Lope de Vega y el mecenazgo (3): con el duque de Alba

Una vez que pasan los años de destierro del reino, al que fue condenado en el proceso que le entabló Jerónimo Velázquez, Lope se instala en Toledo y entra al servicio de don Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, V duque de Alba, nieto del famoso general de Flandes[1]. Durante unos cinco años se desempeña como secretario del duque, con residencia en Alba de Tormes junto a su mujer Isabel de Urbina.

Alba de Tormes

En Alba escribe varias comedias (El maestro de danzar, El favor agradecido, El leal criado…) y sobre todo La Arcadia, novela pastoril en clave donde se cuentan bajo el disfraz poético algunos sucesos amorosos del duque. En la Égloga a Claudio traza una pequeña autobiografía en la que recuerda su estancia en Alba y la escritura de esta «historia verdadera»:

Sirviendo al generoso duque Albano
escribí del Arcadia los pastores,
bucólicos amores
ocultos siempre en vano
cuya zampoña de mis patrios lares
los sauces animó de Manzanares.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

Lope de Vega y el mecenazgo (2): con el obispo de Ávila

La primera vinculación importante documentada es la que mantiene Lope con don Jerónimo Manrique, obispo de Ávila, quien gustó, según parece, de la primera comedia que hizo Lope en tres jornadas, La pastoral de Jacinto[1]. Pérez de Montalbán, tras narrar una escapada juvenil de Lope con un amigo, da noticia de su llegada a Madrid, con poca hacienda:

Luego que llegó a Madrid, por no ser su hacienda mucha y tener algún arrimo que ayudase a su lucimiento, se acomodó con don Jerónimo Manrique, obispo de Ávila, a quien agradó sumamente con unas églogas que escribió en su nombre y con la comedia La pastoral de Jacinto, que fue la primera que hizo de tres jornadas…

Catedral de Ávila, escudo del obispo

Poco más sabemos de los servicios de Lope a don Jerónimo Manrique, a quien recuerda en algunas ocasiones, como en estos versos de La Filomena:

Criome don Jerónimo Manrique,
estudié en Alcalá, bachillereme,
y aun estuve de ser clérigo a pique.

O en esta carta al obispo de Ávila, escrita en enero de 1619, solicitando una capellanía:

Habrá tres años que hablé a vuestra señoría, informándole de los muchos que serví al obispo mi señor don Jerónimo Manrique, y ofreciendo mi persona para cualquiera de las capellanías que vacase. El amor que le tuve fue inmenso; las obligaciones, reales; las pocas letras que tengo le debo: holgaré de acabar mi vida en esa santa iglesia, ayudado de otro beneficio sin obligación que me ha dado el señor Duque de Sessa.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

Lope de Vega y el mecenazgo (1): introducción

El caso de Lope en relación con el fenómeno del mecenazgo es uno de los más significativos de su época[1]. Aunque sus ingresos no parecen escasos, sus gastos eran más. Pérez de Montalbán, en la Fama póstuma, habla de las economías de Lope con tonos admirativos:

Fue el poeta más rico y más pobre de nuestros tiempos. Más rico porque las dádivas de los señores y particulares llegan a diez mil ducados; lo que le valieron las comedias, contadas a quinientos reales, ochenta mil ducados; los autos seis mil; la ganancia de las impresiones mil y seiscientos, y los dotes de entrambos matrimonios siete mil, que hacen más de cien mil ducados, fuera de doscientos y cincuenta de que le hizo merced su majestad en una pensión de Galicia […] sin otras liberalidades secretas de tanta cantidad, que hablando una vez el mismo Lope de las finezas del duque, su señor, aseguró que le había dado en el discurso de su vida veinticuatro mil ducados en dinero…

Monedas

Sin embargo, a juzgar por las quejas que disemina el poeta, en bastantes ocasiones sufrió dificultades, seguramente exageradas para provocar la generosidad de sus mecenas. Se vislumbra, además del objetivo de conseguir beneficios materiales y respaldo social, una fascinación de Lope por el mundo aristocrático, que en el caso de sus relaciones con el duque de Sessa derivan a un tono de verdadera autohumillación.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

