«Los de abajo» de Mariano Azuela: Demetrio Macías o el sueño de la Revolución (2)

Marta Portal ha hablado de la alta carga mitificante encerrada en este personaje ensalzado por Mariano Azuela hasta «alcanzar una talla genérica excepcional». En la introducción a su edición de la novela indica que Demetrio

es el jefe revolucionario que Azuela hubiera querido para sí […]. En él ha puesto una carga importante de afectividad, de emotividad, consiguiendo despegarlo de la medida cotidiana, a tal punto que su grandeza es un poco irreal. El carisma de que goza y la rara ecuanimidad de sus decisiones son cualidades que configuran un misterioso poder en el héroe que le viene de fuera, de lejos»[1].

A continuación recoge este testimonio del autor sobre su personaje: «Lejos de ser un típico revolucionario, el Demetrio Macías es un tipo excepcional». Es más, Azuela dejó también escrito lo siguiente: «Si yo hubiera encontrado entre los revolucionarios un tipo de la talla de Demetrio Macías, lo habría seguido hasta la muerte»[2].

Monumento a Azuela en Lagos de Moreno

Sabemos que para construir a su personaje Azuela se basó en dos personas reales, el general villista Julián Medina, a cuyas órdenes sirvió como oficial médico, y un joven revolucionario llamado Manuel Caloca. Por supuesto, además de rasgos reales entran en el carácter de su personaje —un ente de ficción y no una figura histórica— otros elementos inventados. Así lo explica el autor:

En Guadalajara bauticé al protagonista de mi proyectada novela con el nombre de Demetrio Macías. Me desentendí de Julián Medina para forjar y manejar con amplia libertad el tipo que se me ocurrió. Manuel Caloca, el más joven de una familia de revolucionarios de Teúl, del Estado de Zacatecas, muchacho de menos de veinte años […] sucedió a Julián Medina en la construcción de mi personaje[3].


[1] Marta Portal, introducción a Mariano Azuela, Los de abajo, Madrid, Cátedra, 1980, p. 45.

[2] Mariano Azuela, Obras completas, ed. de Francisco Monterde, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, vol. III, p. 1082. Tomo la cita de Manuel Prendes, «Los de abajo», de Mariano Azuela [guía de lectura], Berriozar (Navarra), Cénlit Ediciones, 2007, pp. 99-100.

[3] Mariano Azuela, Obras completas, ed. de Francisco Monterde, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, vol. III, p. 1080.

«Los de abajo» de Mariano Azuela: Demetrio Macías o el sueño de la Revolución (1)

Demetrio Macías es el principal personaje de la novela de Mariano Azuela (si reservamos el término de protagonista para el conjunto del pueblo alzado en armas). Quedó ya mencionada en entradas anteriores su importante función estructural, puesto que su figura hilvana los distintos episodios y aglutina a todos los demás personajes a su alrededor. No es, ya lo indiqué, uno de los grandes caudillos de la Revolución, sino un héroe que se va haciendo poco a poco. Es un simple campesino que se alza frente a la injusticia cometida contra su persona, a título individual, no integrado en el movimiento revolucionario general. Forma su partida tras los atropellos del cacique don Mónico (que culmina con el asalto de su casa por parte de unos soldados, el intento de abusar de su mujer y, tras su huida, el incendio de su rancho).

Demetrio Macías, interpretado por Miguel Ángel Ferriz

Es valiente y decidido, pero medita bien todas sus decisiones antes de actuar. Conocedor de la tierra en que se mueve, consigue pequeños triunfos locales. Es entonces cuando se incorpora a las tropas de Natera y participa en la toma de Zacatecas, en la que desempeña un papel decisivo. Este hecho de armas le vale el águila, el símbolo del generalato en México. Toma después partido por Villa, en la lucha que le enfrenta con el otro jefe revolucionario, Carranza, por la conquista del poder. Pero esta vez ha elegido el bando del perdedor. Derrota tras derrota, Demetrio irá huyendo con sus hombres hasta que todos ellos mueran en la última emboscada en el cañón de Juchipila.

