«Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.»
(Juan, 1, 14)
Ayer transcribía aquí el villancico «Monterilla de plumas…», y hoy, día de Navidad, traigo otro, «Soberana María», también anónimo y del siglo XVII como aquel. Antonio Torralba, miembro del conjunto musical Cinco Siglos, ofrece este comentario del villancico, al hilo de la grabación del mismo que realizaron el 14 de diciembre de 2014, que puede escucharse aquí:
En los manuscritos 1370 a 1372 de la Biblioteca Nacional de España se encuentran las tres voces de un villancico maravilloso cuya composición en el siglo XVII se atribuye a veces por error a Mateo Romero. Se trata de una versión a lo divino de la célebre “Mañanicas floridas”, que versionaron Lope de Vega y Calderón entre otros. Aquí se llama “Soberana María” y es un prodigio literario y musical salido de la pluma de uno o dos autores anónimos del XVII. La invocación a las estrellas es bellísima y la elevación conceptual soberbia. La Virgen protege al Niño, pero el plano se amplía y son las nocturnas estrellas las que han de abrigar a su vez a la Virgen (abrigad a la Virgen entre vuestros brazos). Y luego están los últimos versos que emocionan aún más. La palabra árabe aljófar (perla irregular y también el conjunto de esas perlas) es un hallazgo poético. Las lágrimas del Niño son el aljófar. Coged el aljófar (sigue invocando a las nocturnas estrellas) de los ojos claros. Y, al final, el lenguaje claro y exacto que solemos identificar con el auténtico refinamiento: Mirad que es tesoro de precio tan alto / que una gota suelda todos nuestros daños.

El texto, que se conserva en una recopilación manuscrita de la primera mitad del siglo XVII titulada Romances y letras de a tres voces, dice así:
Soberana María,
con vuestro canto,
arrullad a mi niño,
no llore tanto.Nocturnas estrellas
que en dulce descanso
reposáis los cuerpos
del largo cansancio,
¿cómo a Dios eterno
le dejáis llorando?
Arrullad a mi niño,
no llore tanto.Templad las escarchas
del invierno helado
que el infante tierno
es Rey delicado;
abrigad la Virgen
entre vuestros brazos.
Arrullad a mi niño,
no llore tanto.Coged el aljófar
de los ojos claros;
mirad que es tesoro
de precio tan alto,
que una gota suelda
todos nuestros daños.
Arrullad a mi niño,
no llore tanto[1].
[1] Tomo el texto de la web de Carlos Ruiz de Arcaute, pero modernizo las grafías y regularizo la puntuación. Ahí pueden encontrarse más datos sobre la colección Romances y letras de a tres voces, y también escucharse el villancico y descargarse la partitura.