«Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad», de Gerardo Diego

La Virgen sueña caminos,
está a la espera…
La Virgen sabe que el Niño
está muy cerca…

Como antológico poema de Navidad de Gerardo Diego ya hemos reproducido aquí su célebre «La palmera» (editado en ocasiones con el título de «Canción al Niño Jesús»). Vaya para hoy, tercer domingo de Adviento, otro poema suyo, la «Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad», perteneciente a sus Versos divinos (1938-1941). Diego, lo sabemos, es un consumado maestro en la recreación de la poesía popular, y así lo demuestra también con este poema que, con su estructura anafórico-paralelística (y la repetición del estribillo, con variantes), subrayada por el quebrado «con qué», expresa la incertidumbre de la joven María —que se dirige primero a los elementos de la naturaleza: luna, brisa y arroyuelo, y luego al ángel Gabriel y a su esposo José— ante la inminente llegada del Niño y los cuidados que requerirá el recién nacido.

Virgen María encinta

Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos más leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.

Pues dímelo tú, arroyuelo,
tú que con labios de plata
le cantas una sonata
de azul música de cielo.
Cuéntame, susúrrame
con qué le cantaré yo,
con qué.

Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «He aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.

O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué[1].


[1] Cito por Guillermo Suárez, SM, María, belleza de Dios. Cien poemas marianos, Madrid, SPM. Servicio de Publicaciones Marianistas, 2010, núm. 24, p. 39.

«Ahora», de Gloria Fuertes

A los poemas de Gloria Fuertes (Madrid, 1917-Madrid, 1998), «stajanovista del verso», que ya he ido poniendo aquí —«Pena de vida», «Quijote y Sancha», «Por la Mancha», «El ángel de Belén que vino en helicóptero», «Ya está el niño en el portal» y «El camello cojito (Auto de los Reyes Magos)» — añado hoy «Ahora», de su volumen recopilatorio «… que estás en la tierra…», que incluye una curiosa y enigmática (al menos para mí…) alusión a la actriz Eloísa Muro como autora del Quijote. Dice así:

usano de seda

Ahora, voy a contaros
cómo fue que los gusanos
que mantenía con hojas de morera
en una caja vacía de jabón,
se me convirtieron
en bolas alargadas de colores,
y cómo después yo los vi
transfigurarse en mariposas,
y esto sucedió porque era mayo sólo
y los insectos son así de mágicos.

Luego os contaré
de como Eloísa Muro[1],
cuarta querida de Cervantes,
fue la que escribió el Quijote[2].

Porque yo, tan mínima, sé tantas cosas,
y mi cuerpo es un ojo sin fin
con el que para mi desventura veo todo[3].


[1] Eloísa Muro (Madrid, 1896-Madrid, 1979) fue una actriz, sobre todo de teatro, que llegó a ser primera actriz del Teatro de la Comedia y después del Teatro Infanta Isabel. Uno de sus mayores éxitos fue el estreno, en 1926, de Los extremeños se tocan, de Pedro Muñoz Seca. Fue hija del actor César Muro, estuvo casada con el actor Bernardo Jambrina y, fruto de su relación con el actor Mariano Asquerino, nació María Asquerino, también actriz. En el original figura «Eloisa», sin tilde; se la restituyo.

[2] Sin cursiva en el original.

[3] Gloria Fuertes, «… que estás en la tierra…», Barcelona, Jaime Salinas Editor, 1962, p. 36.

«Pena de vida», de Gloria Fuertes

De esa «mujer de verso en pecho» que fue Gloria Fuertes (Madrid, 1917-Madrid, 1998) han entrado ya en el blog un par de recreaciones quijotescas («Quijote y Sancha» y «Por la Mancha») y algunas composiciones navideñas como «El ángel de Belén que vino en helicóptero», «Ya está el niño en el portal» y «El camello cojito (Auto de los Reyes Magos)». Vaya para hoy su poema «Pena de vida» de su poemario «… que estás en la tierra…»:

Amor y vida

Pena de vida tiene aquel que nace
por no sé qué delito que habrá hecho,
pena de muerte tiene el que, derecho,
lo mal hecho deshace.

Pena, más pena tiene el que lo sabe
y, acompañado, solo va a morirse;
pena, más pena cuando quiere irse
el que en tu casa cabe.

Y no hay sereno, no, que tenga llave
para abrirte una noche la alegría,
y ni la mano amiga va y te fía
cuando el casero Muerte te desahucia.

