Retomo —después de algún tiempo— la serie de recreaciones quijotescas en la lírica con el soneto «Lanza en ristre», del cubano Lorenzo Suárez Crespo (nacido en Bahía Honda, 1943), incluido en su libro Sé tu voz. Selección de sonetos (2021). Además de su faceta como poeta, Suárez Crespo ha ejercido la docencia (tanto en la enseñanza secundaria como en la universitaria) y ha publicado diversos libros para niños y antologías.
Su soneto quijotesco, que no requiere mayor comentario, dice así:
Aunque en Sancho y el Hado se te advierte, persiste, noble hidalgo, en la estocada y no habrá encantamientos, no habrá nada que insinúe al destino someterte.
Desde entonces afán es querer verte rendido en tus ofrendas a la amada Dulcinea, que espera enamorada al vencedor del tiempo y de la muerte.
Desfacer los entuertos, curar almas es el único templo donde calmas tu espíritu inmortal, alucinante.
¡Qué cuerda tu locura, Caballero, que a desdén de razón y de escudero, embridas nuevamente en Rocinante![1]
[1] Lorenzo Suárez Crespo, Sé tu voz. Selección de sonetos, Madrid, Ediciones Deslinde, 2021, p. 84.
El libro de Juan David García Bacca[1] es demasiado extenso y sus ideas demasiado densas como para pretender haberlas resumido en unas pocas entradas. Muchos aspectos —sobre todo el análisis detallado de algunas aventuras concretas interpretadas a la luz de los categoriales por él establecidos— se han quedado en el tintero. En cualquier caso, confío en que esta sencilla aproximación haya servido para dar a conocer en nuestro ámbito de investigación crítica cervantina la figura y el libro del filósofo pamplonés, cuyas ideas pueden ayudarnos a entender un poco mejor —desde otra perspectiva, desde una mirada filosófico-literaria— cómo es don Quijote, las razones últimas de su comportamiento, de su esencia de vida, de su ser, caracterizado por su Señorío, su Salero, sus Corazonadas y su Raciocinancia.
En el conjunto de múltiples aproximaciones, enfoques, perspectivas, metodologías, etc. con que ha sido abordado el Quijote a lo largo del tiempo, el de García Bacca es sencillamente uno más de los acercamientos posibles (poco conocido hasta donde se me alcanza), como humildemente reconocía el autor en la advertencia núm. 13:
El enfoque del Quijote que emplea esta obra no pretende ser el único; se contenta con ser uno de otros más, aunque pretende conscientemente servir de incitación, invitación y sugerencia. Tampoco se lo propone como el más importante o urgente en esta época histórica. Aunque sí se propone y desea presentar el Quijote a la altura de la ciencia y técnica actuales. Lo cual agrava las inherentes dificultades de presentación y de comprensión, para Autor y Lector. Por ello, el Autor presenta sus excusas al Lector (p. 25).
Capacidad de sugerencia, sí, e invitación entusiasta a la aventura de «pensar por cuenta propia», según se explicita en la advertencia núm. 19:
Pretende el Autor que los jóvenes —y tal vez algún viejo, joven mental y sentimentalmente— pierdan la vergüenza de exponer sus ideas, inspiraciones, deseos, y se atrevan contra lo que sea —Institución o personas— a errar o a acertar, como el Autor de esta Obra ha perdido la vergüenza a errar y se ha atrevido a pensar por cuenta propia.
[1] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
En la entrada anterior vimos los cuatro categoriales principales de Señorío, Salero, Corazonada y Raciocinancia que establece Juan David García Bacca en su obra[1]. Tras definir después otros categoriales como alucinación (con su intrínseco alucinal) y encantamento (que puede ser también subjetal y objetal), el último aspecto que introduce el filósofo para poner punto final a su prólogo es la sugerente distinción entre «leer según lectura» y «leer según lición». ¿Qué es «leer según lectura»?:
[…] deslízase la vista por las palabras y sus letras lo más rápido posible, sin atender a los valores fonéticos y sintácticos del texto; atiéndese al sentido, a los conceptos; punto, punto y coma, dos puntos… no merecen al Lector que lea según lectura —y esto la va definiendo— consideración ni visual ni fonética. El Lector según lectura casi no pronuncia ni las palabras; suple deficiencias tipográficas y conceptuales con pronunciación interna inevitable, casi del todo inaudible (p. 19).
Por el contrario,
el Lector según lición pronuncia todo en voz alta, cuidadosamente graduada; se oye pronunciar palabra a palabra, letra a letra de cada una; da valor sonoro —que silencio graduado tiene aquí valor sonoro como en música— a las indicaciones sonoras de punto, punto y coma… No atiende a qué es lo que dice la letra; hace lo que dice la letra, cual actor de teatro (p. 19).
Don Quijote y el león. Ilustración de A. Seriñá para la edición de Barcelona, Seguí, 1898.
El resto del libro de García Bacca pone en práctica la aplicación de esos categoriales a distintas aventuras: los molinos de viento, el encuentro y discurso con los cabreros, la venta imaginada castillo, los rebaños de ovejas y carneros, el cuerpo muerto, los batanes, la liberación de los galeotes, el encantamiento de Dulcinea por Sancho Panza, el desafío con el Caballero del Bosque, el carro de los leones, la cueva de Montesinos, el mono adivino y la libertad de Melisendra, el barco encantado, las diversas aventuras y «malaventuras» del Palacio ducal, etc. No me resulta posible detenerme ahora a comentarlas por extenso, porque la casuística es muy amplia y García Bacca desciende a disquisiciones terminológicas muy complejas. Quede para otra ocasión un acercamiento más detenido a algunas de esas aventuras, cuyo análisis —insisto— constituye la parte nuclear de su trabajo, concretamente del ejercicio segundo de la Parte primera (pp. 187-327). Son las aventuras que ponen en el camino a don Quijote y Sancho, pero también al propio Cervantes, y a nosotros, lectores actuales del Quijote (ejercicio tercero, pp. 329-385). Terminaré, por el momento, con dos ideas y dos citas; la primera, relativa a la importancia de esas aventuras y de ser aventureros:
Y los dos [se refiere aquí a Alonso Quijano y Miguel de Cervantes, que es la voz enunciadora de este pasaje], al alimón, entramos y profesamos en la Orden de la Caballería andante; y errantes los dos, iremos por campos, provincias y reinos reales en busca de aventuras —a lo que saliere, a la buena de Dios, de la Suerte, de la Fortuna o de las corazonadas de caballo y rucio. / Aburrimiento, hastío, fastidio… de la vida cotidiana política, religiosa, social, económica, teológica, filosófica, técnica… Rutina, convenciones, normas, leyes, costumbres, hábitos, reglamentos, ritos, ceremonias, liturgias, dogmas, consignas, códigos, breviarios, misales, amén, amén. Tal es el lugar o punto de partida, de inicio, de in-itur, del itinerario de aventureros (p. 51).
