Poesía de Adviento: «Lumbre de Dios», de Pedro Miguel Lamet, SJ

Ven, ven, Señor, no tardes,
ven, ven, que te esperamos…

Vaya para hoy, segundo domingo de Adviento, un soneto de Pedro Miguel Lamet, SJ titulado «Lumbre de Dios». De este autor ya han entrado en el blog poemas de Adviento («Soy Adviento», y su tríptico «Tres profetas de Adviento», formado por «Isaías», «Juan el Bautista» y «María») y de Navidad («Encarnación», «Meditación de fin de año»), además de otros más propios del tiempo de Semana Santa («Ceniza eterna», «El dolor del tiempo»). El que añado hoy pertenece a su libro La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad (2016) y dice así:

Dios Padre y Dios Hijo

El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; a las que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz resplandeció sobre ellos.

(Isaías, 9, 2)

Desde la sombra de la noche aquella
que también es la noche tuya y mía,
cuando esta tierra abandonada y fría
perdió sin ti la risa de tu huella,

y buscaba temblando la centella
de un sueño, una palabra, una alegría
que aliviara ese horror en que sufría
el ser sin ser, la vida sin estrella,

de pronto te asomaste a la ventana
y preguntaste al Padre de esta guisa:
—¿Qué te parece proclamar cariño

y que el hombre se sienta en la mañana
tu júbilo, tu lumbre, tu sonrisa?
—¡Bájate, Hijo, y llora como un niño![1]


[1] Pedro Miguel Lamet, La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2016, pp. 79.

«Rebeldía», un soneto de Elisabeth Mulder

Elisabeth Mulder (Barcelona, 1904-Barcelona, 1987) forma parte de la nómina femenina de la Generación del 27 y del grupo de «Las Sinsombrero». Fue escritora (cultivo la poesía, la novela, el cuento y el teatro), traductora, periodista y crítica literaria. Se ha señalado que, en el terreno poético, pasó de un simbolismo decadentista atormentado al equilibrio clásico del novecentismo. Entre sus títulos poéticos se cuentan Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y meditaciones (1933) y Poemas mediterráneos (1949). En el año 2010 fue rescatada, junto a diecinueve nombres más, por Pepa Merlo en la antología Peces en la Tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27 (Madrid, Fundación José Manuel Lara). En 2018 se publicó Sinfonía en rojo. Prosa y poesía selecta, con introducción de Juan Manuel de Prada (Madrid, Fundación Banco Santander).

Mujer rompiendo unas cadenas

A su poemario Sinfonía en rojo (1929) pertenece este soneto titulado «Rebeldía»:

Señor, ya no más hiel; quiero un momento
ser yo quien el atroz látigo empuñe.
Hastiado de lo injusto del tormento
el león que hay en mí protesta y gruñe.

Señor, ni sumisión ni mansedumbre
quiero; no soporto lo inicuo de mi yugo.
Soy rayo, río, volcán, soy muchedumbre,
no tolero cadenas ni verdugo.

Señor, ya no más hiel, que mi garganta
la inhumana ponzoña más no aguanta.
Mi corazón, congestionado, estalla…

Y una roja visión me va exaltando…
¡Si he de morir, Señor, que sea matando,
como muere el soldado en la batalla![1]


[1] Cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, pp. 225-226.

«Soñar, siempre soñar», un soneto de Lucía Sánchez Saornil

Como poeta, la producción de Lucía Sánchez Saornil (Madrid, 1895-Valencia, 1970) —que usó el seudónimo literario Luciano de San-Saor— se adscribe principalmente al movimiento ultraísta. Además de escritora y periodista, fue una destacada militante anarquista y luchadora por la emancipación de la mujer. Como escribe José Luis Ferris, «La figura de Lucía Sánchez Saornil va indefectiblemente unida al Ultraísmo, movimiento de vanguardia del que fue pionera, y al anarcofeminismo, por su enérgico papel en la lucha sindical, su antifascismo y su tenaz defensa de los derechos de la mujer»[1]. Su obra poética está formada por Estuario (1925, poemario anunciado en la revista Tobogán, que no llegó a publicarse), Romancero de Mujeres Libres (1938; hay edición facsímil del año 2020); Siempre puede volver la esperanza (poemario inédito de hacia 1960); Poesía, edición de Rosa María Martín Casamitjana (Valencia, Pre-Textos, 1996) y Corcel de fuego, edición e introducción de Nuria Capdevila-Argüelles (Madrid, Ediciones Torremozas, 2020), que recoge poesía del periodo 1914-1931.