«Los de abajo» de Mariano Azuela: los personajes

Ya comentaba en una entrada anterior, al explicar el título, que los protagonistas de esta novela de iban a ser los de abajo. Y así es. En la obra de Mariano Azuela no aparecen como protagonistas las grandes figuras de la Revolución: sí vemos actuar al general Natera, la única figura histórica que interviene como protagonista en Los de abajo, pero su importancia es muy secundaria. Villa es nombrado varias veces, se cuentan sus triunfos y, al final, su derrota, pero es un personaje siempre aludido, ajeno en realidad a la historia narrada. Los grandes personajes históricos están fuera del círculo formado por Demetrio Macías y sus hombres (y las mujeres que se mueven en torno a ellos), que son los verdaderos protagonistas de la novela y de la Revolución.

Los de abajo en armas

Todos ellos constituyen ese protagonista colectivo, ese personaje-masa que caracteriza a la novela de la Revolución mexicana. Todos ellos aparecen con sus nombres propios o apodos y poseen cierta individualidad (pese al esquematismo y brevedad con que están trazados sus caracteres, hecho forzoso dada la corta extensión de la novela), pero son además arquetipos, elementos representativos de tantos y tantos hombres y mujeres del México de la Revolución. Aparte quedarían los personajes de Luis Cervantes, el curro, y de Solís, que serían «los de en medio» —si se me permite la expresión— en la escala social. Pero me detendré ya (en las próximas entradas) en el análisis de la figura de Demetrio Macías.

Estructura y técnicas narrativas de «Los de abajo» de Mariano Azuela

Los de abajo, de Mariano AzuelaLa novela de Mariano Azuela consta de tres partes, de 21, 14 y 7 capítulos. Buscada o no, la simetría es perfecta: la segunda parte está formada por siete capítulos menos que la primera, y la tercera tiene siete menos que la segunda. La extensión de cada parte disminuye progresivamente, conforme se van acelerando los acontecimientos. La primera parte describe la formación de la partida de Demetrio y sus primeros triunfos militares, triunfos que culminarán con la toma de Zacatecas. La segunda parte refiere la degradación que sufre el movimiento revolucionario: se trata de una serie de escenas de robos, saqueos, destrucción, violencia gratuita y muerte, ya presentadas directamente, ya narradas por los protagonistas. La tercera parte muestra la retirada en derrota de los hombres de Demetrio Macías, la emboscada final y la muerte de todos ellos en el mismo escenario de su primer triunfo militar, el cañón de Juchipila.

No me voy a detener en el comentario de la génesis de la novela (bien conocida[1]), ni de la falta aparente de estructura (en realidad, la novela dispone de una estructura fragmentaria y episódica, en parte debido a que fue compuesta por Azuela al calor de los hechos históricos). Además es posible percibir una clara estructura circular y un destacado dominio en el manejo de las técnicas y estructuras narrativas por parte del autor. Cabe poner de relieve, por ejemplo, la continua movilidad de los personajes, que lleva aparejada una gran agilidad narrativa, que dota a la novela de un ritmo casi cinematográfico: la sucesión rápida de los hechos sirve para ofrecer una visión, si no completa, al menos bastante panorámica de la Revolución. Por otra parte, la división de la novela en cuadros independientes es una forma adecuada para reflejar la realidad cambiante y palpitante que el escritor nos quiere transmitir. En fin, la figura de Demetrio es la que contribuye a estructurar la novela, al ser el hilo conductor que aglutina a su alrededor a los demás personajes y que une, por tanto, los distintos episodios de la trama argumental.


[1] Ver Stanley L. Robe, «La génesis de Los de abajo», en Jorge Ruffinelli (coord.), ed. crítica de Los de abajo, Madrid, CSIC (Colección Archivos), 1988, pp. 153-184; y las palabras del propio escritor, «Cómo escribí Los de abajo», en el mismo volumen, pp. 279-280.

«Los de abajo» de Mariano Azuela: el título

Los de abajo son Demetrio Macías y, con él, todos los hombres y mujeres del pueblo que hacen la Revolución: son los de abajo en el escalafón social. Luis Leal hace notar que «ya en Los fracasados el autor omnisciente se refiere a los de arriba… y los de abajo, frase que en 1915 utiliza como título de su nueva novela»[1]. Más adelante señala este crítico:

