«Día de la Epifanía, descubierto el Santísimo Sacramento», romancillo de José de Valdivielso

¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos
su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle (
Mateo, 2, 2).

Hoy, 6 de enero, Día de Reyes, celebramos la Epifanía o manifestación de Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador del mundo a todas las naciones. José de Valdivielso —otro gran cultivador barroco de la temática navideña, al igual que Lope de Vega— dedicó una de las composiciones de su Romancero espiritual al «Día de la Epifanía, descubierto el Santísimo Sacramento».

Alberto Durero, Adoración de los Magos (1504). Galería Uffizi (Florencia, Italia)
Alberto Durero, Adoración de los Magos (1504). Galería Uffizi (Florencia, Italia).

Desde el punto de vista métrico, se trata de un romancillo (romance de versos hexasílabos, con rima aguda en ó), que repite el hermoso y emotivo estribillo «Atabales tocan / en Belén, pastor; / trompeticas suenan, / alégrame el son». Como es frecuente en estas poesías navideñas de los autores del Siglo de Oro, bajo la aparente sencillez de la forma y la expresión se encierran variados motivos bíblico-teológicos, como explico en las notas al pie. El poema dice así:

Atabales tocan
en Belén, pastor;
trompeticas suenan,
alégrame el son.

De donde el aurora
abre su balcón
y saca risueña
en brazos al sol[1],
vienen Baltasar,
Gaspar y Melchor,
preguntando alegres
por el Dios de amor.
Todos traen presentes
de rico valor,
oro, incienso y mirra
al Rey, Hombre y Dios[2].

Atabales tocan
en Belén, pastor;
trompeticas suenan,
alégrame el son.

La virginal Madre
del Rey Salomón[3],
para la visita,
de fiesta salió.
De estrellas se puso
un apretador[4],
y un manto de lustre
con puntas del sol.
Para los chapines[5],
que bordados son,
virillas[6] de plata
la luna le dio.

Atabales tocan
en Belén, pastor;
trompeticas suenan,
alégrame el son.

De la tierra y cielo[7]
sacó lo mejor,
en el Agnus Dei[8]que al cuello colgó.
Llora el Niño hermoso,
del yelo al rigor,
mas dándole el tres[9]
luego le acalló.
Aunque le ven pobre
y le dan por Dios,
saben que Jüez
volverá mejor[10].

Atabales tocan
en Belén, pastor;
trompeticas suenan,
alégrame el son
[11].


[1] De donde el aurora … en brazos al sol: es decir, del oriente. Ahora bien, más allá de esa referencia meramente geográfica, en este contexto podemos entender también que la Aurora (la Virgen María) saca risueña (da a luz) al Sol (Jesús).

[2] oro, incienso y mirra / al Rey, Hombre y Dios: el oro es símbolo de la realeza; el incienso se ofrecía a la divinidad; la mirra, que se usaba para embalsamar a los muertos, recuerda la condición también humana de Cristo.

[3] Rey Salomón: en una primera lectura, podríamos pensar que casaría mejor aquí «Rey Salvador», pues Salomón fue un antiguo rey de Israel, hijo de David (su historia se narra en el Primer Libro de los Reyes, 1-11, y en el Segundo Libro de las Crónicas, 1-9), y obviamente la Virgen María no fue su madre. Ahora bien, como rey sabio y constructor del Templo de Jerusalén, Salomón es uno de los personajes del Antiguo Testamento que prefiguran a Cristo, que —no lo olvidemos— era también de la estirpe de David. Por eso, creo que puede mantenerse aquí sin problema la lectura «Madre / del Rey Salomón», entendiendo la expresión en el sentido simbólico o figurado que acabo de señalar.

[4] apretador: jubón o almilla sin mangas.

[5] chapines: chapín es «Chanclo de corcho, forrado de cordobán, muy usado en algún tiempo por las mujeres» (DLE).

[6] virillas: adornos en el calzado, especialmente en los zapatos de las mujeres, que les servían también de refuerzo entre el cordobán y la suela.

[7] De la tierra y cielo: el texto original trae «De la tierra, y el cielo», que da siete sílabas. Suprimo el artículo el para regularizar la medida (todos los versos son hexasílabos).

[8] Agnus Dei: «Objeto de devoción consistente en una lámina de cera impresa con alguna imagen» o «Relicario que especialmente las mujeres llevaban al cuello» (ambas definiciones proceden del DLE). Pero, al mismo tiempo, tengamos presente que Jesús es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

[9] tres: «Conjunto de tres voces o de tres instrumentos» (DLE), es decir, los tres Reyes Magos, en este caso. Compárense estos versos del «Romance de los Reyes, descubierto el Santísimo Sacramento», del mismo Valdivielso: «Como el cielo ve que llora / y que tien tanto por qué, / pienso que sin duda quiere / acallarle con un tres». En la edición moderna de 1880 se lee «dándole él tres», lectura que estropea el sentido. Otra posibilidad sería que tres significase algo así como ʻchupeteʼ o ʻsonajeroʼ, pero no encuentro documentada la voz con este significado en los diccionarios.

