Poesía de Adviento: «Lumbre de Dios», de Pedro Miguel Lamet, SJ

Ven, ven, Señor, no tardes,
ven, ven, que te esperamos…

Vaya para hoy, segundo domingo de Adviento, un soneto de Pedro Miguel Lamet, SJ titulado «Lumbre de Dios». De este autor ya han entrado en el blog poemas de Adviento («Soy Adviento», y su tríptico «Tres profetas de Adviento», formado por «Isaías», «Juan el Bautista» y «María») y de Navidad («Encarnación», «Meditación de fin de año»), además de otros más propios del tiempo de Semana Santa («Ceniza eterna», «El dolor del tiempo»). El que añado hoy pertenece a su libro La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad (2016) y dice así:

Dios Padre y Dios Hijo

El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; a las que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz resplandeció sobre ellos.

(Isaías, 9, 2)

Desde la sombra de la noche aquella
que también es la noche tuya y mía,
cuando esta tierra abandonada y fría
perdió sin ti la risa de tu huella,

y buscaba temblando la centella
de un sueño, una palabra, una alegría
que aliviara ese horror en que sufría
el ser sin ser, la vida sin estrella,

de pronto te asomaste a la ventana
y preguntaste al Padre de esta guisa:
—¿Qué te parece proclamar cariño

y que el hombre se sienta en la mañana
tu júbilo, tu lumbre, tu sonrisa?
—¡Bájate, Hijo, y llora como un niño![1]


[1] Pedro Miguel Lamet, La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2016, pp. 79.

«Soy Adviento», soneto de Pedro Miguel Lamet, SJ

Que se rompan las cadenas,
que se cante libertad:
el Señor nos va a salvar.
Sanará nuestras heridas,
nuestro miedo y soledad:
Él será nuestra paz.

(Carmelo Erdozáin, «Abre tu tienda al Señor»,
Nuevos cantos de Adviento y Navidad, 1986)

Este cuarto domingo de Adviento nos deja ya a las puertas de la Navidad. Llegamos, pues, al final de este esperanzado camino que nos sirve de preparación para conmemorar la venida al mundo del Mesías Salvador, el Redentor del género humano. Y para cerrar este ciclo poético del Adviento 2024, traigo hoy el soneto «Soy Adviento», del jesuita Pedro Miguel Lamet[1], que dice así:

Hombre en una montaña con el sol al fondo

¡Cómo me gusta andar por los caminos,
sentir bajo mis pies latir al mundo,
mirar al horizonte en lo profundo
y respirar el aire de los pinos!

¡Cómo me calma de mis desatinos
marchar de paso como un vagabundo,
mientras, sin pensar, los ojos hundo
en reflejos de amores tan divinos!

Pues de pronto comprendo iluminado
que en caminar consiste nuestra vida
hacia la luz del gran descubrimiento,

puesto que andando advierto que he llegado;
y en el buscar presiento la venida.
Nací para esperar, pues soy Adviento[2].


[1] Lamet es autor de un hermoso tríptico de sonetos de Adviento, dedicados a «Isaías», «María» y «Juan el Bautista», incluidos en su libro La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2016, pp. 71-73.

[2] Publicado por el autor, el 28 de noviembre de 2024, en Religión Digital, bajo el título «Un soneto para la esperanza: Soy Adviento», de donde lo tomo.

Poesía de Adviento: «… y avívanos la esperanza», de Jesús Mauleón

El Adviento es esperanza, la esperanza, salvación;
ya se acerca el Señor.
Preparemos los caminos, los caminos del amor,
escuchemos su voz.

(Carmelo Erdozáin, «Abre tu tienda al Señor»,
Nuevos cantos de Adviento y Navidad)

Vaya para hoy, tercer domingo de Adviento (domingo Gaudete, de estar alegres), esta sencilla composición de Jesús Mauleón, sacerdote y poeta que ha cantó con frecuencia esta temática del Adviento y la Navidad. El poema (una décima), que se concibe como una oración en apóstrofe al «Jesucristo del Adviento» rematada con su correspondiente «Amén», no precisa mayor explicación.