Y la segunda, sobre la triple identificación don Quijote-Cervantes-lector actual:
Vueltos por el hambre —vueltos, sin habernos ido íntegramente, ni un instante, sí sólo a ratos, en actos, en funciones peculiares y absorbentes—, nos hallamos siendo en un lugar de la Tierra, cuyo nombre geográfico y jurídico la vida normal —individual, social, política, religiosa, económica— nos recuerda. Nos recuerda a cada uno, a cada yo, que estamos siendo, como Alonso Quijano, uno de tantos «hidalgos»; alimentados de «algo más vaca que carnero […] algún palomino»; vestidos no de «sayo […] calzas de velludo […] pantuflos […] vellorí de lo más fino», sino del traje corriente: no del de moda, sino del de casa, con ama, sobrina, mozo o criados, cura, barbero, bachiller, vecinos… tratados con nombre cual Pedro, Pablo, Antonio, Juan, Francisco…; hablando de cosas y asuntos domésticos, leyendo —en periódicos, diarios, revistas, libros— cuentos o novelas mediocres, chismes sociales, horóscopos, politiquerías banales…, todo ello no propicio, sino adverso, a Señorío, Salero, Corazonadas, Raciocinancia, alucinaciones sensibles y concienciales; y en ambiente no encantado ni encantador, más bien monótono, cansino, aburrido.
[…]
DON QUIJOTE se sintió decaer en Alonso Quijano.
Y nosotros, cada uno de habernos sentido ser y habernos comportado como QUIJOTES —de Religión, Economía, Política…—, nos sentiremos, en cama ya, estar siendo otros casos, con diversos nombres, de Alonso Quijano.
CERVANTES, en actos, a ratos, en oficios, con alucinaciones sensibles y concienciales, estuvo siéndose DON QUIJOTE. Descendió de haber estado siendo CERVANTES a estar siendo Cervantes, y éste recayó en Miguel de Cervantes Saavedra.
[…]
Resignada, humildemente, cada uno de nosotros, cada yo, aceptamos «pasar de esta presente vida y morir naturalmente». Humildemente. HUMANAMENTE (pp. 383-385) [2].
[1] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
Todo el análisis de Juan David García Bacca en esta obra[1] descansa sobre los cuatro categoriales ya enumerados, que quedan asentados y establecidos en el «Prólogo» (pp. 11-21), el cual comienza con estas palabras que entablan diálogo con las de Cervantes en el prólogo de 1605:
«Desocupado Lector» —diré, imitando y reformando a mi talante las iniciales y archiconocidas palabras del Quijote—, sin juramento me podrás creer que quisiera que esta Obra, como hija de un filósofo pretenciosamente literato, fuera la más original, nueva y extraña respecto de las que sobre este tema se han escrito. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza —la de filósofo pretendiente a literato—; que en ella cada cosa engendra su semejante: una obra literario-filosófica. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado literariamente ingenio mío sino una historia de don Quijote de la Mancha antojadiza, llena de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, a pesar de que se engendró en una mansión donde toda comodidad tiene su asiento y donde todo armonioso sonido hace su habitación?
Lo original, nuevo y extraño de tal historia consiste, dicho sea resumidamente, en que para hacerla nada menos que sobre DON QUIJOTE de la Mancha se emplean como categoriales esas antojadizas palabras —y conceptos— de Señorío, Salero, Corazonadas, Raciocinancia, no usadas por otro alguno de los que sobre tal tema y Persona han escrito (p. 11).
Sigue la definición de esos cuatro categoriales, que se desarrollarán posteriormente en el ejercicio primero, aplicados a distintos pasajes y aventuras del Quijote:
1) «Señorío, Señorial, es acontecimiento que le adviene a un Señor en actos sueltos, a ratos discontinuos, en funciones diversas. Y no llega a ser estado: a quedar pasmado el señor en Señorío. […] Talante de Señorío es acorde de seipsiconciencia-autoridad-gravedad-mesura» (p. 12). En serse señorialmente consisten precisamente los actos de señorío, que en el caso de don Quijote se manifiesta en numerosas ocasiones: en el «yo sé quién soy» de I, 5; en la ayuda que presta a Andresillo, el criado de Juan Haldudo el Rico (su primera aventura en la que supuestamente hace triunfar la justicia, aunque como sabemos termina con un resultado nefasto para el menesteroso socorrido); en su actitud enamorada frente a Dulcinea; en los consejos que brinda a Sancho…
2) «Salero es acorde de gracia, gracejo, donaire…» (p. 13), y lo encontramos tanto en el discurso de Cervantes (prólogos), como de don Quijote y Sancho.
3) «Corazonada es acorde de golpe sentimental y solución simplista de dificultades circunstanciales» (p. 13). Buen ejemplo de corazonada es el capítulo I, 22, en que don Quijote da libertad a los galeotes. Pero, por encima de todo, la «gran corazonada» de don Quijote es Dulcinea y el amor que por ella siente.