Es necesaria mucha, mucha audacia
para ser cosa tuya siendo mía.
Pena de muerte tiene aquel que nace,
y tan sólo el amor pena de vida[1].


[1] Gloria Fuertes, «… que estás en la tierra…», Barcelona, Jaime Salinas Editor, 1962, p. 87.

«Venus moderna», de Elisabeth Mulder

Añado hoy a los poemas «Rebeldía» y «Canción de marinero en la noche», de Elisabeth Mulder (Barcelona, 1904-Barcelona, 1987), poeta de la Generación del 27, su «Venus moderna», publicado en su poemario Embrujamiento (1927). Comenta José Luis Ferris que esta primera obra poética de la autora fue recibida con éxito por la crítica,

pero también con algo de escepticismo y de curiosidad, ya que muchos gacetilleros pensaban que tras el nombre de Elisabeth Mulder se escondía un autor que prefería ocultar su identidad. Se creó así cierto misterio y un clima de confusión que la propia Elisabeth había fomentado firmando algunos de sus poemas y artículos con el seudónimo de Esfinge o Elena Mitre[1].

Jove decadent (1899), de Ramón Casas. Museo de Montserrat (Monistrol de Montserrat, Barcelona).
Jove decadent (1899), de Ramón Casas. Museo de Montserrat (Monistrol de Montserrat, Barcelona).

Venus grácil y coqueta
de la andrógina silueta
y la artificiosa pose,
fascinas como un abismo
porque tu decadentismo
corre del placer en pos.

Figurita estilizada,
gentilmente envenenada
de ultracivilización.
Encantadora poupée,
sin prejuicios y sin fe
ni en su propio corazón.

En tu alma inconsciente y fría
la satánica jauría
colocó su pabellón,
y con fresca risa loca
nos lo muestras en tu boca
pintada de bermellón.

Tu indiferente cinismo
rima con el esnobismo
de tu elegancia triunfal.
Tu belleza no es la eterna,
pero eres chic y moderna,
gentil, alegre y banal.

Venus frágil y bonita,
deliciosa muñequita
fragante y artificial,
que te cuidas con esmero
para darte a don Dinero
porque es tu único ideal[2].


[1] José Luis Ferris, en Mujeres del 27. Antología poética, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 215.

[2] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, pp. 221-222.

«Canción de marinero en la noche», de Elisabeth Mulder

De Elisabeth Mulder (Barcelona, 1904-Barcelona, 1987), poeta de la Generación del 27, copiaba ayer su soneto «Rebeldía». Añado hoy su romance «Canción de marinero en la noche», perteneciente a su poemario Poemas mediterráneos (1949).

Mario Galarza, Mujer con toalla en la playa (Artelista, 2021).
Mario Galarza, Mujer con toalla en la playa (Artelista, 2021).

La noche trae mi esperanza
rodando sobre la arena.
¡Mejilla de estrella virgen,
garganta de luna llena!
La noche trae mi esperanza
con la ropa medio puesta,
¡espalda de nardo fresco,
vientre en flor de primavera!
Ola, un puñado de sal
para ungir a mi morena,
la de los senos tan suaves
como capullos de seda,
la de los muslos de plata
como agujones de estela.
Gaviota que bate el viento
comiéndose los planetas,
cuando piques en el mar
para besar las sirenas,
tráeme ramas de coral
que ciñan a mi morena
por la hebra de su cintura
al lecho de playa en fiesta.
Ya cae otra estrella herida,
ya huye cantando otra vela,
ya va entornando la luna
sus grandes ojos de enferma…
¡La noche trae mi esperanza
rodando sobre la arena![1]


[1] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, pp. 230-231.

«Rebeldía», un soneto de Elisabeth Mulder

Elisabeth Mulder (Barcelona, 1904-Barcelona, 1987) forma parte de la nómina femenina de la Generación del 27 y del grupo de «Las Sinsombrero». Fue escritora (cultivo la poesía, la novela, el cuento y el teatro), traductora, periodista y crítica literaria. Se ha señalado que, en el terreno poético, pasó de un simbolismo decadentista atormentado al equilibrio clásico del novecentismo. Entre sus títulos poéticos se cuentan Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y meditaciones (1933) y Poemas mediterráneos (1949). En el año 2010 fue rescatada, junto a diecinueve nombres más, por Pepa Merlo en la antología Peces en la Tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27 (Madrid, Fundación José Manuel Lara). En 2018 se publicó Sinfonía en rojo. Prosa y poesía selecta, con introducción de Juan Manuel de Prada (Madrid, Fundación Banco Santander).