Sirva como pequeña muestra de su quehacer poético este soneto suyo titulado «Soñar, siempre soñar» y fechado a finales de los años sesenta.

Fotografía de Jay Soundo
Fotografía de Jay Soundo (https://unsplash.com/).

Has jugado y perdiste: eso es la vida.
El ganar o perder no importa nada;
lo que importa es poner en la jugada
una fe jubilosa y encendida.

Todo lo amaste y todo sin medida.
¿Cómo puedes sentirte defraudada
si fuiste por amor crucificada
con un clavo de luz en cada herida?

Sobre urdimbres de olvido van tejiendo
lanzaderas de ensueño otra esperanza
de un morir cotidiano renaciendo.

Porque un nuevo entusiasmo nos transporta
a otro ensueño entrevisto en lontananza
y en la vida, el soñar, es lo que importa[2].


[1] José Luis Ferris, en Mujeres del 27. Antología poética, 6.ª impresión de la 1.ª ed., Barcelona, Planeta, 2025, p. 89.

[2] Recogido en Lucía Sánchez Saornil, Poesía, ed. de Rosa María Martín Casamitjana, Valencia, Pre-Textos, 1996. Lo cito por Mujeres del 27. Antología poética, introducción y edición de José Luis Ferris, p. 100, restituyendo la mayúscula al comienzo del segundo verso.

«Nuevo soneto a Cristo», de Jorge Montoya Toro

Vaya para hoy, Sábado Santo (Sábado del Silencio o de Gloria), un soneto del colombiano Jorge Montoya Toro (Titiribí, 1921-Medellín, 1989), abogado (cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Antioquia) y periodista cultural. Montoya Toro dirigió la emisora y la revista de la Universidad de Antioquia y los suplementos literarios de los diarios El Colombiano y La Defensa, de Medellín. Fue también Director de Extensión Cultural de Medellín y miembro del Instituto de Cultura Hispánica. Entre sus obras literarias se cuentan Bajo el lucero de la tarde, El pasado se asoma a los retratos, En alas del perfume tu recuerdo, Fragancia del indecible amor, Prolongas tu presencia en los objetos, Soneto de la amada indefinible, Un silencioso amor prende su lámpara, Verlaine, Sombra del aire, Breviario de amor o Hay una espina entre la flor.

Gerard de la Vallee, Longinos atravesando el costado de Cristo con una lanza (siglo XVII). Subasta: Bruun Rasmussen Kunstauktioner, Copenhagen, 29 de noviembre-5 de diciembre de 2011, lote 249.
Gerard de la Vallee, Longinos atravesando el costado de Cristo con una lanza (siglo XVII). Subasta: Bruun Rasmussen Kunstauktioner, Copenhagen, 29 de noviembre-5 de diciembre de 2011, lote 249.

En su «Nuevo soneto a Cristo» el yo lírico se reconoce como pavesa del fuego de amor divino (vv. 1-2 y 12), al tiempo que pide al Señor «la paz que el corazón reclama» (v. 7):

Aquí estoy, mi Señor. Soy la pavesa
que queda del incendio de la llama…
Soy el adolorido, porque ama.
El que busca tu aliento de tibieza.

Por ti mi soledad muere, y empieza
la plenitud que tu bondad derrama.
Dame la paz que el corazón reclama.
Entrégame tu nombre de pureza.

Si prendas pides de verdad, te entrego
mi corazón, de amor crucificado
en el crisol divino de tu fuego.

