Sevilla literaria: «Río de Sevilla, ¡quién te pasase…», de Lope de Vega

En este recorrido por la presencia de Sevilla en la literatura hispánica, no podía faltar el nombre de Lope de Vega, quien ambientó varias de sus comedias en la ciudad hispalense (baste recordar, por ejemplo, El arenal de Sevilla), dando entrada en ellas tanto a descripciones de lugares emblemáticos de la ciudad como a elementos folclóricos con ella relacionados. Tal es el caso de esta cancioncilla que inserta al comienzo de la tercera jornada de Amar, servir y esperar, cuando la dama Dorotea pide a su criada Esperanza que baile para entretenerla, aprovechando que el criado Andrés pude ayudarla cantando «por lo cortesano airoso».

El río Guadalquivir a su paso por Sevilla.
El río Guadalquivir a su paso por Sevilla.

Río de Sevilla,
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
[1]
se me mojase!

Salí de Sevilla
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño[2]
dorada servilla.

Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando:
«¡Quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!»[3].


[1] servilla: «Zapato ligero y de suela muy delgada» (DLE).

[2] pie pequeño: el canon de belleza femenina de la época establecía la preferencia por los pies pequeños, que calzasen pocos puntos.

[3] Lope de Vega, Amar, servir y esperar, Jornada III, vv. 65-78. Cito por la edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, a partir de Ventidós parte perfeta de las Comedias del Fénix de España frey Lope Félix de Vega Carpio…, en Madrid, por la viuda de Juan González, a costa de Domingo de Palacio y Villegas y Pedro Vergés, 1635.

Sevilla literaria: «Esta luz de Sevilla… Es el palacio», de Antonio Machado

Retomo hoy la serie de poemas “sevillanos” con este soneto de Nuevas canciones (1917-1930) de Antonio Machado, en el que se mezclan la evocación de la ciudad y la casa natal, el Palacio de las Dueñas (brevemente, en los dos primeros versos) y el recuerdo nostálgico del padre, Antonio Machado Álvarez, «Demófilo».

Placa en recuerdo de Antonio Machado Álvarez, «Demófilo», en el centenario de su muerte

Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. —La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio—.

Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
A veces habla solo, a veces canta.

Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacío.

Ya escapan de su ayer a su mañana;
ya miran en el tiempo, ¡padre mío!,
piadosamente mi cabeza cana[1].


[1] Cito por Antonio Machado, Nuevas canciones (1917-1930), ed. de Ángel L. Prieto de Paula, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, sección «Sonetos», IV.

Sevilla literaria: «Sevillanas del siglo XVIII», canción popular antigua recopilada por Federico García Lorca

De Federico García Lorca, y con relación a la presencia de Sevilla como tema en la literatura, ya ha quedado transcrito su «Poema de la saeta», composición incluida Poema del cante jondo (obra escrita en 1921, pero no publicada hasta diez años después, en 1931). Hoy traigo estas «Sevillanas del siglo XVIII», que es una de las diez piezas de su «Colección de Canciones Populares Antiguas», grabadas por el sello La Voz de su Amo, en 1931, interpretadas por La Argentinita (voz, castañuelas y taconeo), con arreglos y el acompañamiento al piano del propio Federico.

Puente de Isabel II o de Triana (Sevilla)
Puente de Isabel II o de Triana (Sevilla).

¡Viva Sevilla!
Llevan las sevillanas
en la mantilla
un letrero que dice:
¡Viva Sevilla!

¡Viva Triana!
¡Vivan los de Triana,
los trianeros!
¡Vivan los sevillanos
y sevillanas!

Lo traigo andado.
La Macarena y todo
lo traigo andado.
Cara como la tuya
no la he encontrado.
La Macarena y todo
lo traigo andado.

¡Ay río de Sevilla,
qué bien pareces,
lleno de velas blancas
y ramos verdes![1]


[1] Cito por Federico García Lorca, Poesía completa, Barcelona, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2013, pp. 759-760.