Mujer rompiendo unas cadenas

A su poemario Sinfonía en rojo (1929) pertenece este soneto titulado «Rebeldía»:

Señor, ya no más hiel; quiero un momento
ser yo quien el atroz látigo empuñe.
Hastiado de lo injusto del tormento
el león que hay en mí protesta y gruñe.

Señor, ni sumisión ni mansedumbre
quiero; no soporto lo inicuo de mi yugo.
Soy rayo, río, volcán, soy muchedumbre,
no tolero cadenas ni verdugo.

Señor, ya no más hiel, que mi garganta
la inhumana ponzoña más no aguanta.
Mi corazón, congestionado, estalla…

Y una roja visión me va exaltando…
¡Si he de morir, Señor, que sea matando,
como muere el soldado en la batalla![1]


[1] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, pp. 225-226.

«Villancico del Adviento en Galilea. Homenaje a Federico García Lorca», de Jesús Górriz Lerga

Preparemos los caminos,
ya se acerca el Salvador…

Jesús Górriz Lerga (Pamplona, 1932​-Pamplona, 2016​), uno de los fundadores de la revista de poesía Río Arga, es un poeta que cultivó con maestría las formas estróficas tradicionales y que se aproximó a la temática navideña en distintas ocasiones, y de forma monográfica en su poemario Memorial del gozo (1994). Así, ya han entrado en el blog poemas suyos como el «Villancico del anuncio gozoso», el «Villancico del vagabundo», el «Villancico del corolario que resume el gozo», el «Villancico que repite la letanía de siempre», el «Villancico de la espera en el portal», los «Gozos para entonar en la Nochebuena», el «Romancillo de la Natividad del Señor» o el «Soneto para un alumbramiento» (y también otras composiciones de tema no navideño como «Primera claridad» o «Canción para Antonio Machado»).

Madonna del Parto (c. 1460), fresco de Piero della Francesca. Museo de la Madonna del Parto (Monterchi, Italia)
Madonna del Parto (c. 1460), fresco de Piero della Francesca. Museo de la Madonna del Parto (Monterchi, Italia).

Vaya para hoy, primer domingo de Adviento e inicio del nuevo año litúrgico, su «Villancico del Adviento en Galilea», que lleva como subtítulo «Homenaje a Federico García Lorca» (y, en efecto, se aprecian en el texto claros ecos lorquianos en el empleo de una métrica neopopularista, con repetición continua del primer verso y de un estribillo que presenta variantes, y en la imaginería empleada: nácar, luna, alborada, verdes algas, etc.). Dice así:

La Virgen se fue a la mar
a buscar conchas de nácar
para hacerle al niño[1] un cofre
de madreperlas y escarcha.

(La Estrella del mar volvía
con el rocío del alba.)

La Virgen se fue a la mar
en buscas[2] de espumas blancas
para coser los pañales
con sus puntillas de Holanda.

(La Estrella del mar volvía
saludando a la mañana.)

La Virgen se fue a la mar
a ver la luna en el agua
para copiar en sus brazos
un regazo de luz alta.

(La Estrella del mar volvía
orilla de la alborada.)

La Virgen se fue a la mar
a buscar las verdes algas
con que hacerle al niño ajorcas
y túnicas de esmeralda.

(La Estrella del mar volvía
con la flor de la enramada.)

La Virgen se fue a la mar
a oírle[3] cantar su nana
para acunarle los sueños
al pequeño Dios del alma.

(La Estrella del mar volvía
por la senda de las barcas.)

La Virgen se fue a la mar
en busca de la alborada
para iluminar el día
de la promesa anunciada.

(La Estrella del mar volvía
con el sol de la mañana.)[4]


[1] Mantengo aquí y unos versos más abajo la minúscula del original.

[2] Tal vez podría enmendarse a «en busca», considerando parásita la s final, atraída por «espumas blancas». En cualquier caso, «en buscas» bien podría ser un plural intensificador querido por el poeta y por ello mantengo lo que dice el texto.

[3] Añado la tilde, ausente en el original.

[4] Cito por Jesús Górriz Lerga, Memorial del gozo, Pamplona, edición del autor [EUROGRAF], 1994, pp. 27-28. El libro fue editado con la colaboración del Departamento de Educación y Cultura (Institución Príncipe de Viana) del Gobierno de Navarra.