Soy pavesa, lo sé. Rescoldo helado.
Me abrumaba tu luz y anduve ciego.
¡Me rescató el raudal de tu costado![1]


[1] el raudal de tu costado: al ser traspasado por la lanza de un soldado romano (identificado en el evangelio apócrifo de Nicodemo como un centurión llamado Longinos), del costado de Cristo brotó sangre y agua (cfr. Juan, 19, 33-34: «Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua»); el “agua” sería el líquido acumulado en la membrana exterior del corazón (derrame pericárdico) y alrededor de los pulmones (derrame pleural) de Cristo. Pero, más allá de la explicación fisiológica, importa el significado simbólico de ambos elementos, sangre y agua, interpretados por los comentaristas bíblicos como representación, respectivamente, de los sacramentos de la Eucaristía (y la Redención, pues la sangre redentora de Cristo purifica del pecado) y el Bautismo (el agua es fuente de vida). Tomo el texto de Iván Guzmán López, «Sonetos para celebrar a Cristo», El Mundo de Medellín, 5 de abril de 2012. Modifico la puntuación y algunos pequeños detalles; así, en el verso 6, cambio «la plenitud de tu bondad derrama» por «la plenitud que tu bondad derrama», según pide el sentido.

«Soneto a la Virgen María, al pie de la Cruz», de Dionisio Ridruejo

Vaya para hoy, Viernes Santo, este soneto de Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma, Soria, 1912-Madrid, 1975). Ridruejo, perteneciente a la Generación de 1936, puede adscribirse a la corriente de «poesía arraigada». Su obra poética está formada por los siguientes títulos: Plural (Segovia, Imprenta El Adelantado, 1935), Primer libro de amor (Barcelona, Yunque, 1939), Poesía en armas (Madrid, Ediciones Jerarquía, 1940), Fábula de la doncella y el río (Madrid, Editora Nacional, 1943), Sonetos a la piedra (Madrid, Editora Nacional, 1943), En la soledad del tiempo (Barcelona, Montaner y Simón, 1944), Poesía en armas. Cuaderno de la campaña de Rusia (Madrid, Afrodisio Aguado, 1944), Elegías (1943-1945) (Madrid, Adonais, 1948), En once años. Poesías completas de juventud (1935-1945), Madrid, Editora Nacional, 1950), volumen con el que fue Premio Nacional de Literatura 1950, Hasta la fecha. Poesías completas (1934-1959) (Madrid, Aguilar, 1961), Cuaderno catalán (Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1965), 22 poemas. Antología (Buenos Aires, Losada, 1967), Casi en prosa (1968-1972) (Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972) y En breve. Hojas de un cancionero inédito (Málaga, Litoral, 1975).

Como buen representante del garcilasismo poético de posguerra, Ridruejo cultiva las estrofas clásicas, especialmente el soneto. Un buen ejemplo de su maestría en este terreno lo tenemos en este soneto dedicado al inmenso dolor de la Virgen María al ver morir a su hijo en la Cruz (con los motivos clásicos del Stabat Mater o de la Mater Dolorosa):

Andrea Mantegna, Crucifixión. Museo del Louvre (París, Francia)
Andrea Mantegna, Crucifixión. Museo del Louvre (París, Francia).

Toda la tierra, estremecida y grave,
bajo la sangre fiel que la levanta,
sufre en tu misma entraña donde canta
en siete heridas[1] tu agonía suave.

La lenta flor de tu mirada sabe,
cuando a los yertos miembros se adelanta,
hacerse hiedra de su triste planta[2]
y erguir los cielos con fervor de ave.

Bajo la Cruz —sin venas que la guarden—
llega hasta ti la savia enaltecida
donde el tiempo remedia sus rigores.

Y estás, ante los astros que no arden,
pariendo, Virgen, nuestra misma vida
como pariste a Dios, mas con dolores[3].


[1] siete heridas: alusión a los siete Dolores de María, a saber: la profecía de Simeón en la presentación de Jesús en el Templo (Lucas, 2, 22-35), la persecución de Herodes y la huida a Egipto (Mateo, 2, 13-15), Jesús perdido en el Templo por tres días (Lucas, 2, 41-50), María encuentra a Jesús cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4.ª estación), la Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Juan, 19, 17-30), el Descendimiento —María recibe a Jesús bajado de la Cruz— (Marcos, 15, 42-46) y el entierro de Jesús. La Virgen de los Dolores es una advocación de la Virgen María, también conocida como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias o La Dolorosa. La iconografía la representa con siete espadas o puñales travesando su corazón.