Segunda venida de Cristo

No todo es humo ni viento
si retrasas tu venida,
que ya estás en nuestra vida,
Jesucristo del Adviento.
A veces es tan violento
este mundo con su danza
que la impaciencia no alcanza
a esperar lo prometido.
Mátanos el sinsentido
y avívanos la esperanza.

Amén[1].


[1] Publicado por el autor en Religión digital, el 25 de noviembre de 2015, de donde lo tomo.

Poesía de Adviento: «María Anunciada», de Pilar Paz Pasamar

La Virgen sueña caminos,
está a la espera…

Vaya para hoy, segundo domingo de Adviento y Solemnidad de la Inmaculada Concepción, un hermoso soneto de Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, 1933), «María Anunciada», perteneciente a su poemario Del abreviado mar (Madrid, Ágora, 1957). Fernando Carratalá nos ofrece este comentario del poema:

Paz Pasamar posee una amplia cultura religiosa y ha dedicado muchos versos al tema de la trascendencia. De sus incursiones en la temática navideña es una buena muestra el soneto «María Anunciada», de perfecta andadura rítmica en sus endecasílabos, y con estrofas y rimas ajustadas al patrón clásico: el arcángel Gabriel anuncia a María que se ve a convertir en la Madre de Dios. Y la poetisa se refiere a María con un lenguaje metafórico de gran belleza y eficacia estética —a lo largo del primer cuarteto— y con adjetivos que aluden a su sencillez y serenidad —en el segundo cuarteto, que contiene, en los versos 7 y 8, un símil de altísimo valor poético: «plena / como el dorado trigo en la gavilla»—. Pero es, sin duda, en el terceto que cierra el soneto en donde se alcanza un intenso clímax poético: Vino Gabriel [a anunciar la transformación de una sencilla mujer nada menos que en la Madre de Dios]; vino la Luz [divina a realzar su hermosura]; y, por fin, llegó Dios y se fingió pequeño [al hacerse Hombre en el vientre de María][1].

Pedro Pablo Rubens, Inmaculada Concepción (1628-1629). Museo Nacional del Prado (Madrid, España)
Pedro Pablo Rubens, Inmaculada Concepción (1628-1629). Museo Nacional del Prado (Madrid, España).

Poco que añadir a tan certero comentario, salvo quizá destacar la bella creación neológica mielar del verso 4. El soneto dice así:

¡Pan virginal, aceite sin mancilla!
«Ave María, la de gracia llena»,
te saludó Gabriel, y la colmena
de tu pecho mieló la maravilla.

Tú la más sola. Tú la más sencilla.
Mujer por sola, y por la más serena,
escogida primero que el mar, plena
como el dorado trigo en la gavilla.

Por el milagro de la dulce boda
tomaste enorme dimensión y altura,
y Dios cruzó despacio por tu sueño.

Vino Gabriel, y te mudaste toda,
vino la Luz y supo tu hermosura,
y llegó Dios, y se fingió pequeño[2].


[1] Fernando Carratalá, en Poesía de Navidad para niños y jóvenes, edición preparada por Fernando Carratalá, ilustraciones de Carmen Sáez, Madrid, Ediciones de la Torre, 2013, p. 205.

[2] Tomo el texto de Poesía de Navidad para niños y jóvenes, p. 117. En el primer verso, cierro el signo de admiración, que en la edición por la que cito solo se abre.

Poesía de Adviento: «Canto de Zacarías», de Carmen Agulló Vives

El Adviento es esperanza;
la esperanza, salvación;
ya se acerca el Señor…

(Carmelo Erdozáin, «Abre tu tienda al Señor»)

Vaya para hoy, primer domingo de Adviento, un poema de nuestra llorada Carmen (Auristela para sus queridos amigos de la Asociación de Cervantistas) Agulló Vives (Elche, 1931-Albacete, 2020), perteneciente a su libro Bendita Navidad (Villancicos para un milenio). Este «Canto de Zacarías», que va encabezado por un lema de Lucas, consta de una primera parte (tres breves estrofas de cinco versos, de medidas diversas), a la que sigue una copla y la correspondiente glosa (cuatro estrofas de siete versos octosílabos, con rima de romance, y rimando también en asonante el verso glosado).