No hay que olvidar que el éxito de la novela es el resultado, en parte, del hallazgo de la imagen titular: Los de abajo. ¿Quiénes, en la novela, son los de abajo? En el capítulo tercero de la primera parte hay una escena en que los hombres de Demetrio están en lo alto del cañón y los federales abajo. Cuando éstos tratan de huir, Demetrio les grita a sus compañeros: «A los de abajo… A los de abajo». Pero no son estos «de abajo», en el sentido recto de la palabra, o los federales (carrancistas) a los que el título se refiere, sino a aquellos que se encuentran en el fondo de la escala social y económica, esto es, a los pobres, los desheredados como el Meco, Serapio el charamusquero, Antonio el que tocaba los platillos en la banda de Juchipila, la Codorniz, Camila, Pancracio, Anastasio Montañés, Venancio, la Pintada, el Manteca, el cojitranco y aun Demetrio —el protagonista de la novela—. Todos ellos luchan porque han sido objeto de alguna injusticia de parte de los de arriba, de los caciques, simbolizados en la figura de don Mónico, los hacendados y los curros, o sea la llamada gente decente. Al abrir la novela, los de abajo, con Demetrio como jefe, han decidido luchar contra las injusticias cometidas por los de arriba. La lucha es cruenta, los sufrimientos intolerables. ¿Y todo para qué? Todo para volver a quedar en el mismo lugar, abajo, al cabo de dos años de penalidades. Esta actitud de derrota, de fracaso, es uno de los elementos que mantienen vivo el interés de la novela y le dan valor permanente.

Existe otro momento en la novela que alude indirectamente al título, en su parte final (p. 208)[2]. En el mismo cañón en el que los hombres de Demetrio Macías sorprendieron a los federales al comienzo de su andadura revolucionaria son ahora sorprendidos ellos por los miembros de la facción enemiga. En aquella ocasión los de Demetrio estaban en la sierra y él podía gritar «A los de abajo». Ahora es al revés: ellos están en el fondo del cañón y los contrarios les disparan desde arriba; Demetrio ruge como una fiera: «¡A quitarles las alturas!»… pero no será posible. Todos morirán.

Los de abajo

Mónica Mansour concluye: «El juicio más importante del narrador, desarrollado a lo largo de la novela, es la crítica respecto de que los de arriba siempre se quedan arriba y los de abajo siempre están abajo, con o sin Revolución»[3]. Efectivamente, en próximas entradas insistiré en este punto, a saber, que, pese a la Revolución, los de abajo siempre van a seguir estando abajo.


[1] Luis Leal, «Los de abajo: lectura temática», en Jorge Ruffinelli (coord.), ed. crítica de Los de abajo, Madrid, CSIC (Colección Archivos), 1988, p. 232.

[2] Cito por Mariano Azuela, Los de abajo, ed. de Marta Portal, Madrid, Cátedra, 1980.

[3] Mónica Mansour, «Cúspides inaccesibles», en Jorge Ruffinelli (coord.), ed. crítica de Los de abajo, Madrid, CSIC (Colección Archivos), 1988, p. 273.

«Los de abajo» de Mariano Azuela: un éxito tardío

Los de abajoUna de las primeras circunstancias que debemos notar es que Los de abajo fue un éxito tardío. La novela se publicó por primera vez en forma de folletín en 1915, en el periódico El Paso del Norte, de El Paso, Texas. Fueron veintitrés entregas aparecidas entre el 27 de octubre y el 21 de noviembre de ese año. Posteriormente fue editada varias veces en forma de libro[1], pero no llegaría a ser conocida por el público y valorada por la crítica hasta mediados los años 20. Se suelen recordar algunos datos curiosos: por ejemplo, los veinticinco dólares que cobró Azuela por la publicación de la novela en forma de folletín; o el hecho de que tan solo se vendieran cinco de los mil ejemplares tirados en la primera edición en forma de libro, la de 1916. Pero luego la situación cambió y se sucedieron las ediciones; además, en 1938 se llevó a cabo una segunda adaptación teatral de la obra (había habido otra anterior del propio autor); y en 1940 se filmó una película inspirada en Los de abajo.

El éxito le llegó a Los de abajo a raíz de una polémica literaria (en la que intervinieron críticos como José Corral Rigau, Julio Jiménez Rueda, Francisco Monterde, Víctor Salado Álvarez, Federico Gamboa, Salvador Novo y José Vasconcelos) iniciada en noviembre de 1924 a propósito de un debate sobre la existencia o no de una novelística mexicana viril. Mariano Azuela ya había publicado por entonces varios libros, y habían aparecido antes de esa fecha algunas ediciones de Los de abajo. Sin embargo, Azuela y su novela apenas eran conocidos. Fue necesaria esa polémica para valorar en su justa medida al autor y a su obra. No sin razón pudo titular Englekirk su trabajo El Descubrimiento de «Los de abajo»[2]. A partir de entonces, el éxito obtenido estuvo refrendado por las sucesivas reediciones y por la entrada de Azuela en el canon de los novelistas de la Revolución.