«Soñar, siempre soñar», un soneto de Lucía Sánchez Saornil

Como poeta, la producción de Lucía Sánchez Saornil (Madrid, 1895-Valencia, 1970) —que usó el seudónimo literario Luciano de San-Saor— se adscribe principalmente al movimiento ultraísta. Además de escritora y periodista, fue una destacada militante anarquista y luchadora por la emancipación de la mujer. Como escribe José Luis Ferris, «La figura de Lucía Sánchez Saornil va indefectiblemente unida al Ultraísmo, movimiento de vanguardia del que fue pionera, y al anarcofeminismo, por su enérgico papel en la lucha sindical, su antifascismo y su tenaz defensa de los derechos de la mujer»[1]. Su obra poética está formada por Estuario (1925, poemario anunciado en la revista Tobogán, que no llegó a publicarse), Romancero de Mujeres Libres (1938; hay edición facsímil del año 2020); Siempre puede volver la esperanza (poemario inédito de hacia 1960); Poesía, edición de Rosa María Martín Casamitjana (Valencia, Pre-Textos, 1996) y Corcel de fuego, edición e introducción de Nuria Capdevila-Argüelles (Madrid, Ediciones Torremozas, 2020), que recoge poesía del periodo 1914-1931.

Sirva como pequeña muestra de su quehacer poético este soneto suyo titulado «Soñar, siempre soñar» y fechado a finales de los años sesenta.

Fotografía de Jay Soundo
Fotografía de Jay Soundo (https://unsplash.com/).

Has jugado y perdiste: eso es la vida.
El ganar o perder no importa nada;
lo que importa es poner en la jugada
una fe jubilosa y encendida.

Todo lo amaste y todo sin medida.
¿Cómo puedes sentirte defraudada
si fuiste por amor crucificada
con un clavo de luz en cada herida?

Sobre urdimbres de olvido van tejiendo
lanzaderas de ensueño otra esperanza
de un morir cotidiano renaciendo.

Porque un nuevo entusiasmo nos transporta
a otro ensueño entrevisto en lontananza
y en la vida, el soñar, es lo que importa[2].


[1] José Luis Ferris, en Mujeres del 27. Antología poética, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 89.

[2] Recogido en Lucía Sánchez Saornil, Poesía, ed. de Rosa María Martín Casamitjana, Valencia, Pre-Textos, 1996. Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, p. 100, restituyendo la mayúscula al comienzo del segundo verso.

«El rayo verde», de Julia Guerra

Tras «Desde el olvido» y «Mediterráneo», transcribo hoy otro poema de Julia Guerra Lacunza (Pamplona, 1953-Algeciras, 2008). Forma parte de la segunda parte, «Ritual de caracolas», de su poemario Cárcel de la memoria (1991).

El rayo verde es un fenómeno óptico atmosférico que ocurre al amanecer y al atardecer, donde la luz del sol se descompone por la atmósfera y crea un destello verde visible durante uno o dos segundos justo antes de que el sol se oculte o después de que aparezca. La creencia popular dice que ver el rayo verde otorga felicidad para toda la vida; y si una pareja lo ve junta, se dice que sella su amor, y a esto es a lo que parece aludir el poema.

Rayo verde

La soledad desbocada de sus venas
acelera el fuelle de un triste corazón.
Fuego, volcán inapagable,
erupción cotidiana de ansiedad y temor.
Busca sin saber detenerse.
Su quebrada sonrisa nos iguala el cansancio.
Inesperadamente
el fenómeno extraño se produce.
De madrugada con el cálido gesto
                     del Amor
revoloteando en plumas de sorpresa,
ella ve aparecer el rayo verde[1].


[1] Julia Guerra, Cárcel de la memoria (Pamplona, edición de la autora [Imprenta Garrasi], 1991, p. 70.

«Mediterráneo», de Julia Guerra

Ayer traía al blog el poema «Desde el olvido», de Julia Guerra Lacunza (Pamplona, 1953-Algeciras, 2008). Copio hoy una segunda composición de su poemario Cárcel de la memoria (1991), también de la sección «Entre las algas», en la que el desengaño amoroso expresado por la voz lírica queda subrayado por el irónico final.

Invitación de boda

Un día,
acaso lo recuerdes,
construimos una gran casa de cristal
dibujando los sueños más profundos
dando vida al Amor en otras vidas.

Tú ibas a ser marino.
Yo, escritora.

Dime,
¿por qué llegó el invierno ahogándonos en sombras?
El destino es cruel y ahora se ríe.
Acabas de llamarme.
                     Me invitas a tu boda[1].


[1] Julia Guerra, Cárcel de la memoria, Pamplona, edición de la autora [Imprenta Garrasi], 1991, p. 38. Cito con algún ligero retoque en la puntuación.