Sevilla literaria: «Abril sevillano», soneto de Manuel Machado

Al examinar el tema de Sevilla en la literatura, ya hemos tenido ocasión de considerar otro soneto de Manuel Machado, el titulado «La caseta de feria». Copiaré hoy otra composición, también soneto, titulada «Abril sevillano», perteneciente a la sección «Sevilla» de Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias) (1943), el cual presenta como «cifra de toda maravilla» española los dos grandes acontecimientos sevillanos de la Semana Santa y la Feria.

Semana Santa sevillana

El poema dice así:

Abril que tantas flores desabrocha,
que tantas lenguas de cristal desata,
Abril gracioso, Abril de espuma y nata,
que todo bien y toda luz derrocha.

Abril loco de amor, Abril divino,
joven abril, tesoro de verdores.
Rico Abril de los miles de colores…
Gloria del tiempo, encanto del camino.

Abril, por quien el año Abril se llama
mientras la lumbre de los ojos brilla
y la aventura de vivir se ama…

Como cifra de toda maravilla,
en la tierra española, Abril se clama:
Semana Santa y Feria de Sevilla[1].


[1] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 520.

Sevilla literaria: «¡Oh maravilla, / Sevilla sin sevillanos, / la gran Sevilla!», de Abel Infanzón / Antonio Machado

Como estamos teniendo ocasión de comprobar, el tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros literarios, desde la Edad Media hasta nuestros días. En las últimas semanas he traído al blog un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense y otros tres de Manuel Machado («La caseta de feria»), de Gerardo Diego («Giralda») y de Rafael Laffón («A Jesús del Gran Poder en sus andas de la madrugada»); también el «Poema de la saeta» de Federico García Lorca; y hay asimismo abundantes entradas sobre los hermanos Manuel Machado y Antonio Machado. Añadiré hoy el poema de este último que comienza «¡Oh maravilla, / Sevilla sin sevillanos, / la gran Sevilla!»; en su Cancionero apócrifo Machado lo atribuye a Abel Infanzón, uno de aquellos «poetas que pudieron existir», al que dedica esta escueta nota biográfica: «Nació en Sevilla en 1825. Murió en París en 1887».

En esta composición machadiana, como afirmó Rogelio Reyes, «Sevilla no es de verdad: pertenece a la ensoñación poética y cumple la función de paraíso perdido para siempre, el irrecuperable paraíso de la niñez obsesivamente alimentado hasta el final…»[1]. En efecto, el poema constituye una nostálgica evocación de la Sevilla de la infancia, que apunta también en el comienzo de su célebre «Retrato» que abre Campos de Castilla («Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero») o en el soneto de Nuevas canciones en el que evoca a su padre y que arranca con estos dos versos: «Esta luz de Sevilla… Es el palacio / donde nací, con su rumor de fuente»[2].

Palacio de Las Dueñas (Sevilla), casa natal de Antonio Machado.

La composición de Abel Infanzón / Antonio Machado, que por si sencillez no requiere mayor comentario explicativo, dice así:

¡Oh maravilla, 
Sevilla sin sevillanos, 
la gran Sevilla! 

Dadme una Sevilla vieja
donde se dormía el tiempo, 
en palacios con jardines, 
bajo un azul de convento. 

Salud, oh sonrisa clara 
del sol en el limonero 
de mi rincón de Sevilla, 
¡oh alegre como un pandero,
luna redonda y beata
sobre el tapial de mi huerto! 

Sevilla y su verde orilla, 
sin toreros ni gitanos, 
Sevilla sin sevillanos, 
oh maravilla![3]


[1] Palabras de Rogelio Reyes en una conferencia pronunciada en febrero de 2014 en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Recupero la cita de la entrada «¿Sevilla sin sevillanos?» del 27 de septiembre de 2022 del blog del Aula de la Experiencia de la Universidad de Sevilla.

[2] Se refiere al sevillano palacio de Las Dueñas, cuyo administrador y uno de sus inquilinos era el padre del poeta, Antonio Machado Álvarez. Allí nació Antonio el 26 de julio de 1875.

[3] Lo cito por Antonio Machado, Poesías completas. Soledades / Galerías / Campos de Castilla…, edición de Manuel Alvar, apéndice de M.ª Pilar Celma, 27.ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 1998, pp. 445-446.