Domenico Ghirlandaio, Zacarías escribe el nombre de su hijo. Fresco en la Cappella Tornabuoni, Santa Maria Novella (Florencia, Italia)
Domenico Ghirlandaio, Zacarías escribe el nombre de su hijo. Fresco en la Cappella Tornabuoni, Santa Maria Novella (Florencia, Italia).

El poema dice así:

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Lucas I, 78-79

Canto de Zacarías en futuro[1],
tiempo de la esperanza,
Futuro ya presente,
¿pasado ya?,
¿letra muerta en las Biblias olvidadas?

Dos mil años futuro y aún espera
el corazón creyente,
y la salmodia de las Horas sube
desde la rosa de los vientos
más allá de imposibles horizontes.

Y la inocente pluma
—¡Manes de Lope, disculpad su intento!—
en métricas arcaicas se humedece
para cantar de nuevo
al Dios que se entregó en la Navidad:

Ven, amigo, ven conmigo,
que nos guía la esperanza
a encontrar a Dios vestido
de naturaleza humana.

GLOSA

1

Es historia conocida
—algunos la llaman mito—,
la razón se encalabrina
al no explicar el prodigio.
El corazón se me esponja,
me pide que diga a gritos:
Ven, amigo, ven conmigo.

2

Al declinar de diciembre
los cristianos se preparan
—¡ay, si lo hicieran a fondo!—
a celebrar la llegada
de Cristo a la tierra pobre.
Incredulidad, aparta,
que nos guía la esperanza.

3

María y José, obedientes,
han hecho largo camino:
sabemos de un mesonero
de comportamiento indigno;
sabemos de los pastores
que acudieron al aviso
a encontrar a Dios vestido.

4

Jesús, lucero, clavel,
sonrisa, mirada clara;
naciste, asombrose el mundo,
creciéronle al hombre alas
al hermanarse contigo.
¡Tanto da quien se engalana
de naturaleza humana![2]


[1] El cántico de Zacarías (Benedictus) es la oración que recitó Zacarías al volver a poder hablar tras el nacimiento y circuncisión de su hijo san Juan Bautista. En ella alaba y da gracias a Dios por el Mesías, y se interpreta como un anuncio de la venida salvadora de Jesús. Cfr. Lucas, 1, 67-79:  «En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: “Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”».

[2] Cito, con algún ligero retoque, por Carmen Agulló Vives, Bendita Navidad (Villancicos para un milenio), Albacete, Gráficas Cano, 2001, pp. 101-102.

El soneto «Hoy tengo ya mi lámpara encendida» de Rafael Alfaro

Ven, ven, Señor, no tardes,
ven, ven, que te esperamos…

Rafael Alfaro (El Cañavate, Cuenca, 1930-Granada, 2004), sacerdote salesiano, es autor de una extensa obra lírica, entre la que se cuentan títulos como El alma de la fuente (1971), Voz interior (1972), Vamos, Jonás (1974), Objeto de contemplación (1978), Tal vez mañana (1978), Cables y pájaros (1979), Música callada (1981), Los Cantos de Contrebia (1985), Tierra enamorada (1986), Escondida senda (1986), La otra claridad (Madrid, 1989), Poemas para una exposición (1991), Salmos desde la noche (1993), Elegías del Rus (1993), Dios del venir (1994), Los pájaros regresan a la tarde (1995), Xaire (1998), Apuntes de Alarcón (2001) o Indagación del otoño (2002).

Cuatro velas de Adviento

Vaya para hoy, cuarto domingo de Adviento, este soneto suyo que comienza «Hoy tengo ya mi lámpara encendida» y que remite al pasaje evangélico de Lucas que lleva como lema:

«Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y llamar, al instante le abran» (Lc 12, 35).