[1] Indico aquí las ediciones más importantes de aquellos años: 1915 (octubre-noviembre), en el periódico El Paso del Norte, con el subtítulo Cuadros y escenas de la revolución actual; 1916, Imprenta El Paso del Norte, Texas, ya en forma de libro, con el subtítulo Cuadros de la revolución mexicana; 1917, periódico El Mundo, Tampico, Tamaulipas; 1917, Editorial El Mundo, Tampico, Tamaulipas; 1920, Tipografía Razaster, México; 1925 (enero-febrero), en el periódico El Universal Ilustrado; 1927, Biblioteca Popular. Ediciones del Gobierno de Veracruz, Jalapa; 1927, Editorial Biblos, Madrid; 1928, primera traducción al francés (en Le Monde, noviembre-marzo); 1929, arreglo dramático de la novela; 1929, primera traducción al inglés, Brentanos, New York; 1930, Editorial Espasa-Calpe, Madrid. Por supuesto, la obra ha conocido numerosas ediciones posteriores y traducciones a otros idiomas, pero estas son las que me interesaba destacar ahora. Todas mis citas serán por la edición de Marta Portal, Madrid, Cátedra, 1980.

[2] Ver John E. Englekirk, El Descubrimiento de «Los de abajo», México, Imprenta Universitaria, 1935.

«Los de abajo», de Mariano Azuela, novela de la Revolución mexicana

De entre la producción literaria de Mariano Azuela, que engloba obras pertenecientes a los más variados géneros literarios, destaca especialmente su novela Los de abajo, que se publicó en 1915 en el folletín de un periódico texano, y como libro al año siguiente, en 1916. No obstante, el éxito le llegaría algo más tarde, en los años 20, y hoy la crítica considera que Los de abajo inicia ese ciclo de obras que conocemos bajo el marbete de la «novela de la Revolución mexicana», siendo la obra más importante del género, junto con El águila y la serpiente (1928) de Martín Luis Guzmán.

Los de abajo, de Mariano Azuela

La novela, que incorpora experiencias autobiográficas del autor, nos ofrece la visión que Azuela tuvo de la Revolución, contada desde la perspectiva de «los de abajo», de Demetrio Macías (el campesino convertido en jefe de una partida tras los atropellos cometidos en su persona y familia por el cacique local) y de todos los hombres y mujeres del pueblo llano que la hicieron. Demetrio Macías es un personaje altamente mitificado e identificado simbólicamente con el proceso de la Revolución, desde la esperanza de los primeros momentos hasta la desilusión final (subrayada por la muerte del caudillo y de toda su partida en la emboscada del cañón de Juchipila).

La producción literaria de Mariano Azuela

La producción literaria de Mariano Azuela (1873-1952) puede agruparse en cinco apartados:

1) novelas (Francisco Monterde lo ha calificado de «novelista de voz irrefrenable»). Cuenta en este apartado con títulos como María Luisa (1907), Los fracasados (1908), Mala yerba (1909), Andrés Pérez, maderista (1911), Sin amor (1912), Los de abajo (1916), Los caciques (1917), Las moscas (1918), Domitilo quiere ser diputado (1918), Las tribulaciones de una familia decente (1919), El que la debe…, La Malhora (1923), El desquite (1925), La luciérnaga (1932), El camarada Pantoja (1937), San Gabriel de Valdivias, comunidad indígena (1938), Regina Landa (1939), Avanzada (1940), Nueva burguesía (1941), La marchanta (1944), La mujer domada (1946), Sendas perdidas (1949), La maldición (1955, póstuma), Esa sangre (1956, póstuma);

2) cuentos («Impresiones de un estudiante», «De mi tierra», «Víctimas de la opulencia», «En derrota», «Avichuelos negros», «De cómo al fin lloró Juan Pablo», «El jurado», «El caso López Romero», «Paisajes de mi barrio», «Un rebelde», «José María», «La nostalgia de mi coronel», «Anuncios a línea desplegada», «Era un hombre honrado», «Petro», «Mi amigo Alberto», «¡Tal será la voluntad de Dios!»…);

3) piezas teatrales (Los de abajo, El búho en la noche, Del Llano hermanos, s. en c.);

4) biografías (Pedro Moreno, el insurgente, Precursores, El Padre don Agustín Rivera, Madero, biografía novelada);

y 5) ensayos y conferencias: Esbozo, Pinceladas, Cien años de novela mexicana, Algo sobre la novela mexicana contemporánea, Divagaciones literarias, Letras de provincia, Grandes novelistas, El novelista y su ambiente, Registro, Páginas íntimas, Miscelánea.

