Las «Poesías varias» (1806) de Vicente Rodríguez de Arellano (y 4)

Las últimas composiciones de estas Poesías varias son: el «Cuento» que empieza «Un marinero que ocho años…»; el soneto «¿Qué me queda?» (el sujeto lírico se lamenta de que solo le quedan los remordimientos de su pasada juventud de vicios); una «Letrilla satírica», cuyo estribillo es «¿Y qué tenemos con eso?», en la que las figuras satirizadas son el médico matasanos, el cochero enriquecido que se las da de caballero, el pícaro que murmura de honras y vidas ajenas y el hombre que, una vez ha medrado, olvida los favores recibidos; dos fábulas, «El cuerdo y el necio» (romancillo hexasílabo de rima á-a; uno trata de pegar a las moscas con una vara, mientras el otro las atrapa con un plato de miel; y la moraleja es: «Con miel, no con palos, / las moscas se cazan; / lo que no la fuerza, / el agrado alcanza»); y «La águila y el zorro» (en 9 redondillas se cuenta la historia del águila que no puede abrir una ostra para comerla; el zorro le dice que la arroje y, al golpearse, se romperá; así lo hace, pero entonces el zorro se la lleva: «De esta fábula el espejo / nos deja bien avisados, / que de los interesados / nunca es seguro el consejo»); tres epigramas, el que empieza «De un clavel en la frescura…» (Cupido, preso en los labios de Fili); otro cuyo primer verso es «De parto estaba, y penoso…» (el doble sentido de la expresión final sugiere que Lucas es un marido engañado); y «En el jardín de Cupido…» (Irene se ha pinchado con las espinas de unas rosas); en fin, dos «Cuentos», «Una misma habitación…» y «En Cádiz una gitana…», que son de nuevo meras anécdotas o chistes versificados.

Águila y zorro

Sin duda alguna, lo más interesante de estas Poesías varias de Vicente Rodríguez de Arellano son los sonetos, las letrillas a lo Góngora (salvadas, claro está, las distancias) y el romance morisco «Abenzulema». También podrían salvarse algunas de sus composiciones jocosas y burlescas, en las que el autor puede lucirse con juegos de palabras como estos: «Pronto oiréis que perdí / mi flaco vital estambre, / pues no puedo comer de hambre / y el hambre me come a mí» (p. 131); «verme con tantas banderas / me ha de dar alferecía» (p. 133), etc. Terminaré recordando que en el volumen 67 de la BAE, Poetas líricos del siglo XVIII, tomo III, ed. de Leopoldo Augusto de Cueto, Madrid, Imprenta de los Sucesores de Hernando, 1922, pp. 549-553 se seleccionan algunas poesías de este poco conocido escritor navarro, precedidas de una breve «Noticia biográfica»[1].


[1] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Las Poesías varias (1806) de Vicente Rodríguez de Arellano», Río Arga. Revista de poesía, 88, tercer y cuarto trimestre de 1998, pp. 46-51.

Las «Poesías varias» (1806) de Vicente Rodríguez de Arellano (1)

El libro Poesías varias de don Vicente Rodríguez de Arellano (Madrid, por Repullés, 1806), va precedido por una cita preliminar: «Me quoque Parnasi per lubrica culmina raptat laudis amor…», de P. Jacob Vannier. Tras la dedicatoria «A la excelentísima señora doña Joaquina María del Pilar Téllez-Girón…», fechada en Madrid a 5 de diciembre de 1805 (el autor habla de «estas débiles flores de mi rústico ingenio»), sigue un «Prólogo» (pp. 7-11), donde explica:

Yo quiero ser uno de tantos como escriben poesías en estos tiempos»; y se refiere a la diversidad de temas y formas estróficas del libro con estas palabras: «He procurado que fuesen interpolados los asuntos y especies de versos; porque como a mí me cansa el ver doscientos o más sonetos, etc. seguidos, creo que lo mismo sucederá a los demás (p. 8).

Y más adelante insiste: «Como el gusto de las gentes es tan vario, por eso en mis poesías he buscado la variedad; pues de esta suerte todos hallarán algo que se acomode a su genio» (p. 10). Indica que ha sometido sus composiciones al examen de personas cultas, y afirma que aceptará las críticas que procedan de personas inteligentes, no de necios, de forma que, si su libro gusta, dará otro volumen a la estampa.