[2] hacerse hiedra de su triste planta: alusión al motivo emblemático clásico de la hiedra aferrada al árbol (encina, olmo…), en señal de profundo amor o amistad. Para más detalles remito a Aurora Egido, en Víctor García de la Concha (dir.), Homenaje a Quevedo, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1982, pp. 213-232.

[3] como pariste a Dios, mas con dolores: según algunos Padres de la Iglesia, la Virgen María no sufrió dolores al dar a luz a Jesús, si bien la Iglesia no se ha definido al respecto. Aquí, en este nuevo “parto” de Cristo a la vida eterna, María sí sufre dolores. El poema lo encuentro recogido con variantes (sobre todo en el primer cuarteto) en Fernando Salas Pineda, «Lo recitó el poeta…», Anales de las cofradías de Almería, 11 de abril de 2020: «Toda la tierra, estremecida, cabe / bajo la sangre fiel que la levanta, / y sufre en esta herida que quebranta / con siete espadas tu agonía grave. // La lenta flor de tu mirada sabe, / cuando a los yertos miembros se adelanta, // hacerse hiedra de su triste planta // y erguir los cielos con fervor de ave. // Bajo la cruz, sin venas que la guarden, // llega hasta ti la savia enaltecida / donde el tiempo remedia sus rigores. // Y estás, ante los astros que no arden, / pariendo, Virgen, nuestra propia vida / como pariste a Dios, más [sic] con dolores».

«Crucifixión y Gracia», soneto de Alfonso Albalá

De Alfonso Albalá (Coria, Cáceres, 1924-Madrid, 1973) ya había quedado recogido en este blog su emotivo soneto «Tacto de Dios». Vaya para hoy, Miércoles Santo, este otro poema suyo, también soneto, en el que el hablante lírico muestra su deseo de identificarse con Cristo en su Cruz y en la Eucaristía (destacado por el neologismo cristificar del verso decimotercero).

Cruz y Eucaristía

Cuerpo total, yacente en el madero,
naciente Iglesia en cruz, en mi calvario
déjale así, desnudo, sin sudario,
porque ahora es este Cristo mi cordero.

Soy cordero de Dios, soy sumidero
jubiloso de Dios, hondo sagrario
donde guardar su pan en el almario[1]
de este llagar amor mi manadero.

Ara de Dios, te soy, hambre esteparia
en cruz, en luz, en sed y parusía[2]
hacia el alba total de la plegaria.

En tu madero aguardo la agonía
que cristifique en mí mi necesaria
sazón de serte solo eucaristía[3].


[1] almario: lugar donde reside el alma.

[2] parusía: advenimiento glorioso de Jesús al final de los tiempos.

[3] Cito por Poesía española contemporánea. Antología (1939-1964). Poesía religiosa, selección, prólogo y notas de Leopoldo de Luis, Madrid / Barcelona, Ediciones Alfaguara, 1969, p. 313.

«Filiación», soneto de Julio Mariscal Montes

De Julio Mariscal Montes (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1922- Arcos de la Frontera, Cádiz, 1977) ya quedó transcrito un soneto propio de este tiempo de Semana Santa como es «Jueves Santo». Añado hoy este otro, titulado «Filiación», perteneciente a su poemario Quinta palabra (1958), donde va dedicado a José María Pemán.

Representación de la Pasión de Cristo en Quintanar de la Orden (Toledo).

Nombre: Jesús. El hijo de María.
Nació en Belén. Oficio: carpintero.
Treinta años[1] puliéndose el madero
para tres lentas horas de agonía.

Jerusalén… Betsaida[2]… La alegría
de un loco Tiberiades[3]… El sendero
de la casa de Marta[4]… El hormiguero
de «hosannas» por su frente todavía…

Jesús de Nazaret; Cristo Prendido:
tres años[5] de cosechas y nublados
dándose en su palabra iluminada.

Cristo muerto en la Cruz; escarnecido:
una esponja con hiel[6], unos soldados
y una Mujer que llora[7] desolada[8].