Hoy tengo ya mi lámpara encendida,
ceñida la cintura, y la alianza
en mi dedo vigía; y la esperanza
centinela del alba prometida.

Y arde en mi corazón la dolorida
llaga de soledad: ¡lenta es la danza
de las horas y lenta tu tardanza!
Dios del venir[1]: ¡Ardiendo está mi vida!

Y me digo: la noche anuncia al Día;
las estrellas al Sol; el suelo al Cielo.
¿A quién anunciará el alma vacía?

Aprenda el Ángel ya su «avemaría»
y encienda el aire blanco de su vuelo.
Dios del venir, ¡mi corazón te ansia![2]


[1] Esta formulación recuerda el primer verso del primer poema («La transparencia, Dios, la transparencia») de Dios deseado y deseante de Juan Ramón Jiménez: «Dios del venir, te siento entre mis manos, / aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa / de amor, lo mismo / que un fuego con su aire», si bien el significado es distinto en cada caso: en Jiménez, se trata de la formulación de una inmanencia divina (en varias ocasiones afirmó Juan Ramón: «El mío es un dios en inmanencia»); en Alfaro remite a la espera de Cristo que supone el Adviento (adventus significa ʻllegadaʼ o ʻvenidaʼ).

[2] Tomo el texto de Rafael Prieto Ramiro, Como la gallina a sus polluelos (Lc 13, 34). Adviento y Navidad 2002-2003, Madrid, Cáritas Española, 2002, p. 30.

«Al gozo de Nuestra Señora cuando se supo Madre de Dios», de Rafael Morales

La Virgen sueña caminos,
está a la espera.
La Virgen sabe que el Niño
está muy cerca.

Vaya para hoy, tercer domingo de Adviento (tiempo de espera y de esperanza), este bello soneto de Rafael Morales (Talavera de la Reina, Toledo, 1919-Madrid, 2005) centrado en la Encarnación del Verbo, que —en su sencillez poética— no requiere de mayor comento.

Bartolomé Esteban Murillo, La Anunciación (c. 1660). Museo del Prado (Madrid)

Bartolomé Esteban Murillo, La Anunciación (c. 1660). Museo del Prado (Madrid).

Igual que la caricia, como el leve
temblor del vientecillo en la enramada,
como el brotar de un agua sosegada
o el fundirse pausado de la nieve,

debió ser, de tan dulce, tu sonrisa,
oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada,
al sentir en tu entraña la llegada
del Niño Dios como una tibia brisa.

Debió ser tu sonrisa tan gozosa,
tan tierna y tan feliz como es el ala
en el aire del alba perezosa,

igual que el río que hacia el mar resbala,
como el breve misterio de la rosa
que, con su aroma, toda el alma exhala[1].


[1] Cito por la antología Porque esta noche el Amor. Poesía navideña del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, p. 72.

Poesía de Adviento: «Juan el Bautista», de Pedro Miguel Lamet, SJ

Preparemos los caminos,
ya se acerca el Salvador…

El año pasado por estas fechas, en el tiempo de Adviento, reproduje en el blog dos sonetos de Pedro Miguel Lamet, SJ (Cádiz, 1941- ) dedicados a esta temática, los titulados «Isaías» y «María», incluidos ambos en su libro de 2016 La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad. Recupero para hoy, segundo domingo de Adviento, un tercer soneto del mismo libro, «Juan el Bautista», que forma junto con los dos anteriores el tríptico «Tres profetas de Adviento» (completando de esta forma la serie que el año pasado quedó truncada).

Juan el Bautista predicando en el desierto (1760), por Anton Raphael Mengs. Museo de Bellas Artes de Houston (Estados Unidos)

Anton Raphael Mengs, Juan el Bautista predicando en el desierto (1760).
Museo de Bellas Artes de Houston (Estados Unidos).

El poema, que trae su propio lema, dice así:

Voz que clama en el desierto:
«Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas!».