4) En fin, Raciocinancia «es la manera y tonalidad de razonar, de racional, propia del español. Y es la que predomina en el Quijote y en don Quijote de la Mancha en todas sus aventuras. […] La tonalidad de raciocinancia proviene […] de la introducción de refranes, de salero, de actos de señorío; todo ello produce el descenso de racional a razonable; y de éste, a raciocinancia» (p. 15).
Los cuatro —continúa explicando García Bacca— son categoriales locucionales, es decir, surgen en don Quijote cuando habla. Aparte hay otra clase de categoriales, los categoriales prácticos (aventuras que sorprenden a don Quijote), que a su vez pueden dividirse en alucinales objetales y alucinales subjetales, y que a veces son dobles:
Esta doble alucinación-alucinal objetal y subjetal divide todo el Quijote y todas las aventuras de don Quijote en dos categoriales: las verdaderas y las fantásticas. Y lo divide a Él, a don Quijote, en doble personalidad: en caballero fantástico que se cree ser caballero andante y no lo es, y caballero andante verdadero, que lo está siendo desde esta aventura [el recibimiento en el palacio ducal en II, 31], no antes, y lo estará siendo en todas las posteriores (p. 16)[2].
[1] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
[2] Y más adelante escribe: «Alucinales son, pues, pesadillas deliciosas para un caballero andante que fantásticamente se cree serlo en realidad; mas son pesadillas verdaderas de todo en todo para un caballero andante que se conoce y cree serlo, y estar siendo “caballero andante verdadero” desde un primer día: el de su alucinación doble, objetual y subjetal: casa de placer vista como Palacio, y Él sintiéndose estar siendo “caballero andante verdadero”» (p. 17); «Alonso Quijano está siéndose DON QUIJOTE por este nuevo tipo de alucinaciones objetales y subjetales» (pp. 17-18); «Seipsiconciencia-autoridad-gravedad-mesura de gran señor que está siendo en trance de Señorío. Está siendo, y sabiéndoselo, DON QUIJOTE» (p. 18). Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «El Quijote y don Quijote a la luz de los Ejercicios literario-filosóficos de Juan David García Bacca», en José Ángel Ascunce y Alberto Rodríguez (coords.), Cervantes en la Modernidad (Cervantes y su mundo, V), Kassel, Edition Reichenberger, 2008, pp. 277-296.
De la lectura de la obra de Juan David García Bacca[1] se desprenden las que son las ideas esenciales de su acercamiento al Quijote y al personaje de don Quijote, ideas ya anticipadas en su mayor parte en las «Advertencias» preliminares. Veamos:
1) La suya es una obra híbrida, filosófico-literaria, «hija de un filósofo pretenciosamente literato» (p. 11), que se presenta además como «escudero de DON QUIJOTE» (p. 21).
2) No se trata de una obra sistemática: «El componente filosófico de los ejercicios no aspira ni a tratado ni, menos aún, a sistema; sino a indicaciones, incitaciones sugerencias mentales y sentimentales. Y el componente literario de ellos no pretende competir con los valores literarios […] de las obras originales» (p. 24). Se trata, en cualquier caso, de una obra para estudio, no es «de lectura cual si fuere una novela» (p. 24).
3) El autor quiere que el lector sea co-autor de su trabajo: «Aspira esta obra a que el Lector se sienta coautor de ella, completando las indicaciones, sugerencias e invitaciones que ella hace en lugares oportunos» (p. 24).
4) La obra se dirige a un público español e hispanoamericano en el que se presupone el conocimiento y la lectura previa del Quijote. En cualquier caso, dado que a lo largo de sus páginas cita por extenso abundantes pasajes del texto cervantino, su trabajo constituye una antología del mismo. De hecho, su método de trabajo consiste en reproducir largos fragmentos de la novela e irlos glosando a la luz de sus propias categorías.
5) Los cuatro categoriales[2]de Señorío, Salero, Corazonada y Raciocinancia son los conceptos fundamentales con los que se aproxima a la obra cervantina para analizarla.
6) Otros conceptos importantes son los de aventura y alucinación, encantamiento y tentación.
7) Dulcinea es el Ideal, la «gran corazonada» de don Quijote.
Gely Korzhev, Dulcinea and the Knight (1997-1998).
8) La «Gran Conversión» de don Quijote ocurre en el capítulo II, 31, cuando los Duques lo reciben en su palacio y lo tratan como caballero andante; la frase «aquel fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico» marca para García Bacca una divisoria crucial en dos partes dentro del Quijote[3], división mucho más trascendente que la división en dos partes correspondientes a los textos de 1605 y 1615.
9) Don Quijote es un «Gran Señor», vencedor de sí mismo. Al final resulta derrotado físicamente, queda vencido por el Caballero de la Blanca Luna, pero no pierde su honra de caballero porque se niega a reconocer que exista otra mujer más bella que Dulcinea[4].
[1] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
[2] Para categoría, categorial, además de las explicaciones ofrecidas por el propio García Bacca (pp. 24-25), puede verse José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo I, A-D, nueva edición actualizada por la Cátedra Ferrater Mora bajo la dirección de Josep-Maria Terricabras, Barcelona, Ariel, 1998, 1.ª reimp. de la 1.ª ed. revisada de 1994, s. v. categoría, pp. 502a-509b y categórico, pp. 509b-510a.
[3] Cito por Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1998, p. 880; ver también García Bacca, pp. 110-111.
El libro de Juan David García Bacca[1] es, además de bastante extenso (suma un total de 524 páginas al cierre de su epílogo), bastante denso —en ocasiones pudiera decirse que farragoso— y complejo tanto en su articulación como por los conceptos que maneja. Una mera consulta del índice (pp. 525-527) sirve para constatar la profusión de epígrafes correspondientes a partes principales, secciones internas, apartados y subapartados menores diversos, pero podemos tratar de resumir el contenido del trabajo de García Bacca de acuerdo con un esquema básico.
