«Gitana (Homenaje de admiración a García Lorca)», de José Luis Hidalgo

La producción poética de José Luis Hidalgo (Torres, Cantabria, 1919-Madrid, 1947), que además de poeta fue pintor, se adscribe el grupo de la poesía existencial española de posguerra y la denominada «Quinta del 42». Fallecido a temprana edad, solo alcanzó a publicar tres poemarios:  Raíz (1944), Los animales (1945) y, su obra cumbre, Los muertos (1947), poemario de gran intensidad lírica y marcado tono metafísico en el que el yo lírico reflexiona sobre el sentido del tiempo, la muerte y la trascendencia (la existencia de Dios). Su Obra poética completa fue publicada en 1976 por la Institución Cultural de Cantabria (Diputación Provincial de Santander), edición y prólogo de María de Gracia Ifach. De 1997 data otra edición de su Poesía completa por el Centro de Estudios Montañeses, con introducción de Aurelio García Cantalapiedra. Más reciente es la edición de sus Poesías completas, a cargo de Juan Antonio González Fuentes (Barcelona, DVD Ediciones, 2000).

Entre sus poemas no recogidos en libro, se aprecian influencias vanguardistas, del surrealismo y también de García Lorca, en especial en varios de sus romances. Uno de los más claros ecos lorquianos —tanto en el tema como en el estilo—, y así lo explicita el subtítulo, es precisamente su romance «Gitana (Homenaje de admiración a García Lorca)», que pertenece a un grupo composiciones titulado Pseudopoesías (que datan del año 1936, aunque no fueron publicadas en forma de libro).

Julio Romero de Torres, La chiquita piconera (1930). Museo Julio Romero de Torres (Córdoba, España)
Julio Romero de Torres, La chiquita piconera (1930).
Museo Julio Romero de Torres (Córdoba, España).

El romance entra en diálogo poético con «Preciosa y el aire», del Romancero gitano (que a su vez evoca el personaje cervantino de Preciosa, en La gitanilla, y el soneto «Cuando Preciosa el panderete toca…»). Dice así:

Harapos rojos y verdes
te gimen por todo el cuerpo,
los tacones de tus pies
se van partiendo en el suelo
y son tus brazos serpientes
entre madejas de pelo.
Las cuerdas de la guitarra
se te parten por el pecho
mientras dolores antiguos
te tiemblan por todo el cuerpo.
—los dolores de tus carros
en los que aullan[1] los perros,
los dolores de tus horas
entre la luna y el cerro…—
El polvo de los caminos
abierto en todo tu cuerpo
viene hablando de olivares
y de los gitanos muertos.
En tus ojos hay tristeza
como de remotos sueños,
¡tus ojos llenos de aceite
de olivares y de almendros!
¡Carne! Tu carne oscura
cobre entre lumbre de flecos,
carne[2] tan dura y redonda
como si fuese un pandero[3].

¡Malaventura la tuya,
gitanilla de ojos negros,
bailando siempre bailando
y descubriendo secretos![4]


[1] aullan: así en el original; aunque lo correcto sería escribir aúllan, ciertamente la medida del octosílabo pide pronunciar aquí la palabra como bisílaba.

[2] cobre … carne: recuerda la descripción de Soledad Montoya en el «Romance de la pena negra», del Romancero gitano: «Cobre amarillo, su carne, / huele a caballo y a sombra».

[3] En el romance de García Lorca, «Preciosa tira el pandero / y corre sin detenerse», un pandero que, recordemos, era una «luna de pergamino». Aquí, en cambio, el pandero se utiliza, en forma de símil, para aludir a la carne «redonda y dura» de la gitana.

[4] Lo cito por José Luis Hidalgo, Poesías completas, edición y prólogo de Juan Antonio González Fuentes, Barcelona, DVD Ediciones, 2000, pp. 177-178.