(Mateo, 3, 3)

Si pudiera ser piedra en el camino,
si humilde valle junto a la montaña,
simple flauta cortada de una caña,
flor oculta que esconde su destino,

si pesara aún menos que un comino
que a nadie importa, pie que acompaña,
una voz que resuena de la entraña
del desierto y apunta a lo divino,

podré gritar que vienes, que andas cerca,
bautizar con el agua de este río
que fluye sin quedarse y va derecho

a ese mar que eres tú, oh Señor mío,
que vienes a regar nuestro barbecho.
¡Quiero ser solo el cubo de tu alberca![1]


[1] Pedro Miguel Lamet, SJ, La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2016, pp. 73. El autor publicó la serie completa de los tres sonetos (cuyos textos figuran con algunas variantes y/o errores de transcripción) el 8 de diciembre de 2020, tanto en su web personal, La página de Pedro Miguel Lamet, como en Religión Digital.

Poesía de Adviento: «Isaías», de Pedro Miguel Lamet, SJ

El Adviento es esperanza;
la esperanza, salvación;
ya se acerca el Señor.
Preparemos los caminos,
los caminos del amor;
escuchemos su voz.

(Carmelo Erdozáin, «Abre tu tienda al Señor»,
Nuevos cantos de Adviento y Navidad)

Vaya para este cuarto domingo de Adviento —tiempo de esperanzada espera de la Navidad y el nacimiento del Niño Dios— otro soneto de Pedro Miguel Lamet, SJ (Cádiz, 1941- ), «Isaías», perteneciente a su libro La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad. Forma parte de la serie «Tres profetas de Adviento», junto con los también sonetos «Juan el Bautista» y —ya recogido en este blog— «María».

Isaías profetiza el nacimiento de Jesús
Isaías profetiza el nacimiento de Jesús

«Isaías» es el primer soneto de la serie, y este es su texto:

Mirad, la joven está encinta
y dará a luz un hijo…
Porque un niño nos ha nacido,
nos han traído un hijo,
consejero maravilloso,
príncipe de la paz.

(Isaías, 7, 14; 9, 4-5)

Él miraba a lo lejos una tarde
el horizonte rojo de temblores
y el asirio imperio en los horrores
que avanza, mata, arrasa, hiere y arde,

empuñando la espada del cobarde.
Cuando una luz deshace sus dolores
y de la sangre brota entre las flores
una visión de paz como un alarde:

¡No temas más, que ya amanece un sueño:
un hijo trae la luz sobre la tierra,
un niño se os dará, la joven madre

ya está encinta y en su seno encierra
el sendero de amor con que se abre
al mundo un Dios que anhela ser pequeño![1]


[1] Pedro Miguel Lamet, SJ, La luz recién nacida. Cancionero de Adviento y Navidad, Bilbao, Ediciones Mensajero, 2016, p. 71. Los tres poemas quedaron recogidos también el 13 de diciembre de 2020 en el blog unassemillitas.com, de Daniel S. Barbero, entrada titulada «Tres personajes del Adviento». Ahí escribe el propio Lamet: «Avanzamos en el Adviento. La liturgia nos presenta tres profetas de este tiempo de caminar en la esperanza: Isaías, Juan el Bautista y María, a los que he dedicado tres sonetos».

Poesía de Adviento: «¡Qué frío, qué frío!», del Padre Gustavo González Villanueva

Preparemos los caminos,
ya se acerca el Salvador…

Vaya para este tercer domingo de Adviento un poema del sacerdote guatemalteco (nacido en Antigua Guatemala) Gustavo González Villanueva. Fallecido en 2005, el Padre González Villanueva, abogado y Doctor en Teología, fue maestro de Educación Primaria por el Instituto Normal «Antonio Larrazábal» de Antigua Guatemala. Casi todos sus libros de poesía se publicaron en Costa Rica y Guatemala: Canción del huésped aguardado (1991), Glosa del amor bien pagado (1991), Una rosa encendida (1991), Loa en la Antigua Guatemala, cavalcavía del tiempo (1992), Almendras de oro (1992), Luna de cristal (1992) o Nanas del Adviento (1992), títulos a los que hay que añadir otros trabajos de investigación literaria o histórica como Cancionero y romancero antigüeño, Bitácora de la Antigua Guatemala, Ocurrencias romanas, Selectas biografías vulgares, Los primeros cristianos de la Audiencia de los Confines, El testamento del adelantado don Pedro de Alvarado o La utopía de Francisco Marroquín, entre otros[1].