El libro se encabeza con una dedicatoria, que merece la pena reproducir íntegramente:
DEDICO ESTA OBRA
YO: JUAN DAVID GARCÍA BACCA
a ESPAÑA
NACÍ en PAMPLONA (26-junio-1901) de PADRE ARAGONÉS, MADRE CASTELLANA
DEDICO TAMBIÉN ESTA OBRA a HISPANOAMÉRICA
donde he residido: ECUADOR (1938-1941); MÉXICO (1941-1946); VENEZUELA (1946-1991)
Tras un «Reconocimiento de deudas» (p. 9), sigue un largo «Prólogo» (pp. 11-21), donde el filósofo navarro-americano define los cuatro categoriales básicos que va a aplicar en su análisis personal del Quijote, a saber, Señorío, Salero, Corazonada y Raciocinancia; y vienen después, para completar todos estos textos preliminares, unas «Advertencias» (pp. 23-26), donde también adelanta algunas ideas básicas de su pensamiento.
La Parte primera, «Categoriales literario-filosóficos en el Quijote y en don Quijote de la Mancha», es la parte nuclear, la más densa también, y se divide en tres ejercicios:
1) «Ejercicio primero. Categoriales generales: Señorío-Salero-Corazonada. Raciocinancia (textos y comentarios)» (desarrolla con más detenimiento los cuatro categoriales anticipados en el prólogo, explicándolos con la correspondiente glosa de capítulos del Quijote);
2) «Ejercicio segundo. Lo que real y verdaderamente hay en el Quijote y en don Quijote» (está centrado en el concepto de alucinación y en sus diferentes tipos: alucinaciones concienciales, alucinaciones sensibles, la relación entre ambos tipos, y también en el concepto de encantamiento); y
3) «Ejercicio tercero. Distancia histórica y diversidad psico-lógica entre nosotros los actuales (1991) y el Quijote-don Quijote-Cervantes (1616)» (comenta en qué medida nuestras aventuras actuales pueden ser consideradas análogas o similares a las de don Quijote).
La Parte segunda, «Categoriales literario-filosóficos en la literatura española», se aparta de la materia quijotesca, para aplicar los cuatro categoriales antes indicados a otros autores y obras de la literatura española: santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, el Cantar de mio Cid, el Arcipreste de Hita, La Celestina, Manrique, fray Luis de León, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, García Lorca, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín y Jorge Guillén.
En fin, el libro se cierra con un «Epílogo» en el que el Autor entabla diálogo de nuevo con su «desocupado Lector»:
Para dar por terminada esta obra con el Epílogo que acaba de leer el Lector «desocupado», el Autor de ella y de él repetirá, acomodándolo a su caso, un poemita de José Bergamín. Y lo hace con el derecho de amigo, y con el de habérselo dedicado Bergamín al Autor el 19 de agosto de 1981, en Madrid.
Digo —canto y cuento—:
«“Puesto ya el pie en el estribo”… para saltar la barrera, estoy esperando al toro, ¡ay!, pero el toro no llega. Me está dando el corazón que, al fin, tendré que tirarme de cabeza al callejón.»
* * *
A los noventa años estoy esperando al toro: a la muerte. ¡Ay!, pero la muerte no me llega. Me está dando el corazón que, al fin, tendré que tirarme de cabeza al callejón, sin salida o evasión que son Providencia, Historia, Dialéctica…, exponiéndome a que me coja EL GRAN TORO: DIOS.
[1] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos / Gobierno de Navarra, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
Para recordar ahora los datos esenciales relativos a Juan David García Bacca, me limitaré a transcribir estas palabras de la entrada bio-bibliográfica que le dedica Ana Azanza Elío en su Diccionario de pensadores:
Nacido en Pamplona en 1901, ha desarrollado su labor docente y de investigación en las Universidades de Santiago de Compostela, Barcelona y Caracas.
Sus obras más conocidas son: Introducción a la logística (Barcelona, 1935-36); Introducción a la lógica moderna (Barcelona, 1936); Invitación a filosofar (Méjico, 1940); Filosofía en metáforas y parábolas (Méjico, 1946); Siete modelos de filosofar (Caracas, 1950); Antropología filosófica contemporánea (Caracas, 1957); Metafísica natural estabilizada y problemática (Méjico, 1963). A él se deben además traducciones de Platón, Plotino y Euclides, y la Poética de Aristóteles, con otros textos de los presocráticos.
Discípulo de Ortega, pero con reminiscencias escolásticas, de las que quiere separarse, dedica su atención preferente a temas de lógica y logística. En sus escritos de filosofía metafísica aparecen motivos existencialistas, sobre todo en sus grandes obras sistemáticas, la Antropología y la Metafísica, en que se trasluce un pensamiento original de fondo realista y ontológico bajo un ropaje existencialista[1].
Hay, por otra parte, estudios que abordan de forma sistemática el pensamiento de García Bacca[2], quien ha sido considerado —por Carlos Beorlegui, uno de los mejores conocedores de su obra— el filósofo más significativo del exilio republicano español:
Uno de los protagonistas del último capítulo, quizás el más sangriento, de esta historia de discontinuidades es Juan David García Bacca, máximo representante del grupo de filósofos de la llamada «generación del exilio republicano de 1939». De indiscutible prestigio intelectual fuera de nuestras fronteras, especialmente en el mundo hispanohablante, entre nosotros ha resultado, hasta no hace mucho, un perfecto desconocido, al igual que el resto de sus compañeros de exilio. La impenetrabilidad del franquismo se encargó de mantener a la sociedad española en el olvido de la llamada por J. Bergamín «España peregrina»[3].