[10] saben que Jüez / volverá mejor: en su segunda venida a la Tierra (parusía, advenimiento, maranata…), Cristo vendrá con gloria, como dice el Credo, «a juzgar a los vivos y a los muertos» (Símbolo Apostólico: D 7 9).

[11] Cito por Romancero espiritual, en gracia de los esclavos del Santísimo Sacramento, para cantar cuando se muestra descubierto, por el maestro José de Valdivielso su capellán, y de la capilla muzárabe en su santa iglesia de Toledo. Añadido y enmendado en esta última impresión por el mismo autor, en Madrid, por doña Mariana del Valle, a costa de Francisco Martínez, mercader de libros, frontero de la calle de la Paz, 1659 [en el colofón con estos otros datos: en Madrid, en la Imprenta de la viuda de Francisco Nieto, 1675], fols. 156v-157v. Hay edición moderna, con prólogo de Miguel Mir, Madrid, Imprenta de D. A. Pérez Dubrull, 1880, donde ocupa las pp. 283-285.

«Tanto es el Niño que ves», villancico anónimo del siglo XVII

Para este 5 de enero, en cuya noche mágica los niños —y los no tan niños— esperan ilusionados la venida de los Reyes Magos —que siguiendo la Estrella llegaron a Belén para adorar al Niño Dios recién nacido— copio este hermoso (y denso de motivos) villancico anónimo del siglo XVII.

Abraham Bloemaert, Adoración de los Reyes Magos. Centraal Museum (Utrecht, Países Bajos)
Abraham Bloemaert, Adoración de los Reyes Magos. Centraal Museum (Utrecht, Países Bajos).

El texto fue bellamente musicado —con una letra más reducida— por Joaquín Díaz[1] en su vinilo Canciones de Navidad (1968, Sonoplay).

Tanto es el Niño que ves,
zagal, aunque al yelo llora,
que tres reyes a sus pies
cada cual en Él adora
Uno que vale por tres
[2].

Tierno niño y fino amante,
aunque más disimuléis
yo sé que en llorar por mí
sentís mucho y yo sé qué[3].

Si tan feliz fue mi culpa
que por ella padecéis[4],
parabién doy a mi mal
pues fue mi mal para bien[5].

Si una lágrima es por mí
bastante a satisfacer[6],
¿para qué derramáis tantas
si no tenéis para qué?

Quien su infinito valor
siente y le deja perder,
en buena fe que no logra
lo que siente en buena fe[7].

Siendo Dios querer ser hombre
bajando a uniros con él[8],
¿cómo puede ser que yo
sepa cómo puede ser?

No quiero saber de Vos
más, mi Dios, de que no sé,
por saber que el primer hombre
vino a ignorar por saber[9].

Prisioneros tres monarcas
de vuestro arbitrio a la ley,
aprender quieren finezas
de quien los vino a prender[10].

Cuando siendo rey tan grande
forma de criado os ven,
poder de Dios, ¡cómo admiran
el sumo de Dios poder!

Ricos dones ofrecieron;
de amor providencia fue
el ofrecer ocasiones,
que es cumplir el ofrecer.

En viendo a Vos y a María
se salieron de Belén;
sin más ver, de amor van ciegos
pues se vuelven sin más ver.

Tanto es el Niño que ves,
zagal, aunque al yelo llora,
que tres reyes a sus pies
cada cual en Él adora
Uno que vale por tres
[11].


[1] Voz: Joaquín Díaz. Clave: José María Morales. Contrabajo: Carlos Casasnovas. Productor: Carlos Guitart. Técnicos de sonido: Jean François Beaudet / Joaquín Cobos.

[2] Uno que vale por tres: alusión al dogma de la Santísima Trinidad: Dios es Uno y Trino (tres personas —o hipóstasis— distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y un solo Dios verdadero).

[3] yo sé que … yo sé qué: nótese que en los versos tercero y cuarto de todas las estrofas se produce un juego similar consistente en la repetición de una expresión, con alguna ligera variante, que hace que tenga un significado diferente en cada caso. Anotaré solo algunos de estos juegos, cuando me parece que requieren explicación.

[4] Si tan feliz fue mi culpa / que por ella padecéis: evoca la expresión latina felix culpa, que deriva de los escritos de san Agustín acerca de la Caída del hombre, la fuente del pecado original: «Pues [Dios] juzgó más conveniente sacar bienes de los males que impedir todos los males». Esta frase es cantada anualmente en el pregón de la Vigilia Pascual: «O felix culpa quae talem et tantum meruit habere redemptorem» («¡Oh, feliz la culpa que mereció tal Redentor!».

[5] parabién … para bien: nótese el calambur.

[6] una lágrima es por mí / bastante a satisfacer: una sola lágrima del Niño Dios bastaría para redimir al hombre.

[7] en buena fe que no logra / lo que siente en buena fe: en buena fe, en la primera mención, es locución adverbial (lo mismo que a buena fe, ʻciertamente, sin dudaʼ), mientras que la segunda vez que se emplea es complemento circunstancial ʻcon fe buena, teniendo feʼ.