Mariano Azuela

Las Obras completas de Mariano Azuela aparecieron publicadas a cargo de Francisco Monterde[1] en tres volúmenes, los años 1958 (vols. I y II) y 1960 (vol. III).


[1] Este crítico ha resumido la evolución de Azuela, tanto en lo que toca a los estilos como a los diversos géneros a los que se acercó: «Partió del artículo, de la nota, del ensayo periodístico (para volver a él en sus últimos años) y, a través del cuento, entró en los confines de la novela corta y la novela: regional, costumbrista primero. En tal parcela, explorada por él en sucesivos tramos, se hallará cuando el estallido de la Revolución, que sorprende a otros novelistas nuestros mientras estaban desprevenidos, a él lo confirme en su vocación definitiva. Después vendrán —tras las presiones y reacciones, en la etapa de hermetismo— la evasión al pasado, por inconformidad con el presente, y las fugas transitorias hacia otros géneros: biografía y crítica, que incluye la autocrítica de sus obras, artículos, conferencias, teatro… Pero la constancia literaria, dentro de esas justificadas fluctuaciones, seguiría siendo la novela, porque en ella, al placer de crear caracteres, se unía la satisfacción de dar cauce libremente a sus discrepancias de la actualidad por él vivida» (Francisco Monterde, introducción a Mariano Azuela, Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1958, vol. I, pp. XX-XXI). Para Los de abajo es interesante la documentación reunida en Luis Leal, Mariano Azuela: el hombre, el médico, el novelista, selección y prólogo de …, México D. F., CONACULTA, 2001, vol. I, pp. 168-355.

Breve semblanza de Mariano Azuela (1873-1952)

Mariano AzuelaMariano Azuela nació en Lagos de Moreno (estado de Jalisco, México) en 1873. Hijo de un modesto comerciante rural, inició sus estudios en el Liceo de Varones del Padre Guerra, en Guadalajara. Su vocación literaria comenzó muy pronto, y en 1903 su cuento «De mi tierra» resultaba premiado en los Juegos Florales de Lagos. Obtuvo el título de licenciado en la Escuela de Medicina de Guadalajara, donde se doctoró en 1908. Al estallar la Revolución (1910) se le persigue por adversario del general Porfirio Díaz (por su espíritu liberal, Azuela sintonizó pronto con los revolucionarios); pero al triunfar Madero, se le nombra Jefe Político de Lagos. En la lucha entre las fuerzas de la Convención y los carrancistas, actúa como teniente coronel médico en las filas del general villista Julián Medina, muchos de cuyos rasgos se incorporarán al retrato del personaje de Demetrio Macías de su novela Los de abajo. Desempeña altos cargos públicos (fue Director de Instrucción Pública del estado de Guadalajara en 1914-1915), pero con la llegada al poder de Carranza se ve obligado a refugiarse en Texas. Vuelve a México en 1917 y se une de nuevo a su familia. Apartado de la política, dedica los últimos treinta años de su vida a la práctica de la medicina y a la literatura. Fue conferenciante del Colegio Nacional de México y, propuesta su candidatura para el ingreso en la Academia mexicana, la rechazó. Obtuvo en 1949 el Premio Nacional de Literatura. Falleció Mariano Azuela en 1952.