Efectivamente, estamos ante un pensador apenas conocido e insuficientemente estudiado en España, aunque en los últimos años han aparecido algunos trabajos importantes. Un estudio completo de su quehacer pretende ser el del citado Carlos Beorlegui, del año 1998[4], quien destaca dos aspectos de la filosofía de García Bacca: en primer lugar, su carácter proteico y «amiboide», articulado a lo largo del tiempo en cinco etapas; y, en segundo lugar, su carácter utópico y audaz (de ahí precisamente el subtítulo de su trabajo, La audacia de un pensar), que le empuja a filosofar con absoluta libertad y osadía, «sin miedo a la verdad y al error», acerca de todos los temas fundamentales de la filosofía, desde la lógica y la filosofía de la ciencia, hasta la cosmología, la historia de la filosofía, la música, el hombre (ahí está su interesante concepción de la trans-finitud del hombre) y Dios (entendido como trasfondo último del universo). Nos hallamos —sigo parafraseando aquí a Beorlegui— ante un pensamiento sugestivo, profundo y, en ocasiones, provocador, cuya lectura ha producido en algunos adhesiones entusiastas, y en otros, desconcierto e incluso rechazo; pero casi nunca indiferencia:
Se podrá estar o no de acuerdo, total o parcialmente, con sus planteamientos filosóficos, pero no cabe duda de que la lectura de sus libros no deja nunca al lector en una postura indiferente. Su obra provoca admiración por la vastedad de los conocimientos que maneja, el interés y la hondura de los temas que plantea y la libertad con que expresa sus opiniones, sin importarle demasiado si coincide con la opinión de los «ismos» de moda. Es más, en muchos momentos le gusta ser provocativo y “malicioso”, para suscitar la reacción reflexiva del lector[5].
El estudio de Beorlegui aborda estos apartados: «En el horizonte del neotomismo» (donde traza la biografía humana e intelectual de García Bacca y estudia las múltiples influencias iniciales), «El “vitalismo historicista”», «La vuelta a la metafísica y la irrupción del en-ser», «La dimensión socioeconómica de la realidad» y «El porvenir del mundo y del hombre tecnificados». A esos capítulos añade un epílogo titulado «La audacia de un pensar», donde destaca que el de García Bacca era —en el momento de publicar su trabajo, en 1988, el filósofo seguía vivo— un pensamiento abierto, con una obra todavía en producción.
Destaca, pues, en García Bacca la audacia de su pensar, es decir, «el pensar audazmente»[6]. Su filosofía quiere ser una filosofía de la vida, con adscripción en gran medida al raciovitalismo orteguiano, según el cual no se puede separar filosofía y vida. El hombre, caminante incansable, empresario de sí mismo, es considerado el único absoluto de todo el universo. Abierto siempre a todo tipo de influencias —continúa explicando Beorlegui, al que sigo de cerca en este resumen—, García Bacca se ha negado a formar escuela. Con su talante abierto y audaz, ha tratado de acercarse al mayor número posible de saberes: matemáticas, lógica, música, literatura, y una especial inclinación a Platón, el filósofo-literato: «García Bacca sí cree ser una obligación no sólo escribir literariamente, sino escribir sobre las relaciones entre filosofía y literatura»[7].
Sus aportaciones principales —de nuevo en palabras de Carlos Beorlegui— serían:
1) Su insistencia en filosofar desde las más recientes e importantes aportaciones de las diferentes ciencias naturales y humanas.
2) Su confianza y optimismo en el poder del hombre para conocer cualquier parcela de la realidad y transformarla, desde unos planes racionales previos.
3) El empeño y decisión por situar al hombre en el centro de su reflexión filosófica, y en el centro de la estructura ontológica y axiológica de su cosmovisión. De ahí se desprende, en primer lugar, el marcado acento prometeico y ético que impregna toda su obra; y, en segundo lugar, su no menos marcado acento fáustico, que no se conforma más que colocando al hombre como único Señor y Creador de sí y del universo; esto es, haciendo ocupar al hombre el lugar de Dios.
4) La invitación a pensar y a transformar la realidad sin cortapisas, superando cualquier tipo de barrera y dogmatismo. El hombre está hecho para romper todo límite. No en vano es el transfinito, el que sabe siempre salirse de todas las encerronas y emboscadas que le tiende permanentemente la realidad[8].
En definitiva, García Bacca es un filósofo «sugerente, profundo, personal, digno de ser dado ampliamente a conocer y ser recuperado para nuestro ámbito filosófico»[9]. Su obra es bastante extensa, y entre sus principales trabajos se cuentan los siguientes: Introducción a la lógica moderna (1936), El poema de Parménides (Atentado de hermenéutica histórico-vital) (1942, traducción y comentarios), Introducción general a las Enéadas (1948), Siete modelos de filosofar (1950), Antología del pensamiento filosófico venezolano: siglos XVII-XVIII (1954), Fragmentos filosóficos de los presocráticos (1954 y 1963), Antropología filosófica contemporánea. Diez conferencias (1955 y 1982), Textos clásicos para la historia de las ciencias (1961 y 1968), Historia filosófica de la ciencia (1963), Curso sistemático de filosofía actual (filosofía, ciencia, historia, dialéctica y sus aplicaciones) (1969), Lecciones de historia de la filosofía (1972), Filosofía y teoría de la relatividad (1979), Los presocráticos: Jenófanes, Parménides, Empédocles, Refranero clásico griego, Heráclito, Alcmeón, Zenón, Meliso, Filolao, Anaxágoras, Diógenes de Apolonia, Leucipo, Metrodoro de Kío, Demócrito (1984, traducción y notas), Elogio de la técnica (1987), Filosofía de la música (1990) o Nueve grandes filósofos contemporáneos y sus temas: Bergson, Husserl, Unamuno, Heidegger, Scheler, Hartmann, W. James, Ortega y Gasset, Whitehead (1990).