Cubierta del libro: Poesías varias de don Vicente Rodríguez de Arellano (Madrid, por Repullés, 1806)

El libro se divide en dos partes. La «Sección Primera» se abre con una «Oda al Altísimo», bajo el lema «A Jove principium»; son 10 estrofas de seis versos que riman 7a 11B 11B 7a 7c 11C (sexteto lira). En la primera se dirige a su musa para cantar «en tono elevado / al Hacedor de todo lo criado», en las siguientes ensalza su papel de Creador, así como su Bondad y Clemencia.

Viene después una composición más extensa (ocupa las pp. 19-68), que ya había publicado como libro exento en 1789: «El valor navarro. Canto épico en honor de los cinco caballeros que libertaron de la prisión a su rey Carlos II de Navarra». Como ha resumido Fernando Pérez Ollo, es un «poema en octavas reales que canta a los cinco caballeros navarros que liberaron (1357) a Carlos II de Navarra de las prisiones francesas, hazaña entreverada con lances amorosos» (Gran Enciclopedia Navarra, IX, p. 491). Las 92 octavas reales se completan con cinco notas aclaratorias. En la octava I el autor recuerda a su amada Celia; en la II invoca a Calíope para que le ayude a cantar «una acción por insigne y generosa / digna de lauro y de memoria honrosa»; la III resume el contenido, mientras que la IV y la V son una invocación al reino de Navarra para que escuche la hazaña, escrita en octavas y no en prosa «porque tiene más alma y providencia / en el metro la acción que no en la historia». Las restantes evocan la hazaña de Rodrigo de Uriz, Corbarán de Lehet, Fernando de Ayanz, Carlos de Artieda y el barón de Garro, quienes «el peligro y la vida despreciando, / la acción más arrestada previnieron / que las campañas militares vieron» (octava XII). A los detalles del hecho de armas (su estratagema de disfrazarse de carboneros, el asalto a la prisión, etc.), se suma la historia de amor de Corbarán y Elvira (las dos acciones se imbrican porque la dama es pretendida también por Enrique de Neuvil, uno de los guardianes del rey navarro).

La «Oda. El amanecer» es un romance endecha con rima é-e que describe los sonidos, los cambios de luz y el inicio de las actividades humanas en ese momento del día, y acaba: «¡Oh, deliciosas horas! / ¡Feliz una y mil veces / aquel que disfrutaros / en paz dichosa puede». Siguen dos sonetos: el titulado «Desdén provechoso» toma como motivo central el del preso que, una vez libre, ofrece como exvoto su cadena. Aquí el yo lírico, librado de los peligros del amor, da en ofrenda su alma:

Huye animoso mísero forzado
del cautiverio que le tuvo en pena,
y ante las aras cuelga la cadena
en que vivió, infeliz, aprisionado.

Así yo, del amor escarmentado,
el alma toda de alegría llena,
cuelgo en las aras de la paz serena
el hierro que me tuvo esclavizado.

¡Oh, desdén venturoso, que rompiste
prisión de tantos años en un día,
bendigo tus influjos celestiales!

Y para demostrar cuánto pudiste,
en vez de tabla ofrezco el alma mía,
y con ella la historia de mis males.

El segundo, «Prisión feliz», habla tópicamente de la felicidad del yo lírico atrapado en la esclavitud del amor. Vienen después dos anacreónticas: la primera, «A Celia», adopta la forma de romance endecha con rima é-o; el sujeto lírico pide un beso a la amada, por la que muere de amores. En la otra, dirigida «A la misma» (también romance endecha, ahora con rima í-o) le pide un suspiro «en pago de los míos». A continuación figura un poema «A la lindísima niña doña Manuela Téllez Girón, Alfonso Pimentel, hija de los excelentísimos señores duques de Osuna, dándola los días»; como explicita el título, este nuevo romance endecha es un mero poema de circunstancias, escrito para felicitar por su cumpleaños a la niña Manolita, a la que presenta jugando con «alados amorcitos»[1].


[1] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Las Poesías varias (1806) de Vicente Rodríguez de Arellano», Río Arga. Revista de poesía, 88, tercer y cuarto trimestre de 1998, pp. 46-51.