Sevilla literaria: «A Jesús del Gran Poder en sus andas de la madrugada», soneto de Rafael Laffón

Como estamos teniendo ocasión de comprobar, el tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros literarios, desde la Edad Media hasta nuestros días. Recientemente hemos traído al blog un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense y otros dos de Manuel Machado («La caseta de feria») y de Gerardo Diego («Giralda»); el «Poema de la saeta» de Federico García Lorca; y hay también abundantes entradas sobre el propio Manuel Machado y sobre su hermano Antonio Machado. Hoy traigo el soneto «A Jesús del Gran Poder en sus andas de la madrugada», de Rafael Laffón, perteneciente a su poemario Adviento de la angustia (Valladolid, Halcón, 1948). Miguel Cruz Giráldez, en su anotación, explica claramente la alegoría náutica que estructura el soneto y apunta los principales rasgos de estilo; así, indica que la composición

responde a un estímulo estético-religioso surgido a raíz de la contemplación de Jesús del Gran Poder, al despuntar el alba de un Viernes Santo de Sevilla. El soneto es un precioso documento de esa instantánea. Con una técnica impresionista, logra transmitirnos toda la fuerza poética de tan sobrecogedora estampa. Con evidente acierto iguala Laffón el paso del Señor a un navío que flota sobre un mar de humanas cabezas espectadoras. Y es el mismo Dios —abrazado fuertemente a la cruz que lo agobia— el timonel que imprime el rumbo a esa nave. Es el momento en que las primeras luces matutinas rompen el velo inefable de la gran madrugada pasional. El poeta nos lo expresa por medio de notas coloristas: «desmayo de violetas» (v. 9) y «va Jesús —ya entre rosas— timonero» (v. 14).

El tono del poema es diáfano. Sus metáforas no son herméticas y, aunque muy elaboradas, son perfectamente identificables en sus dos planos. En este soneto se produce una admirable síntesis de elementos cultos (la combinación métrica y los artificiosos procedimientos expresivos, a veces algo gongorinos: «De la Cruz cuanto es más la pesadumbre / tanto de penas el bajel más flota») y populares (el tema). El acierto de la composición reside precisamente en el tratamiento culto de un tema popular. Laffón, una vez más, supera el más estrecho localismo consiguiendo para su obra una validez estética universal[1].

Jesús del Gran Poder (Archivo de la Hermandad del Gran Poder, Sevilla)
Jesús del Gran Poder (Archivo de la Hermandad del Gran Poder, Sevilla).

Este es el texto del soneto (en nota al pie explico algunos términos, sobre todo los propios del léxico de la navegación):

Alto fanal[2] de trágica galeota[3]
sobre un mar de encrespada muchedumbre.
Las andas vienen y a la opaca lumbre
Jesús marca a su nave la derrota[4].

¿Adónde en la tiniebla densa, ignota?
Turbia ansiedad, livor[5] e incertidumbre.
De la Cruz cuanta es más la pesadumbre
tanto de penas el bajel más flota.

Desmayo de violetas, y el ventalle[6]
que el vidrio helado empáñale al lucero…
El alba, en fin, que asoma por la calle[7].

Y en las manos de fiebre su Madero,
como asido a un sangriento gobernalle[8],
va Jesús —ya entre rosas— timonero[9].


[1] Miguel Cruz Giráldez, en su selección y comentarios de «Rafael Laffón (Sevilla, 1895-Sevilla, 1978)», en Poetas del 27. Antología comentada, introducción de Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa Calpe, 1998, pp. 672-673.

[2] fanal: «El farol grande que el navío o galera capitana lleva en el remate de la popa, para que los demás que componen la armada puedan seguirla de noche, guiados por su luz» (Diccionario de Autoridades).

[3] galeota: «Galera menor, que consta de diez y seis o veinte remos por banda, y solo un hombre en cada uno. Lleva dos árboles, y algunos cañones pequeños» (Diccionario de Autoridades).

[4] derrota: derrotero, rumbo.

[5] livor: las dos acepciones principales del término encajan aquí, ʻcolor cárdenoʼ (es voz poética), en alusión a la túnica morada del Nazareno; pero también podría ser ʻmalignidad, envidia, odioʼ, de quienes lo han condenado a muerte.

