Rafael Alberti y el mito del Cid: «Como leales vasallos» (1)

En una entrada anterior exponía los datos esenciales sobre la serie de ocho poemas «Como leales vasallos», perteneciente a Entre el clavel y a espada, y ofrecía también algunas valoraciones de la crítica. Pasemos ahora a examinar cada una de las composiciones[1], comenzando por las dos que dan inicio a la serie. Citaré primero cada texto (todo ellos se abren y se cierran con sendas citas del Cantar de mio Cid), añadiendo después algunos comentarios y valoraciones. Veamos:

                                 1

Convusco iremos, Cid, por yermos e por poblados,
ca nunca vos fallesceremos en quanto seamos sanos…

L O S gallos. Cantar querían.
Hubieran querido.
                                  ¡Madre!

La noche. Morir quería.
Hubiera querido.
                                  ¡Madre!

Nos vamos. Quedar queríamos.
¡Cómo quisiéramos!
                                  ¡Madre!

Los pueblos. ¡Si se vinieran!
Se hubieran venido.
                                  ¡Madre!

Los llanos. ¡Qué andar de prisa!
Andan. Andarían.
                                  ¡Madre!

Los ríos. Partir, corriendo.
Veloces los ríos.
                                  ¡Madre!

Lo aires. Marchar volando.
Vuelan. Volarían.
                                  ¡Madre!

Nosotros. Contigo sólo.
Vamos. Iríamos.
                                  ¡Madre!

Tú, tú, tú. ¿Con quién, con quién?
Hubieras venido.
                                  ¡Madre!

                 A los mediados gallos pienssan de ensellar…

Como escribe Díez de Revenga, «en el primer poema aparecen los gallos […], y con ellos el amanecer, símbolo del comienzo, del comienzo en este caso del destierro. Los aires de canción popular, la métrica breve y los paralelismos crean un ambiente de emoción nada contenida»[2]. Habría que recordar que la presencia de los gallos de Cardeña es un motivo recurrente en los textos y poemas de los autores del 27. Aquí, el rasgo estilístico más marcado es la repetición de la palabra madre, que simboliza todo lo que el desterrado/exiliado deja atrás: el amor, el cariño, la protección, la casa familiar… Todo lo que se ven obligados a abandonar —los hombres del Cid, los exiliados republicanos españoles del 39— y no saben si volverán a encontrar a su regreso (ni siquiera saben si habrá la posibilidad de un regreso). En definitiva, el poema inicial subraya la sensación de desarraigo.

Marcos Hiráldez Acosta, Jura del rey Alfonso VI en Santa Gadea (1864).
Palacio del Senado (Madrid, España), Fondo Histórico.

                                        2

De los sos ojos tan fuertemientre llorando
tornaba la cabeça i estávalos catando.

L U E G O, la vi despeinarse
bajo los arcos del agua,
arcos que ya son de sangre.

Con luz de lluvia la quise.

¡Qué sofocación tan grande:
bajo los arcos, doblada,
y hacia la mar, alejarse!

              Dexado ha heredades e casas e palaçios…

En esta segunda composición, lo más destacado es el contraste entre agua/lluvia y sangre, esos arcos de lluvia convertidos en arcos de sangre. Sigue insistiendo el poeta en la idea del marchar, del alejarse, dejando algo atrás[3]. El pronombre «la», de «la vi», puede remitir a la mujer amada, que es, en cualquier caso, símbolo o personificación de España, como se percibirá con mayor claridad en los poemas siguientes[4].


[1] Reproduzco los poemas tomándolos de Rafael Alberti, Entre el clavel y la espada [1939-1940], Barcelona / Caracas / México, Seix Barral, 1978, pp. 129-140. En nota al pie se explica que: «(Todos los versos en cursiva son del Cantar de Mío Cid)». Quien mejor los ha estudiado, y aquí aprovecho abundantemente sus comentarios, es Francisco Javier Díez de Revenga, «El Poema de mío Cid y su proyección artística posterior (ficción e imagen)», Estudios Románicos, 13-14, 2001-2002, pp. 77-84; y «Poema, realidad y mito: el Cid y los poetas del siglo XX», en Gonzalo Santonja (coord.), El Cid. Historia, literatura y leyenda, Madrid, Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, 2001, pp. 119-121. Ver también Concha Argente del Castillo, Rafael Alberti, poesía del destierro, Granada, Universidad de Granada, 1986, pp. 52-53.

[2] Díez de Revenga, «El Poema de mío Cid y su proyección artística posterior…», p. 78.

[3] Escribe Díez de Revenga, «El Poema de mío Cid y su proyección artística posterior…», p. 79: «En el segundo de los poemas, recordando los primeros versos conservados del Cantar, se produce una reacción visionaria, según ha visto Argente del Castillo, pero cuya evidencia deja pocas dudas a la interpretación sólidamente contextualizada por el texto de inicio y el de final».

[4] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Del destierro al exilio: la mirada de Alberti al mito del Cid (“Como leales vasallos”, Entre el clavel y la espada)», en Ignacio Arellano, Víctor García Ruiz y Carmen Saralegui (eds.), Ars bene docendi. Homenaje al Profesor Kurt Spang, Pamplona, Eunsa, 2009, pp. 391-404.