Pero —y con esto nos acercamos ya al libro que ahora nos interesa—, en varios de sus trabajos mezcló García Bacca lo filosófico con lo literario. Por ejemplo, basta con examinar estos otros títulos, que completan el corpus de su producción: Filosofía en metáforas y parábolas (Introducción literaria a la filosofía) (México, D. F., Talleres Tipográficos Modelo, 1945), Tres ejercicios literario-filosóficos de dialéctica (Barcelona, Anthropos, 1983), Tres ejercicios literario-filosóficos de economía (Barcelona, Anthropos, 1983), Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado (Barcelona, Anthropos, 1984), Tres ejercicios literario-filosóficos de moral (Barcelona, Anthropos, 1984), Tres ejercicios literario-filosóficos de antropología (Barcelona, Anthropos, 1984), Tres ejercicios literario-filosóficos de lógica y metafísica (Barcelona, Anthropos, 1986), De magia a técnica: ensayo de teatro filosófico-literario-técnico[10] (Barcelona, Anthropos, 1989), Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos (Barcelona, Anthropos, 1991) o, en fin, el libro aparecido de forma póstuma, Sobre virtudes y vicios: tres ejercicios literario-filosóficos (Barcelona, Anthropos, 1993).
En las próximas entradas voy a centrarme en Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos[11], publicación que aporta una lectura original y poco divulgada de la novela cervantina. Resumiré primero la estructura externa y el contenido de la obra de García Bacca, y mencionaré después las ideas clave acerca del Quijote y de don Quijote con las que el filósofo aborda el análisis de las aventuras más significativas del hidalgo y caballero andante de la Mancha[12].
[1] «Juan David García Bacca (Pamplona, 1901-Caracas, 1992)», en Ana Azanza Elío, Diccionario de pensadores. I. Pensadores navarros. Siglos XII-XX, Pamplona, Ediciones Eunate, 1996, p. 317.
[2] Véanse, entre otros, estos trabajos: Mireya Perdomo de González, Bibliografía de Juan David García Bacca, presentación de Ermila Elíes de Pérez Perazzo, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1981; monográfico dedicado a García Bacca, Anthropos. Revista de Documentación Científica de la Cultura, 9, 1982 (y nueva edición en 1991); Carlos Beorlegui, La filosofía del hombre en Juan David García Bacca, tesis doctoral, Bilbao, Universidad de Deusto (Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Departamento de Filosofía), 1983, 2 vols.; Ignacio Izuzquiza, El proyecto filosófico de Juan David García Bacca, Barcelona, Anthropos, 1984; Javier Recás Bayón, El programa metafísico de Juan David García Bacca: de una ontología de la probabilidad a una metafísica transformadora, memoria de licenciatura, Madrid, Universidad Complutense de Madrid (Facultad de Filosofía), 1985; Carlos Beorlegui, «El pensamiento de Juan David García Bacca, un filósofo navarro desconocido», Príncipe de Viana, 6, 1986, pp. 213-240; José Luis L. Aranguren, «Juan David García Bacca, pensador de Dios», Saber Leer, 8, 1987, pp. 8-9; Ludovico Silva, «Juan David García Bacca, filósofo en castellano», Mundaiz, 33, enero-junio de 1987, pp. 79-92; Carlos Beorlegui, «La presencia de Ortega y Gasset en el pensamiento de García Bacca», Letras de Deusto, vol. 18, núm. 40, 1988, pp. 93-117. Carlos Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, Bilbao, Universidad de Deusto, 1988; Juan F. Porras Rengel, «Semblanza heterodoxa de Juan David García Bacca», en Juan David García Bacca: exposición bibliográfica, hemerográfica, sonora, fotográfica y de manuscritos, Caracas, Instituto Autónomo-Biblioteca Nacional y de Servicio de Bibliotecas, 1988; Ana Azanza Elío, «Juan David García Bacca (Pamplona, 1901-Caracas, 1992)», en Diccionario de pensadores. I. Pensadores navarros. Siglos XII-XX, Pamplona, Ediciones Eunate, 1996, pp. 317-339; Roberto Aretxaga Burgos, La filosofía de la técnica de Juan David García Bacca, tesis doctoral, Bilbao, Universidad de Deusto (Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Departamento de Filosofía), 1998; Nilo Palenzuela, El hijo pródigo y los exiliados españoles. Poesía y filosofía: García Bacca y María Zambrano, Madrid, Verbum, 2001; Carlos Beorlegui, «Vigencia y actualidad de la filosofía de García Bacca», Letras de Deusto, vol. 32, núm. 94, 2002, pp. 43-69; Cristina de la Cruz, «El pensamiento de García Bacca, una filosofía para nuestro tiempo», Letras de Deusto, vol. 32, núm. 94, 2002, pp. 43-69; Carlos Beorlegui, La filosofía de Juan David García Bacca en el contexto del exilio republicano, Bilbao, Universidad de Deusto, 2003; Carlos Beorlegui, Cristina de la Cruz y Roberto Aretxaga (eds.), El pensamiento de Juan David García Bacca, una filosofía para nuestro tiempo. Actas del Congreso Internacional de Filosofía: Centenario del nacimiento de Juan David García Bacca (Bilbao, 15-19 de octubre de 2001), Bilbao, Universidad de Deusto, 2003; y Jorge M. Ayala, Juan David García Bacca: biografía intelectual (1912-1938), Madrid, Ediciones Diálogo Filosófico, 2005.
[3] Carlos Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, Bilbao, Universidad de Deusto, 1988, p. 18.
[5] Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, pp. 252-253.
[6] Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, p. 245.
[7] Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, p. 248.
[8] Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, p. 249.
[9] Beorlegui, García Bacca, la audacia de un pensar, p. 253.
[10] Este libro comienza con una destacada evocación cervantina: «El Retablo de Maese Pedro, una de las aventuras del Quijote, abre el ensayo. Sirve para ilustrar el mensaje que García Bacca quiere sugerir al lector, acercar la filosofía a las artes y a las ciencias e inversamente, que la filosofía se aventure a ser enseñada por los demás saberes» (Beorlegui, 1988, p. 333).
