Al examinar el tema de Sevilla en la literatura, ya hemos tenido ocasión de considerar otro soneto de Manuel Machado, el titulado «La caseta de feria». Copiaré hoy otra composición, también soneto, titulada «Abril sevillano», perteneciente a la sección «Sevilla» de Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias)(1943), el cual presenta como «cifra de toda maravilla» española los dos grandes acontecimientos sevillanos de la Semana Santa y la Feria.
El poema dice así:
Abril que tantas flores desabrocha, que tantas lenguas de cristal desata, Abril gracioso, Abril de espuma y nata, que todo bien y toda luz derrocha.
Abril loco de amor, Abril divino, joven abril, tesoro de verdores. Rico Abril de los miles de colores… Gloria del tiempo, encanto del camino.
Abril, por quien el año Abril se llama mientras la lumbre de los ojos brilla y la aventura de vivir se ama…
Como cifra de toda maravilla, en la tierra española, Abril se clama: Semana Santa y Feria de Sevilla[1].
[1] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 520.
El tema de Sevilla en la literatura se hace muy presente, en todos los géneros literarios, desde la Edad Media hasta nuestros días. La semana pasada veíamos un soneto del marqués de Santillana en loor de la ciudad hispalense, y quedan también en el blog abundantes entradas sobre los poetas sevillanos Antonio Machado y Manuel Machado. Entre la producción poética de este último, que ha sido calificado como «el poeta de Sevilla» por antonomasia[1], se cuenta un poemario titulado precisamente Sevilla (1920), que incluye estas composiciones: «La mujer sevillana. I, Carmen. II, Rosario. II, Ana», «Dice la guitarra», «Cantaora», «Cualquiera canta un cantar», «Las mujeres de Romero de Torres», «La capa española», «La guitarra habla», «Del querer» y «Rondel flamenco»[2]. Y «Sevilla» es también una de las secciones que forman Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), poemario de 1943, la cual incluye cuatro poemas: «La caseta de feria», «Abril sevillano», «Poetas sevillanos» y «Pregón de flores en elogio de “Las flores” [de los hermanos Álvarez Quintero]».
Pues bien, hoy copiaré la primera de estas cuatro composiciones, un soneto en el que el poeta retrata una Sevilla primaveral en cuya silueta destaca como «alfil soberbio» (v. 6, bella metáfora) la Giralda, la famosa torre de la catedral hispalense. Dice así:
Sevilla —aire de luz y luz de aroma— abre, en abril, como una flor radiante, su corazón, sonoro y palpitante, con un batir de alas de paloma.
Por dondequiera la Giralda asoma —alfil soberbio—, alerta y elegante, señaladora del divino instante en que a la tierra el cielo en brazos toma.
Para gozar el mágico momento, para morir un poco al cotidiano pesar y realizar la maravilla
de suspender el triste pensamiento, tener es fuerza el lujo soberano de una caseta en Feria de Sevilla[3].
Este soneto de Manuel Machado pertenece a la sección «Proloquios» de su recopilación poética Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), publicada en el año 1943. Se trata de una entusiasta evocación de esa joya bibliográfica que es el Quijote impreso por Joaquín Ibarra en 1780, en cuatro volúmenes, a petición de la Real Academia Española y siguiendo sus normas ortográficas y sintácticas. La valoración de esta elegante edición la sintetiza certera y magníficamente el último verso de la composición: «el mejor libro en la mejor imprenta».
El Quijote de Joaquín Ibarra (1780).
El texto del poema es como sigue:
De Elzevirios, de Aldos y Plantinos[1] insigne sucesor fue Ibarra un día gloria de la española Artesanía, sol magnificador de sus caminos…
Logra el trabajo con amor destinos de Arte supremo. Ibarra lo sabía y penetró con clásica maestría del suyo los secretos peregrinos.
De Bodoni y Didot[2] rival triunfante, la página de Ibarra el sello ostenta claro, severo, pulcro y elegante.
Y su Quijote insigne representa la cifra de la gloria culminante: el mejor libro en la mejor imprenta[3].
[1]De Elzevirios, de Aldos y Plantinos: nombres de ilustres impresores clásicos con los que entronca Ibarra. Con Elzevirios alude a Lodewijk Elzevir —Luis Elzevir I— (1540-1617), fundador en Leiden (Países Bajos) de una larga dinastía de impresores holandeses que permaneció activa hasta 1712, de cuyos talleres se calcula que salieron unas 1.600 ediciones. El humanista Aldus Pius Manutius, Aldo Manuzio (Aldo Manucio en español) o Aldo el Viejo (1449-1515) fue el fundador en Venecia de la Imprenta Aldina, famosa por sus elegantes impresiones de obras clásicas y por la invención de las letras itálicas o cursivas. En fin, Christoffel Plantijn (c. 1520-1589), conocido como Christophorus Plantinus en latín y como Cristóbal Plantino en español, fue otro célebre impresor y librero flamenco. Junto con Arias Montano se encargó de la impresión de la Biblia Políglota Regia, siendo nombrado por ello «architipógrafo regio» por Felipe II. Su no menos célebre imprenta ubicada en Amberes, denominada Officina Plantiniana, se conserva en la actualidad como Museo Plantin-Moretus, por su yerno Jan Moretus, heredero de Plantino en el negocio impresor.
[2]Bodoni y Didot: se refiere a Giambattista Bodoni (1740-1813), impresor y tipógrafo italiano que creó varios tipos de letra serifa que todavía se utilizan en la actualidad (la fuente Bodoni); y a Firmin Didot (1764-1836), grabador, impresor y tipógrafo francés, miembro de la más célebre familia de impresores franceses, al que se le recuerda por sus ediciones de grabados de Giovanni Battista Piranesi y por ser el creador de la técnica de la estereotipia. Al igual que Bodoni, también da nombre a una célebre fuente tipográfica, los caracteres Didot, que tradicionalmente han constituido el tipo estándar nacional para las publicaciones francesas.
[3] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 490.
Siguiendo con la serie de poemas de Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947) que evocan temas y personajes de nuestros Siglos de Oro, copiaré hoy su soneto dedicado a «San Juan de la Cruz». Se trata de la composición que encabeza la sección «Horario» de su libro Cadencias de cadencias (nuevas dedicatorias), publicado en Madrid, por Editora Nacional, el año 1943.
El soneto reza como sigue:
Juan de la Cruz: Poeta del Divino Amor. Carne del alma, estremecida de Eternidad en flor. Nardo de vida hacia otra Vida abierto, peregrino.
Hasta el Supremo Bien fue tu destino alzar un alma de Beldad transida, de la ternura por la senda erguida y el éxtasis que pone en pie el camino.
La gloria del Amado en sus criaturas, la soledad sonora, la callada música[1] de divinos embelesos,
del Carmelo las sacras cumbres puras… Todas las hizo tuyas tu mirada en el más inefable de los besos[2].
[1]la soledad sonora, la callada / música: eco directo del «Cántico espiritual»: «… la noche sosegada / en par de los levantes de la aurora, / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora».
[2] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 535. Figura publicado con variantes en el número 25, de noviembre de 1942, de la revista Escorial. Ver Ángel Manuel Aguirre, «Verso y prosa de Manuel Machado no incluido en la edición de sus Obras completas», Cuadernos Hispanoamericanos, núms. 304-307, tomo I, octubre-diciembre 1975-enero 1976, p. 126.