La temática navideña es frecuente en la poesía del Padre González Villanueva. Al respecto escribe Víctor Valembois que el autor

maneja una sorprendente técnica de asombro, ya no tanto en él mismo, sino en su receptor, nosotros todos. Esta resulta particularmente vivaz en el reincidente tópico de Navidad, no solo la de Cristo nacido en Oriente, sino con abierto anacronismo, la de aquí y ahora. Como analizado en otro trabajo, existe entonces una constante voluntad iconoclasta de “contemporaneización” de la temática bíblica. En Nanas del Adviento existe una continua interferencia entre el acá y el allá tanto en sentido espacial como trascendental: «“¡Ya viene, ya viene!” / “Gloria en las alturas!” / (Y estamos tan bajos/ en estas tristuras.)». La tensión se sitúa entonces siempre entre el Belén evocado y el Guatemala de aplicación (o cualquier país del mapa actual), como entre lo terrenal y lo celestial. La mayoría de las creaciones de este poemario vienen con un epígrafe que consiste simplemente en un topónimo de la geografía guatemalteca: «Las Salinas», […], o «San Juan del Obispo», o «Petén Itzá», etc.[2]

A este poemario Nanas del Adviento pertenece la composición «¡Qué frío, qué frío!», en la cual —como suele ser habitual en la poesía navideña, desde tiempos remotos— se evocan, aquí incluso antes del nacimiento de Cristo, los futuros sufrimientos del Salvador del Mundo en la Pasión, anticipados en los vocativos Espina (v. 3) y Clavo, serrucho y martillo (v. 8 y luego, en el v. 18, sin la conjunción copulativa) y en la formulación de los vv. 12-13: «Mi niño, que no has nacido, ¿y ya sueñas con la cruz?».

La Virgen María encinta

El texto del poema, que no requiere mayor comentario, dice así:

El Merendón

—No ha nacido,
¿y ya vienes a buscarle?
Espina, pincha mi mano,
no temas brote la sangre;
pero déjale que duerma,
mi niño, que no ha nacido
y ya vienes a buscarle.

—Clavo, serrucho y martillo
golpean en mis entrañas:
el niño está dando saltos,
mueve manitas y pies.
Mi niño, que no has nacido,
¿y ya sueñas con la cruz?

—Tarde de plata bruñida,
¡qué frío, qué frío!,
se me está helando la sangre
y a mi niño le hace daño.

Clavo, serrucho, martillo,
¡qué frío, qué frío![3]


[1] Para más detalles sobre el autor y su obra poética remito a Víctor Valembois, «Constantes en la poesía del guatemalteco Gustavo González Villanueva», ponencia leída en el XI Congreso de CILCA, Universidad Nacional (Heredia, Costa Rica), en marzo de 2003, disponible en Vereniging van Leuvense Romanisten, pp. 51-59; Conny Palacios, La poética del viaje iniciático: la poesía interiorista de Gustavo González Villanueva, San José de Costa Rica, Ediciones Promesa, 2013; y VV. AA., Homenaje a Gustavo González Villanueva: el poeta de la Antigua Guatemala, San José de Costa Rica, Ediciones Promesa, 2015.

[2] Valembois, «Constantes en la poesía del guatemalteco Gustavo González Villanueva», p. 57.

[3] Tomo el texto de Gustavo González Villanueva, Nanas del Adviento, música de Beatriz Fernández de Hütt, escritura musical de Elizabeth Lobo, San José de Costa Rica, Ediciones Promesa, 1992, pp. 36-37 (modifico ligeramente la puntuación).