[11] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
Como es bien sabido, el Quijote ha acumulado a lo largo de los siglos multitud de lecturas e interpretaciones. Investigadores, críticos literarios, escritores, pensadores, ensayistas… se han acercado a las páginas de la inmortal novela cervantina con una enorme variedad de enfoques, la han abordado con metodologías, perspectivas y objetivos diversos, han aportado sus contribuciones y establecido nexos de conexión desde ramas del conocimiento muy diferentes. Sucede que en el Quijote está contenido “casi” todo y, en consecuencia, sobre el Quijote se ha podido decir —con mayor o menor tino— “casi” de todo. Por supuesto, también desde el ámbito filosófico ha habido importantes y brillantes aproximaciones, y baste ahora con recordar tan solo el nombre preclaro de Ortega y Gasset.
Pues bien, otro filósofo que en fechas más recientes ha contribuido al estudio de la novela cervantina es Juan David García Bacca (Pamplona, 1901-Quito, 1992), uno de los pensadores españoles más destacados del siglo XX, aunque su figura y su obra seguramente no resultan aquí tan conocidas como debieran[1], en buena medida porque durante la Guerra Civil hubo de exiliarse y vivió sucesivamente en Ecuador, México y Venezuela. Su producción se centró en la filosofía escolástica, la lógica matemática y la filosofía de las ciencias formales y de las ciencias físicas, pero también se interesó en el cultivo de las Humanidades. Así, de entre sus obras filosófico-literarias, destaca la titulada Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, publicada en 1991[2], que es la que pretendo recuperar en sucesivas entradas. En concreto, expondré las ideas esenciales contenidas en su libro, especialmente la definición de los cuatro categoriales de Señorío, Salero, Corazonada y Raciocinancia que García Bacca aplica sistemáticamente a las aventuras y personajes del Quijote y que le permiten abordar el texto cervantino a una nueva y original luz[3].
[1] José Luis Abellán, en su Filosofía española en América (1936-1966), ha escrito que «Juan David García Bacca es quizá la mente filosófica más poderosa de todas las que tenemos en América y una de las primeras figuras de la filosofía en lengua española de todos los tiempos».
[2] Juan David García Bacca, Sobre el «Quijote» y don Quijote de la Mancha: ejercicios literario-filosóficos, Barcelona, Anthropos / Gobierno de Navarra, 1991 (Colección Pensamiento Crítico-Pensamiento Utópico, 59). Citaré siempre respetando las peculiaridades de García Bacca en lo que se refiere al uso de mayúsculas, cursivas y otros recursos que emplea para destacar tipográficamente determinados conceptos o expresiones.
Vaya para hoy, Día de las Escritoras, y en el marco también de la XXIV Semana de la Lengua Italiana en el Mundo, un poema de Antonia Pozzi (Milán, 1912-Milán, 1938), considerada como una de las voces más originales de la literatura italiana moderna. Pozzi escribió unos trescientos poemas, todos publicados póstumamente). Su evocación lírica de «Don Quijote», sin necesidad de comento, es como sigue:
I
Sobre la ciudad repentinos silencios.
Atraviesas, con una indefinible sonrisa, los horizontes: conoces las espinas de todos los setos.
Y vas, más allá de los cálidos alientos de los hombres el sueño después de los amores, el afán y la prisión.
Sobre la cantera, que es azul como las corolas del lino, cantas corriendo:
pero cierras los ojos si, en el fondo del cielo, las blancas alas de los molinos se desgarran en el viento.
II
Copos de la desnuda tierra te traen aterrorizados gritos:
mientras sigue, sobre el ala inmensa, girando tu crucifixión[1].
Miguel de Unamuno, Don Quijote crucificado (c. 1904). Tinta y lápiz negro sobre papel. Salamanca, Universidad de Salamanca, CMU 57-85.
[1] Cito por Antonia Pozzi, Treinta poemas, versión y prólogo de Mariano Roldán, Madrid, Ediciones Rialp, 1961, pp. 38-39
Estos días vuelve a estar de actualidad el supuesto «enigma filológico» de la «lanza en astillero» de Alonso Quijano / don Quijote de la Mancha («… no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua…», Don Quijote, I, 1), que habría quedado resuelto por el archivero e investigador José Cabello Núñez, con una explicación adoptada por Andrés Trapiello en su más reciente versión al español actual del Quijote, como ʻlanza a punto de ser usadaʼ y, por tanto, «lanza en ristre». En la nota de prensa difundida por la agencia EFE el pasado 8 de agosto, firmada por Alfredo Valenzuela («Archivero resuelve el enigma filológico de “lanza en astillero” del principio del Quijote»), y replicadada después en varios medios, leemos:
El malentendido con el significado de «en astillero» tardó en resolverse porque es una expresión que no registra el Diccionario de Autoridades. Y, como explica el propio Trapiello con cierta ironía en el prólogo a la última edición de su traducción, publicada este año, él mismo se fió de las notas de los filólogos que aseguraban que «astillero» era un armero para guardar astiles y armas. «Algunos de esos filólogos lo ilustraban incluso con un dibujico de lo más lindo. Reconstrucción pintiparada de lo que a su juicio era un ‘astillero’ del que no faltarían adargas, lanzones y demás chatarra». Lo añade Trapiello con la ironía que caracteriza tantos de sus escritos.
Ahora bien, para ser precisos hay que indicar que astillero, con esa acepción literal, sí figura en los diccionarios de época, concretamente en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias. Cierto que no aparece como tal voz, astillero, pero sí se registra entre los diversos derivados de lanza, en la subvoz alancearse: «Lancera, que por otro nombre se dice astillero, de asta, es un estante en que ponen las lanzas, adorno de la casa de un hidalgo en el patio o soportal, con algunos paveses, arma defensiva española antigua».
Definición de lancera o astillero en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, s. v. alancearse.
Testimonio, por lo demás, nada novedoso, pues ya había sido aducido por muchos de los anotadores del Quijote. Ya Ignacio Arellano, en una entrada de su blog El jardín de los clásicos del 23 de julio de 2015, «La lanza en astillero —que no olvidada—de don Quijote», exponía con muy sensatas razones, tras recordar la definición de Covarrubias (estas palabras eran respuesta a la interpretación original de Trapiello ʻlanza ya olvidadaʼ):
Así que alguien sabe qué es un astillero. Y siendo este un adorno —es decir, un exhibido símbolo de calidad social— de la casa de un hidalgo, no es verosímil que la lanza estuviera en olvido: era, eso sí, una lanza antigua, arma de los antepasados de don Quijote, mucho tiempo inactiva, pero la colocación en el astillero revela precisamente que su dueño quiere dejar clara su hidalguía y su vocación militar. Era, no se olvide, aficionado a la caza, ejercicio sustitutorio de la guerra.