[1] Treinta años: los de la vida oculta de Jesús de Nazaret.

[2] Betsaida: ciudad costera en el mar de Galilea, donde vivían algunos apóstoles de Jesús, y donde este realizó algunos de sus milagros (la multiplicación de los panes y los peces, caminar sobre el agua, devolver la vista a un ciego). Cfr. Mateo, 11, 21-24; Lucas, 10, 13-15; Marcos, 8, 22-26.

[3] Tiberiades: mantengo la forma sin tilde del original. Tiberíades, emplazada en la orilla occidental del mar de Galilea, en la Baja Galilea, es mencionada en Juan, 6, 23 como lugar desde donde zarpaban las barcas hacia el extremo oriental del mar de Galilea (llamado también mar de Tiberíades). Los fieles que buscaban a Jesucristo tras el milagro de los panes y los peces utilizaron estas barcas para viajar hacia Cafarnaún, en el extremo norte del lago.

[4] la casa de Marta: «Aconteció que yendo de camino, entró [Jesús] en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”. Respondiendo Jesús, le dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”» (Lucas, 10, 38-42).  Según el evangelio de san Juan, la casa de los hermanos Marta, María y Lázaro estaba en Betania.

[5] tres años: los de la vida pública de Jesús.

[6] una esponja con hiel: cuando Jesús está cercano a expirar, uno de los presentes le acerca a la boca una caña con una esponja embebida en vinagre (Marcos, 15,36; Mateo, 27, 48; Lucas, 23, 36; Juan, 19, 29-30). Los soldados romanos tomaban una mezcla de agua, vinagre y, en ocasiones, hierbas aromáticas (mirra, hiel de la tierra o del campo, cuyo nombre científico es Centaurium erythraea) llamada posca. Los comentaristas discuten si el dar a beber vinagre a Jesús ha de interpretarse como un escarnio (una más de las burlas a las que fue sometido) o, por el contrario, como gesto de compasión (para aliviar su sed y calmar su dolor, pues solía darse a los crucificados esa mezcla de vinagre con sustancias narcotizantes). Quevedo tiene un soneto que comienza: «Vinagre y hiel para sus labios pide, / y perdón para el pueblo que le hiere». En la tradición bíblico-judaica el vinagre se asocia al dolor y la amargura. Cfr. por ejemplo el Salmo 69, 21: «También me dieron hiel como alimento, y en mi sed me dieron a beber vinagre».

[7] una Mujer que llora: motivo del Stabat Mater, del dolor de la Virgen María asistiendo a la muerte de su hijo en la Cruz.

[8] Tomo el texto de Impresiones. Revista multicultural de Paterna de Rivera, número 12, octubre de 2017, «Recordando a Julio Mariscal» (número conmemorativo dedicado al poeta Julio Mariscal Montes en el 40 aniversario de su muerte), p. 59.

«Lluvia de lirios y aromadas rosas…», soneto de Rafael Moreno Guillén

En alguna ocasión anterior di entrada en el blog a un poema dedicado al «Domingo de Ramos», el soneto así titulado de Alonso de Bonilla. Añado hoy este otro soneto de Rafael Moreno Guillén (Valle de Ángeles, Francisco Morazán, Honduras, 1898-Panamá, 1995). Ordenado sacerdote en 1923, en 1945 renunció al sacerdocio y se hizo pastor evangélico, iniciando un largo periplo que le llevó a Méjico, Panamá y El Salvador. Dirigió las publicaciones Honduras, La Revista Eclesiástica y El Buen Pastor. Entre sus títulos se cuentan obras como Rimas místicas (1925), Hogar cristiano (1933), Alocución fúnebre en la muerte de Pablo Zelaya Sierra (1936), Himno a Comayagua en su IV Centenario (1937) y Nimbos (1939).

Entrada de Jesús en Jerusalén

Este poema suyo forma parte de su libro inédito Semana Santa. Prosa y versos:

Lluvia de lirios y aromadas rosas
embalsaman el rústico camino;
pisando ricos mantos, va el pollino
del pueblo entre las voces victoriosas.