[6] ventalle: voz cara a san Juan de la Cruz, del catalán ventall, que significa ʻabanicoʼ; pero también podría valer aquí ʻvientoʼ.

[7] Téngase en cuenta que la procesión de Jesús del Gran Poder sale en la Madrugá del Viernes Santo.

[8] gobernalle: timón.

[9] Lo cito por Poetas del 27. Antología comentada, introducción de Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa Calpe, 1998, p. 672.

Sevilla literaria: el «Poema de la saeta», de Federico García Lorca

El tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros literarios, desde la Edad Media hasta nuestros días. Recientemente hemos traído al blog un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense y otros dos de Manuel Machado («La caseta de feria») y de Gerardo Diego («Giralda»); y hay también abundantes entradas sobre el propio Manuel Machado y sobre su hermano Antonio Machado. Hoy traigo la composición «Poema de la saeta» de Federico García Lorca, dedicada a Francisco Iglesias, perteneciente a Poema del cante jondo (obra escrita en 1921, pero no publicada hasta diez años después, en 1931).

Vista de Sevilla

El poema está formado por ocho secuencias («Arqueros», «Noche», «Sevilla», «Procesión», «Paso», «Saeta», «Balcón» y «Madrugada»), que componen otras tantas estampas de la ciudad hispalense. Dice así:

ARQUEROS

Los arqueros oscuros
a Sevilla se acercan.

Guadalquivir abierto.

Anchos sombreros grises
y largas capas lentas.

¡Ay, Guadalquivir!

Vienen de los remotos
países de la pena.

Guadalquivir abierto.

Y van a un laberinto.
Amor, cristal y piedra.

¡Ay, Guadalquivir!

NOCHE

Cirio, candil,
farol y luciérnaga.

La constelación
de la saeta.

Ventanitas de oro
tiemblan,
y en la aurora se mecen
cruces superpuestas.

Cirio, candil,
farol y luciérnaga.

SEVILLA

Sevilla es una torre
llena de arqueros finos

Sevilla para herir.
Córdoba para morir.

Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como laberintos.
Como tallos de parra
encendidos.

¡Sevilla para herir!

Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio,
dispara la constante
saeta de su río.

¡Córdoba para morir!

Y loca de horizonte,
mezcla en su vino,
lo amargo de Don Juan
y lo perfecto de Dionisio.

Sevilla para herir.
¡Siempre Sevilla para herir!

PROCESIÓN

Por la calleja vienen
extraños unicornios.
¿De qué campo,
de qué bosque mitológico?
Más cerca,
ya parecen astrónomos.
Fantásticos Merlines
y el Ecce Homo,
Durandarte encantado.
Orlando furioso.

PASO

Virgen con miriñaque,
virgen de la Soledad,
abierta como un inmenso
tulipán.
En tu barco de luces
vas
por la alta marea
de la ciudad,
entre saetas turbias
y estrellas de cristal.
Virgen con miriñaque
tú vas
por el río de la calle,
¡hasta el mar!

SAETA

Cristo moreno
pasa
de lirio de Judea
a clavel de España.

¡Miradlo por dónde viene!

De España.
Cielo limpio y oscuro,
tierra tostada,
y cauces donde corre
muy lenta el agua.
Cristo moreno,
con las guedejas quemadas,
los pómulos salientes
y las pupilas blancas.

¡Miradlo por dónde va!

BALCÓN

La Lola
canta saetas.
Los toreritos
la rodean,
y el barberillo
desde su puerta,
sigue los ritmos
con la cabeza.
Entre la albahaca
y la hierbabuena,
la Lola canta
saetas.
La Lola aquella,
que se miraba
tanto en la alberca.

MADRUGADA

Pero como el amor
los saeteros
están ciegos.

Sobre la noche verde,
las saetas,
dejan rastros de lirio
caliente.

La quilla de la luna
rompe nubes moradas
y las aljabas
se llenan de rocío.

¡Ay, pero como el amor
los saeteros
están ciegos![1]


[1] Cito por Federico García Lorca, Poesía completa, Barcelona, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2013, pp. 268-272.

