas y abiertas ventanas
como pupilas de ciego
se van tragando las sombras
enhebradas de lamentos.
Entre las sábanas frías
la línea recta del cuerpo
hace estremecer de angustia
las tinieblas de lo incierto.
Y en el hueco del oído
donde se afianza lo eterno,
acompasado y monótono
marca segundos el péndulo[1].


[1] Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 288. En el verso 12 prefiero transcribir «el vuelo», frente a la lectura «al vuelo» que trae esta edición.

Otro soneto de Ernestina de Champourcin: «Huida»

De Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid 1999), poeta de la Generación del 27 y perteneciente al grupo de «Las Sinsombrero», esposa de Juan José Domenchina, ya he transcrito aquí sus poemas «Contemplación de María», «Amor», «El beso» y su soneto «Búscame en ti. La flecha de mi vida…». Vaya para hoy otro soneto suyo, esta vez de su poemario Cántico inútil (Madrid, M. Aguilar, 1936).

Rosa marchita, de Tania Traver (Arteinformado.com).

Inercia de la muerte. ¡Qué distancia
me aleja ya, segura, de lo humano!
Aquella rosa que murió en mi mano
será pronto recuerdo de fragancia.

Silencio de silencios. En mi estancia
diluye su perfil lo cotidiano
y retorna sin hieles a su arcano
esa amargura que la vida escancia.

Nada será de todo lo que ha sido.
Voy a ofrecer al sello del olvido
mis párpados febriles y mis labios

que inmoviliza el rictus de lo eterno.
¡Quiero escapar indemne del infierno
que arde en la trama de tus besos sabios! [1]


[1] Lo cito por Poetas del 27. Antología comentada, introducción de Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa Calpe, 1998, pp. 632-633.

«El beso», de Ernestina de Champourcin

Añado hoy a «Contemplación de María», «Búscame en ti. La flecha de mi vida…» y «Amor» el poema «El beso», de Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid 1999), poeta que forma parte de la Generación del 27. Pertenece esta nueva composición —también de temática amorosa— a su poemario Cántico inútil (Madrid, M. Aguilar, 1936).

Der Kuss / El beso (1909), Gustav Klimt. Österreichische Galerie Belvedere de Viena (Austria)
Der Kuss / El beso (1909), Gustav Klimt. Österreichische Galerie Belvedere de Viena (Austria).

¡Tus labios en mis ojos!
Qué dulzura de estrellas alisa lentamente
mis párpados caídos…
Nada existe del mundo. Sólo siento tu boca
y el temblor de mi espíritu hecho carne de luz.
Sé cruel al besarme. Desgarra mis pupilas
y arranca de su sombra la lumbre de mi sueño.
Con ella te daré mi última mirada.

¡Abrásame los ojos! Que el peso de tus labios
despoje mi horizonte de lo que tú no has visto.
Quiero olvidarlo todo y anularme en la niebla
que ciñen tus caricias[1].


[1] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 268.

«Amor», de Ernestina de Champourcin

Añado hoy a «Contemplación de María» y «Búscame en ti. La flecha de mi vida…» el poema «Amor», de Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid 1999), poeta que forma parte de la Generación del 27. Pertenece esta nueva composición a su poemario La voz en el viento (Madrid, Compañía General de Artes Gráficas, 1931), que recoge poemas de entre 1928 y 1931, con predominio de la temática amorosa.

Mano acariciando las estrellas

Puliré mi belleza con los garfios del viento.
Seré tuya sin forma, hecha polvo de aire,
diluida en un cielo de planos invisibles.

Para ti quiero, amado, la posesión sin cuerpo,
el delirio gozoso de sentir que tu abrazo
solo ciñe rosales de pura eternidad.

Nunca podrás tenerme sin abrir tu deseo
sobre la desnudez que sella lo inefable,
ni encontrarás mis labios
mientras algo concreto enraíce tu amor…

¡Que tus manos inútiles acaricien estrellas!
No entorpezcas besándome la fuga de mi cuerpo.
¡Seré tuya en la piel hecha fuego de sol! [1]


[1] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 266. En el penúltimo verso restituyo «besándome», frente al «basándome» que trae esta edición.

Un soneto de Ernestina de Champourcin: «Búscame en ti. La flecha de mi vida…»

De Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid 1999), poeta de la Generación del 27 y perteneciente al grupo de «Las Sinsombrero», esposa de Juan José Domenchina, ya había transcrito aquí su poema navideño «Contemplación de María». Como bien escribe José Luis Ferris, «Ernestina de Champourcin fue, con distancia, una de las poetas más prolíficas de su generación, con más de veinte libros publicados y una extensa lista de poemas diseminados, desde los años veinte, por múltiples y prestigiosos diarios y revistas»[1]. Vaya para hoy este bello soneto de La voz en el viento (1931), «construido con una retórica que tiene en el símbolo cancioneril o místico su base, aquí destinada a la expresión del amor humano, que a la altura de 1930 constituye para Champourcín uno de sus temas poéticos preferidos»[2].

Flecha atravesando dos corazones

Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.

Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho.
El roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.

Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.

Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos[3].


[1] José Luis Ferris, en Mujeres del 27. Antología poética, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 255.

[2] Francisco Javier Díez de Revenga, en Poetas del 27. Antología comentada, introducción de Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa Calpe, 1998, p. 631.

[3] Lo cito por Poetas del 27. Antología comentada, pp. 630-631. En el verso 3 edito «tus» en vez de la lectura «sus» que trae la transcripción de Díez de Revenga.