Una lanza olvidada se coloca en un desván, en el establo, en el vano de una escalera, con otros objetos inservibles. Pero no es esto lo que sucede con la de don Quijote.
Cada día, al salir de su casa o al entrar en ella, el ingenioso hidalgo vería su lanza en astillero, su adarga antigua —tampoco olvidada—, dándole voces silenciosas, y algo en su interior iría acumulando la energía suficiente para que por fin embrazara su escudo, empuñara esa lanza que todos los días atraía su mirada, y saliera a correr sus aventuras por el antiguo campo de Montiel y por todo el universo mundo.
No, la lanza de don Quijote no estaba en el olvido. Estaba exactamente en el astillero.
Astillero con lanzas en el Torreón del Gran Prior (Alcázar de San Juan, Ciudad Real). Foto: Carlos Mata Induráin (2019).
¿Por qué leer en sentido figurado lo que tiene una lectura recta? El astillero (no de «astilla», sino de «asta») para una lanza es algo similar a lo que se emplea para los rifles de caza. […] ¿Acaso había de tenerlo en el fondo de un armario sepultado por los abrigos? Que un hijo-de-algo aldeano tenga una vieja lanza en su astillero, no «detrás de la puerta», evidencia el melancólico y orgulloso recuerdo de los hechos de sus antecesores.
Queda claro, pues, a tenor de la definición que brinda el Tesoro de Covarrubias (recordemos su fecha: 1611), que los astilleros ʻestantes o perchas para colocar las lanzasʼ existían en la realidad; y no olvidemos el dato que aporta de que eran «adorno de la casa de un hidalgo», como lo era Alonso Quijano, un hidalgo —eso sí— que soñaba con ser caballero andante.
Tampoco estará de más recordar —aunque sea una obviedad— que una palabra o una expresión pueden tener distintos significados, dependiendo del contexto y de la situación en que se empleen. Que una palabra signifique algo no quiere decir que lo signifique siempre y en todo lugar. Pondré un ejemplo sencillo: la palabra banco, entre otras varias acepciones más, puede significar ʻentidad financieraʼ o ʻlugar donde sentarseʼ. El contexto y la situación nos llevan a entender cosas distintas si alguien dice: «Voy al banco, porque necesito sacar dinero» o «Voy al banco, porque necesito descansar». Pues bien, algo similar pasa con la expresión estar o poner algo en astillero. Cierto que en la carta de un comisario real de abastos, de 1595, localizada por Cabello Núñez donde se habla de harina y trigo «puestos en astillero», la expresión vale efectivamente ʻestar listos, preparados para ser recogidosʼ; y lo mismo en los pasajes aducidos por Trapiello como por ejemplo «ya tenéis vuestro libro en astillero», de El pasajero (1616) de Cristóbal Suárez de Figueroa. Pero la expresión, en otros contextos, puede significar otra cosa distinta. Una sencilla consulta al Corpus diacrónico del español (CORDE, en línea) basta para localizar numerosos ejemplos de la expresión «en astillero», entre ellos la definición que da Gonzalo de Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627): «Estar en astillero. Lo ke no está en perfezión, komo las naves akabadas de fabrikar de madera sin averlas akabado de adornar» (mantengo las grafías que deseaba Correas para su texto). Me parece que esta definición no se ha señalado, al menos en las declaraciones y entrevistas de estos últimos días.
Por otra parte, varios de esos ejemplos que trae el CORDE, correspondientes a pasajes de novelas picarescas, testimonian el significado ʻcon apariencia deʼ que tiene la expresión ponerse en astillero. Por ejemplo, en Aventuras del bachiller Trapaza,quintaesencia de embusteros y maestro de embelecadores (1637, título significativo), leemos:
Una de las cosas que se lo estorbaban a Trapaza era haberse puesto en astillero de tan gran caballero en Madrid, huyendo no poco de verse donde estuviesen portugueses; porque, como la Corte es grande, érale fácil excusar las ocasiones de encontrarlos, por obiar el que se quisiesen informar de su persona, de quien había de dar mala relación si le preguntaban cosas de África.
El contexto necesario para entender este pasaje es que el pícaro Hernando protagonista de la novela, el bachiller Trapaza, finge ser un noble portugués de posibles, don Vasco Mascareñas, para contraer un matrimonio (que él cree muy ventajoso) con la viuda Estefanía: el pícaro se ha puesto «en astillero» de caballero, es decir, ha adoptado la falsa apariencia de caballero y no desea encontrarse con personas (los portugueses) que podrían desenmascararlo. Y en La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, del mismo autor, tenemos la misma expresión, poner en astillero, con el mismo significado de ʻadoptar una apariencia falsa o engañosaʼ: «Marcela me decía que yo me tenía la culpa con que estaba, pues había dado alas a la hormiga para volar; esto era haber puesto en astillero de dama a quien era esclava».
No quiero decir, ni mucho menos, que este último sea el sentido operativo en la famosa frase del comienzo del Quijote, tan solo pretendo mostrar que la expresión estar o poner en astillero puede significar distintas cosas dependiendo del contexto y la situación en que se utilice. Y, sí, la lanza de Alonso Quijano perfectamente podía estar material y literalmente en el astillero de su casa de hidalgo, siendo adorno de la misma (como matizaba la definición de Covarrubias), no todavía ʻen ristreʼ, pero sí ejerciendo ya esa callada llamada a las aventuras caballerescas que comentaba Arellano, sensata y sencilla explicación por la que —permítaseme el juego de palabras— rompo ahora una lanza.