Delirantes las turbas anhelosas
rodean al mansísimo Rabino:
¡hay en torno un ambiente tan divino
que divinas se ven todas las cosas!

Alegría respiran las terrazas,
alabanzas las calles y las plazas
y en Sión hay fiebre de fervor y canto:

¡Que se abran ya las puertas matinales!
Resuenen los Salterios y arpas reales,
y ¡Paso al Rey triunfal, Mesías Santo![1]


[1] Lo cito, con algún ligero retoque, por la entrada de internet «Reflexiones y poesías para el Domingo de Ramos. Por Rafael Moreno Guillén».

Sevilla literaria: «A la Giralda», soneto de Mercedes de Velilla

La Giralda es, sin duda alguna, una de las estampas más emblemáticas de Sevilla. La singular torre de la Catedral, antiguo alminar (o minarete) de la mezquita almohade, desde el que el almuédano (almuecín o muecín) llamaba a la oración a los fieles musulmanes cinco veces al día, constituye un punto de referencia fundamental de la ciudad hispalense y, como no podía ser de otra manera, ha inspirado a distintos poetas. Ya hemos visto aquí el soneto «Giralda» de Gerardo Diego. Añado hoy otro soneto, titulado «A la Giralda», de Mercedes de Velilla.

Mercedes de Velilla y Rodríguez (Sevilla, 1852-Camas, Sevilla, 1918) es autora del poemario Ráfagas (Sevilla, Imprenta de Gironés y Orduna, 1873), que obtuvo un premio de honor en la Exposición Bético-Extremeña celebrada en Sevilla en 1874. Dos años después, en 1876, consiguió el primer premio en el Certamen Poético celebrado por la Academia de Buenas Letras de Sevilla con su oda «A Cervantes». Al género dramático pertenece su obra El vencedor de sí mismo: cuadro dramático en un acto y en verso (Sevilla / Madrid, Imprenta de Gironés y Orduna / Administración Lírica-Dramática, 1876). La autora murió en la indigencia en 1918. Ese mismo año se publicó el volumen Poesías de Mercedes de Velilla, con prólogo de Luis Montoto (Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla / Tipografía Española, 1918).

El soneto de Velilla se construye como un apóstrofe a esa «Giralda mía» (v. 1), a la que se le pide «Yérguete siempre en mi nativo suelo» (v. 9).

Giralda (Sevilla)

A tu sombra nací, Giralda mía,
y con el aire que te besa aliento;
de su arte soñador te hizo portento
la árabe raza triunfadora un día.

De la reina gentil de Andalucía
eres la maravilla y ornamento,
y te elevas gallarda al firmamento,
y esplendes a la luz que el sol te envía.

Yérguete siempre en mi nativo suelo,
y, al mágico vibrar de tus campanas,
olvide mi ciudad tristeza o duelo.

De alzarte entre los ángeles te ufanas;
que a tu vértice tienes los del cielo,
y al pie las hechiceras sevillanas[1].


[1] Tomo el texto de Carmen P. Acal, «Día Mundial de la Poesía: poetas y poetisas sevillanas que marcaron un antes y un después en nuestra historia», Diario de Sevilla, 21 de marzo de 2025.

Sevilla literaria: «Esta luz de Sevilla… Es el palacio», de Antonio Machado

Retomo hoy la serie de poemas “sevillanos” con este soneto de Nuevas canciones (1917-1930) de Antonio Machado, en el que se mezclan la evocación de la ciudad y la casa natal, el Palacio de las Dueñas (brevemente, en los dos primeros versos) y el recuerdo nostálgico del padre, Antonio Machado Álvarez, «Demófilo».

Placa en recuerdo de Antonio Machado Álvarez, «Demófilo», en el centenario de su muerte

Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. —La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio—.

Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
A veces habla solo, a veces canta.

Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacío.

Ya escapan de su ayer a su mañana;
ya miran en el tiempo, ¡padre mío!,
piadosamente mi cabeza cana[1].


[1] Cito por Antonio Machado, Nuevas canciones (1917-1930), ed. de Ángel L. Prieto de Paula, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, sección «Sonetos», IV.