El mecenazgo en tiempos de Lope de Vega (y 3)

Una modalidad más estricta de mecenazgo es la que consiste en aceptar a un escritor como secretario o servidor, con puesto fijo en nómina (meta que no resulta siempre fácil de conseguir a los escritores)[1]. La relación de ingenios auriseculares que ejercieron de secretarios de nobles sería larga: Luis Vélez de Guevara mantiene una constante vinculación a la nobleza (sirve al cardenal don Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, y luego al conde de Saldaña) que se manifiesta en el tratamiento y selección de asuntos de sus comedias, igualmente vinculados a esa aristocracia a la que sirve. Antonio de Solís fue secretario del conde de Oropesa. El poeta Pedro de Espinosa sirve al duque de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, a quien dedica su principal poesía panegírica. Gabriel Bocángel fue bibliotecario del cardenal infante don Fernando de Austria. Al conde-duque de Olivares debe Francisco de Rioja los nombramientos de Cronista de Su Majestad y Bibliotecario Real, así como varios beneficios de capellanías diversas.

Los hermanos ArgensolaEn cuanto a los hermanos Argensola, su buena relación con la aristocracia de su tiempo es proverbial: Lupercio Leonardo sirve como secretario a don Fernando de Aragón, duque de Villahermosa, y más tarde (en 1610) acompaña, también en calidad de secretario, al conde de Lemos, que parte al virreinato de Nápoles, donde forma una corte literaria en la que entran Mira de Amescua, Barrionuevo y otros poetas. A los mismos señores sirve su hermano Bartolomé Leonardo… Muchos otros siguen parecidas trayectorias, con mejor o peor fortuna, en las casas de los nobles.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

El mecenazgo en tiempos de Lope de Vega (2)

El fenómeno más característico de la relación literatura-nobleza es sin duda el del mecenazgo, fenómeno nada nuevo, pero que en el Siglo de Oro conoce una expansión extraordinaria[1].

Portada de la Primera parte del Quijote, dedicada al duque de BéjarQuizá la manifestación más superficial del mecenazgo es la constituida por las omnipresentes dedicatorias de libros que los escritores enderezan a los nobles, generalmente para conseguir poco más que los gastos de impresión o como muestra de deferencia, pleitesía u ofrecimiento de servicios. Para el duque de Béjar va la Primera parte del Quijote, y para el conde de Lemos la segunda, las Novelas ejemplares y el Persiles; al duque de Uceda dedica las Tardes entretenidas Castillo Solórzano, cuya Huerta de Valencia se ofrece al marqués de Molina, don Pedro Fajardo; Quevedo dedica al conde de Lemos el Sueño del Juicio final y El alguacil endemoniado; en el Sueño del infierno redacta una dedicatoria irónica «Al ingrato y desconocido lector», pero El mundo por de dentro se dirige al duque de Osuna… La lista sería, claro está, inacabable.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

El mecenazgo en tiempos de Lope de Vega (1)

El cortesano, de Luis MilánLas relaciones entre nobleza y literatura durante la época de Lope de Vega son de enorme intensidad[1]. Es una sociedad refinada, suntuosa, que propicia la actividad artística y las exhibiciones espectaculares. Un ejemplo significativo, todavía en el siglo XVI, es el de la corte virreinal valenciana, inmersa en un ambiente poético, festivo y teatral, con influencias italianas, que se entretiene con fiestas, tertulias y academias literarias, certámenes y debates, danzas y máscaras, torneos y representaciones, como refleja, por ejemplo, El cortesano. Libro de motes de damas y caballeros de Luis Milán, publicado en la misma ciudad en 1561.

El noble aprecia la literatura, se convierte en su protagonista, emplea al escritor para su mayor lustre y gloria, lo protege y utiliza.

Debajo de cada noble importante hay un poeta a su servicio, que depende en muchas ocasiones para su supervivencia de la protección de su patrón, la cual debe propiciarse con su trabajo literario.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.