Sevilla literaria: «Giralda», soneto de Gerardo Diego

Vamos viendo que el tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros, desde la Edad Media hasta nuestros días. Recientemente hemos traído al blog un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense y el soneto «La caseta de feria», de Manuel Machado, y hay también abundantes entradas sobre este último poeta sevillano y sobre su hermano Antonio Machado.  Hoy copiaré el soneto «Giralda» de Gerardo Diego, que es el poema 2 de la primera sección de su poemario Alondra de verdad (Madrid, Ediciones Escorial, 1941). El propio poeta nos ofrece esta detallada explicación:

Compuesto en Gijón, 1926. Y ofrecido para su publicación en la revista de Sevilla Mediodía. Mis ojos estrenaron Sevilla en la Semana Santa de 1925. Una de mis primeras visiones fue la de la Giralda, ofrecida súbitamente a mis miradas que vagaban distraídas al nivel de la calle, «al contraluz de luna limonera». La impresión fue muy intensa y tan maravillada que recuerdo que una de las agujas de la catedral fue, durante unos instantes, para mí el más incólume de los cipreses. Meses después trabajaba laboriosamente el soneto que en la primera versión enviada a Mediodía llevaba este segundo cuarteto:

¿Qué te dice la hermana de la orilla
—azulejo oro y moro—? ¿Se querella
de tu esbeltez o de tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla?

Un escrúpulo de unidad me llevó a sustituir la alusión a la torre del Oro por la forma definitiva, que aún llegó a tiempo para la impresión en la revista.

En otro viaje a Sevilla me contaron los amigos que un ilustre erudito hispalense lamentaba mi error arqueológico al llamar mudéjar a la Giralda en lugar de almohade. Y tenía muchísima razón. Sólo que no había tal error. Pues aparte de que ningún poeta le cantaría a la Giralda aunque le aspasen «yo almohade te quiero y no cristiana», en mi caso mis precarios conocimientos de Historia del Arte («notable» nada más en las aulas salmantinas) alcanzaban hasta esa precisión. Pero al «quererla» mudéjar —que no es decir que lo sea— pretendía, claro es, humanizarla, viva, islámica y sin conversión o apostasía en tierra de cristianos, esto es, mudéjar.

Finalmente, un querido amigo prefiere cortar por lo sano y recita el debatido verso así: «Ni mudéjar te quiero ni cristiana». Variante que si mejora tal vez en energía retórica, en cambio rinde demasiado abstracta la geometría —que yo quiero aún humana— del verso final[1].

Vista de Sevilla y la Giralda

El texto es como sigue:

Giralda en prisma puro de Sevilla
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.

Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples —ay, Narcisa— en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.

Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.

Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura[2].


[1] Explicación del autor en Gerardo Diego, Obras completas. Poesía, Tomo I, edición preparada por Gerardo Diego, edición, introducción, cronología, bibliografía y notas de Francisco Javier Díez de Revenga, Madrid, Alfaguara, 1989, pp. 488-489.

[2] Cito por Gerardo Diego, Obras completas. Poesía, Tomo I, p. 433.

Sevilla literaria: «La caseta de feria», soneto de Manuel Machado

El tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros literarios, desde la Edad Media hasta nuestros días. La semana pasada veíamos un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense, y quedan también en el blog abundantes entradas sobre los poetas sevillanos Antonio Machado y Manuel Machado. Entre la producción poética de este último, que ha sido calificado como «el poeta de Sevilla» por antonomasia[1], se cuenta un poemario titulado precisamente Sevilla (1920), que incluye estas composiciones: «La mujer sevillana. I, Carmen. II, Rosario. II, Ana», «Dice la guitarra», «Cantaora», «Cualquiera canta un cantar», «Las mujeres de Romero de Torres», «La capa española», «La guitarra habla», «Del querer» y «Rondel flamenco»[2]. Y «Sevilla» es también una de las secciones que forman Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), poemario de 1943, la cual incluye cuatro poemas: «La caseta de feria», «Abril sevillano», «Poetas sevillanos» y «Pregón de flores en elogio de “Las flores” [de los hermanos Álvarez Quintero]».