Mariano Azuela (1873-1952): notas biobibliográficas

Mariano Azuela nació en Lagos de Moreno (Estado de Jalisco, México) en 1873. Hijo de un modesto comerciante rural, inició sus estudios en el Liceo de Varones del Padre Guerra, en Guadalajara. Su vocación literaria comenzó muy pronto, y en 1903 su cuento «De mi tierra» resultaba premiado en los Juegos Florales de Lagos. Obtuvo el título de licenciado en la Escuela de Medicina de Guadalajara, donde se doctoró en 1908. Al estallar la Revolución (1910) se le persigue por adversario del general Porfirio Díaz (por su espíritu liberal, Azuela sintonizó pronto con los revolucionarios); pero al triunfar Madero, se le nombra Jefe Político de Lagos. En la lucha entre las fuerzas de la Convención y los carrancistas, actúa como teniente coronel médico en las filas del general villista Julián Medina, muchos de cuyos rasgos se incorporarán al retrato del personaje de Demetrio Macías de Los de abajo. Desempeña altos cargos públicos (fue Director de Instrucción Pública del Estado de Guadalajara en 1914-1915), pero con la llegada al poder de Carranza se ve obligado a refugiarse en Texas. Vuelve a México en 1917 y se une de nuevo a su familia. Apartado de la política, dedica los últimos treinta años de su vida a la práctica de la medicina y a la literatura. Fue conferenciante del Colegio Nacional de México y, propuesta su candidatura para el ingreso en la Academia mexicana, la rechazó. Obtuvo en 1949 el Premio Nacional de Literatura. Falleció Mariano Azuela en 1952.

Mariano Azuela

Su producción literaria puede agruparse en cinco grandes apartados:

1) novelas (Francisco Monterde lo ha calificado de «novelista de voz irrefrenable»). Cuenta en este apartado con títulos como María Luisa (1907), Los fracasados (1908), Mala yerba (1909), Andrés Pérez, maderista (1911), Sin amor (1912), Los de abajo (1916), Los caciques (1917), Las moscas (1918), Domitilo quiere ser diputado (1918), Las tribulaciones de una familia decente (1919), El que la debe…, La Malhora (1923), El desquite (1925), La luciérnaga (1932), El camarada Pantoja (1937), San Gabriel de Valdivias, comunidad indígena (1938), Regina Landa (1939), Avanzada (1940), Nueva burguesía (1941), La marchanta (1944), La mujer domada (1946), Sendas perdidas (1949), La maldición (1955, póstuma), Esa sangre (1956, póstuma);

2) cuentos («Impresiones de un estudiante», «De mi tierra», «Víctimas de la opulencia», «En derrota», «Avichuelos negros», «De cómo al fin lloró Juan Pablo», «El jurado», «El caso López Romero», «Paisajes de mi barrio», «Un rebelde», «José María», «La nostalgia de mi coronel», «Anuncios a línea desplegada», «Era un hombre honrado», «Petro», «Mi amigo Alberto», «¡Tal será la voluntad de Dios!»…);

3) piezas teatrales (Los de abajo, El búho en la noche, Del Llano hermanos, s. en c.);

4) biografías (Pedro Moreno, el insurgente, Precursores, El Padre don Agustín Rivera, Madero, biografía novelada);

y 5) ensayos y conferencias: Esbozo, Pinceladas, Cien años de novela mexicana, Algo sobre la novela mexicana contemporánea, Divagaciones literarias, Letras de provincia, Grandes novelistas, El novelista y su ambiente, Registro, Páginas íntimas, Miscelánea.

Las Obras completas de Mariano Azuela aparecieron publicadas a cargo de Francisco Monterde[1] en tres volúmenes, los años 1958 (vols. I y II) y 1960 (vol. III).


[1] Este crítico ha resumido la evolución de Azuela, tanto en lo que toca a los estilos como a los diversos géneros a los que se acercó: «Partió del artículo, de la nota, del ensayo periodístico (para volver a él en sus últimos años) y, a través del cuento, entró en los confines de la novela corta y la novela: regional, costumbrista primero. En tal parcela, explorada por él en sucesivos tramos, se hallará cuando el estallido de la Revolución, que sorprende a otros novelistas nuestros mientras estaban desprevenidos, a él lo confirme en su vocación definitiva. Después vendrán —tras las presiones y reacciones, en la etapa de hermetismo— la evasión al pasado, por inconformidad con el presente, y las fugas transitorias hacia otros géneros: biografía y crítica, que incluye la autocrítica de sus obras, artículos, conferencias, teatro… Pero la constancia literaria, dentro de esas justificadas fluctuaciones, seguiría siendo la novela, porque en ella, al placer de crear caracteres, se unía la satisfacción de dar cauce libremente a sus discrepancias de la actualidad por él vivida» (en su estudio preliminar a Mariano Azuela, Obras completas, ed. de Francisco Monterde, vol. I, México, Fondo de Cultura Económica, 1958, pp. XX-XXI).