Juan Gelman (Buenos Aires, 1930-México, D. F., 2014) fue un destacado poeta, traductor y periodista argentino-mexicano. Exiliado durante la dictadura militar iniciada en 1976, retornó a la Argentina en 1988, si bien luego volvió a residir habitualmente en México. Buena parte de su vida y su obra literaria están marcadas por el secuestro y desaparición de sus hijos y la búsqueda de su nieta, nacida en cautiverio. Su estilo poético es mezcla de un realismo crítico y del intimismo, siendo constantes en su poesía la presencia de la cotidianeidad, el tono político, la denuncia y la indignación ante la injusticia.
Su producción poética está formada por Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Sefiní, Cólera Buey, Los poemas de Sidney West, Traducciones, Fábulas, Relaciones, Hechos, Notas, Carta abierta, Si tan dulcemente, Comentarios, Citas, Hacia el sur, Com/posiciones, Eso, Anunciaciones, Carta a mi madre, Salarios del impío, Dibaxu e Incompletamente, entre otros títulos. La carrera poética de este «expresionista del dolor» —como se le ha denominado— está jalonada por importantes galardones, entre otros el Premio Nacional de Poesía (1997), el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe «Juan Rulfo» (2000), el Premio Iberoamericano de Poesía «Pablo Neruda» (2005), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2005) y el Premio Cervantes (2007).

En este poema, perteneciente a uno de sus primeros poemarios, Velorio del solo (Buenos Aires, 1961), el escritor expresa su «Arte poética», que en última instancia puede reducirse a un «tirar contra la muerte»:
Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte[1].
[1] Lo cito por Juan Gelman, En el hoy y mañana y ayer. Antología personal, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, p. 24.