Casetas de feria en Sevilla

Pues bien, hoy copiaré la primera de estas cuatro composiciones, un soneto en el que el poeta retrata una Sevilla primaveral en cuya silueta destaca como «alfil soberbio» (v. 6, bella metáfora) la Giralda, la famosa torre de la catedral hispalense. Dice así:

Sevilla —aire de luz y luz de aroma—
abre, en abril, como una flor radiante,
su corazón, sonoro y palpitante,
con un batir de alas de paloma.

Por dondequiera la Giralda asoma
—alfil soberbio—, alerta y elegante,
señaladora del divino instante
en que a la tierra el cielo en brazos toma.

Para gozar el mágico momento,
para morir un poco al cotidiano
pesar y realizar la maravilla

de suspender el triste pensamiento,
tener es fuerza el lujo soberano
de una caseta en Feria de Sevilla[3].


[1] Véase, por ejemplo, el trabajo de José María García de Tuñón Aza «Manuel Machado, el poeta de Sevilla. Algunas consideraciones acerca de la obra del poeta», El Catoblepas. Revista crítica del presente, 169, marzo de 2016, p. 11.

[2] Incluido en Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, pp. 241-255.

[3] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, p. 519.

Sevilla literaria: un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense

Ya en el blog ha tenido cabida la materia relacionada con la presencia Sevilla en la literatura, a través de entradas dedicadas a destacados escritores sevillanos como los hermanos Antonio Machado y Manuel Machado. Ahora bien, cabe abordar también la temática específica de la «Sevilla literaria», esto es, composiciones literarias dedicadas —en todo o en parte— a la evocación y el elogio de la ciudad hispalense.

Catedral de Sevilla, con la Giralda.

Tales evocaciones se retrotraen a la literatura de la Edad Media, como sucede en esta composición de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (1398-1458), «Otro soneto quʼel Marqués fizo en loor de la ciudad de Sevilla quando él fue a ella en el año de cincuenta e çinco»; es el XXXII de sus Sonetos al itálico modo —conservados en el manuscrito 2655 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, primer intento de adaptación a la poesía castellana de esta composición poética—, y dice así:

Roma en el mundo e vos en España
soys solas çibdades çïertamente[1],
fermosa Yspalis[2], sola por fazaña,
corona de Bética[3] exçelente.               

   Noble por hedifiçios, non me engaña
vana apparencia, mas judgo patente
vuestra grand fama aún non ser tamaña[4]
quan loable soys a quien lo sïente.                   

    En vos concurre venerable clero,
sacras reliquias, sanctas religiones[5],
el braço militante caballero,

    claras estirpes, diversas nasçiones,
fustas sin cuento[6]; Hércules primero,
Yspán e Julio[7] son vuestros patrones[8].


[1] soys solas çibdades çïertamente: ʻsolo Roma—cabeza de la cristiandad—, y vos, Sevilla sois verdaderamente ciudadesʼ; es decir, todas las demás ciudades del mundo no tienen comparación con estas dos.

[2] Yspalis: Hispalis, nombre antiguo de Sevilla.

[3] Bética: denominación de la antigua región del sur peninsular, en la división administrativa de la Hispania romana.

[4] tamaña: sentido etimológico, tam magna, ʻtan grandeʼ.

[5] religiones: órdenes religiosas.

[6] fustas sin cuento: naves incontables; recuérdese que el Guadalquivir era navegable y Sevilla era, por tanto, un importante puerto fluvial. Desde 1492, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, Sevilla se convertiría en puerto y puerta de América.

[7] Hércules primero, / Yspán e Julio: se consideraba que Hércules fue el fundador de Hispalis e Hispán, su sobrino, le sucedió en el gobierno de la ciudad. Según otra leyenda, Julio César mandó poblar la urbe hispalense.

[8] Cito por Poesía medieval, ed. de Víctor de Lama, Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial, 2018, p. 210. Puede consultarse también la edición clásica de Maxim P. A. M. Kerkhof (Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, Comedieta de Ponça. Sonetos al itálico modo, Madrid, Cátedra, 1986).