Entonces Jesús les dijo: «No temáis; id, dad las nuevas
a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán».
(Mateo, 28, 10)
Vaya para hoy, Lunes de Pascua —final de la Semana Santa e inicio del tiempo pascual hasta Pentecostés— el soneto «Hoy te traigo, Señor, esta tristeza», de Rafael Montesinos (Sevilla, 1920-Madrid, 2005), autor que publicó sus primeros poemas en las revistas Garcilaso, Espadaña e Ínsula. Su extensa obra poética está formada por Balada del amor primero (Madrid, Garcilaso, 1944), Canciones perversas para una niña tonta (Madrid, Garcilaso, 1946), El libro de las cosas perdidas (Valladolid, Colección Halcón, 1946), Las incredulidades (Madrid, Rialp, 1948), Cuaderno de las últimas nostalgias (Madrid, Neblí, 1994), País de la esperanza (Santander, Colección Cantalapiedra, 1955), La soledad y los días (Madrid, Afrodisio Aguado, 1956), El tiempo en nuestros brazos (Madrid, Ágora, 1958, Premio Ciudad de Sevilla y Premio Nacional de Literatura), Breve antología poética (Sevilla, La Muestra, 1962), La verdad y otras dudas (Madrid, Cultura Hispánica, 1967), Cancionerillo de tipo tradicional (Madrid, La Estafeta Literaria, 1971), Poesía 1944-1979 (Barcelona, Plaza & Janés, 1979), Último cuerpo de campanas (Sevilla, Calle del Aire, 1980), De la niebla y sus nombres (Madrid, Hiperión, 1985), Antología poética 1944-1995 (Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1995), Con la pena cabal de la alegría (Madrid, Libertarias-Prodhufi, 1996, Premio Andalucía de la Crítica), Madrugada de Dios (Sevilla, Mundo Cofrade / Art & Press, 1998), Antología poética (Madrid, Rialp, 2003) y La vanidad de la ceniza (Madrid, Vitruvio, 2005).
Todo el soneto se construye como un continuado apóstrofe al «Señor», al que se dirige con ese vocativo en los versos 1, 3, 7 y 11, y en él el yo lírico expresa su arrepentimiento («esta dolida / voz de arrepentimiento que te reza», vv. 3-4), su desazón por haber correspondido con «espinas y aspereza» a la «miel» que Dios derramó en su existencia (vv. 5-6), al tiempo que le pide la salvación de «esta vencida / primavera de angustia que ahora empieza» (vv. 7-8). La voz lírica, en fin, es consciente tanto de los pecados cometidos («la cadena / candente de la carne amarga y triste», vv. 10-11) como de que su situación podría haber llegado a ser mucho más desesperada, cosa que sin embargo Dios no ha permitido («la angustia que me llena / mayor pudo haber sido, y no quisiste», vv. 13-14).
Hoy te traigo, Señor, esta tristeza
de saberme sin gozo y sin herida;
hoy te traigo, Señor, esta dolida
voz de arrepentimiento que te reza.Te devolví en espinas y aspereza
la miel que derramaste por mi vida.
Sálvame Tú, Señor, esta vencida
primavera de angustia que ahora empieza.Si malgasté un amor, y otro a mi lado
dejé morir sin luz en la cadena
candente de la carne amarga y triste,hoy te vuelvo lo poco que he salvado;
porque, Señor, la angustia que me llena
mayor pudo haber sido, y no quisiste[1].
[1] Rafael Montesinos, Poesía (1944-1979), Esplugas de Llobregat (Barcelona), Plaza & Janés, 1979, p. 47. Incluido en Cuando rezar resulta emocionante. Poesías para orar, 2.ª ed., refundida y ampliada, selección, presentación y notas de Manuel Casado Velarde, Madrid, Ediciones Cristiandad, 2017, p. 58, por donde lo cito.