[8] Siendo Dios querer ser hombre / bajando a uniros con él: Cristo reúne en su persona la doble naturaleza humana y divina, lo que teológicamente se designa con el nombre de unión hipostática. Se trata de un gran misterio, de ahí que la voz lírica añada a continuación: «¿cómo puede ser que yo / sepa cómo puede ser?».

[9] el primer hombre / vino a ignorar por saber: Adán, el primer hombre, se hizo ignorante (ʻcayó en el pecado, en la culpaʼ) por comer el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal, que le había sido vedado por Dios. Cfr. Génesis, 2-3.

[10] aprender … a prender: de nuevo el juego se basa aquí en el calambur.

[11] El texto procede de una recopilación de Villancicos (Zaragoza, 1672). Lo cito (con ligeras modificaciones) por La verdadera poesía castellana. Floresta de la antigua lírica popular recogida y estudiada por don Julio Cejador y Frauca…, Tomo III, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922, núm. 2052, pp. 296-298.

«Noche de Reyes», de Ramón Cué Romano

Vaya para este 6 de enero —Epifanía del Señor— un poema del padre Ramón Cué Romano, SJ (Puebla de Zaragoza, México, 1914-Salamanca, 2001), perteneciente a su libro Versos de Navidad (1964). Se titula «Noche de Reyes» y va fechado en 1958.

Adoración de los Reyes Magos o Epifanía, de Giotto.
Capilla de los Scrovegni o de la Arena (Padua).

Melchor, Gaspar y Baltasar.

Los tres, con pies de raso, de puntillas,
para no desvelar ojos que os sueñan,
que solo ojos cerrados
os ven pasar.

Melchor, Gaspar y Baltasar.

Esta noche existís gracias al sueño
de tantos niños. Con juguetes ciertos
vuestra falsa existencia les pagáis.

Melchor, Gaspar y Baltasar.

¿No quedará un juguete en vuestra alforja
para el niño que dentro de este viejo
me estoy naciendo y llora y sueña ya?

Melchor, Gaspar y Baltasar.

¿No encontrasteis perdido en los caminos
de la ilusión aquel juguete mío,
ave azul —mi inocencia— de cristal?

Melchor, Gaspar y Baltasar.

¿No la visteis vagar de bosque en bosque?

Melchor,
¿en tu jaula de pájaros no entró?

Gaspar,
¿no se posó en tu cetro a gorjear?

Baltasar,
¿no brincaba ante el Niño en el portal?

Melchor, Gaspar y Baltasar.

¿Quién viene de los tres con mi ave blanca?
La luz apago ya. Cierro los ojos.
Ya os sueño. Ya existís. Ya os acercáis.

Melchor, Gaspar y Baltasar.

Dadme en sueños al menos mi inocencia.
Mi mano alisará en sueños sus plumas.
Junto a mi almohada en sueños cantará…

… Melchor

… Gaspar

… Baltasar[1]


[1] Cito por Padre Cué, Versos de Navidad, La Coruña, Litografía e Imprenta Roel, 1964, pp. 47-48.

«Esta es la fiesta», de Rafael Ortiz González

Del político y poeta colombiano Rafael Ortiz González (San Andrés, 1911-Bogotá, 1990) ya hemos transcrito aquí alguna otra composición navideña, como su soneto «Jesús». Para esta mágica Noche de Reyes traigo este otro poema suyo, «Esta es la fiesta», también soneto, que evoca la jubilosa emoción de una noche como la del 5 de enero en la que muchos —sea cual sea la edad— volvemos a sentir la misma ilusión que sienten los niños. Cabe destacar, desde el punto de vista estructural, la construcción anafórica de la composición: las tres primeras estrofas repiten «Esta es la noche…», que en el segundo terceto figura con variatio, «Esta es la fiesta de la noche…».

Los Reyes Magos de Oriente

Esta es la noche blanca y misteriosa
de los azules y encantados trinos,
noche de los divinos peregrinos,
tras de la estrella errante y luminosa.

Esta es la noche de los rojos vinos
y de los panes blancos, la armoniosa
noche de los luceros cantarinos
y del padre, del niño y de la esposa.

Esta es la noche pura y amorosa
y fraterna, en la mesa deleitosa
del cordero y los vinos cristalinos.

Esta es la fiesta de la noche hermosa
y la fiesta del alba jubilosa,
de los sueños humanos y divinos…[1]


[1] Tomo el texto de Nos vino un Niño del cielo. Poesía navideña latinoamericana del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, EDIBESA, 2000, pp. 329-330. Distribuyo los últimos seis versos (que en el original figuran juntos) como dos tercetos.

«Villancico-sextina (un poco triste) de los Reyes de Oriente», de Jesús Urceloy

Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes,
vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo:
«¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?
Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.»
(Mateo, 2, 1-2)

Vaya para hoy 6 de enero, Día de los Reyes Magos y festividad de la Epifanía —Manifestación— del Señor, este «Villancico-sextina (un poco triste) de los Reyes de Oriente» de Jesús Urceloy (Madrid, 1964), poeta, escritor, editor literario y profesor de Escritura Creativa. En el terreno de la lírica, cuenta en su haber con títulos como Libro de los salmos, Profesión de Judas, Berenice, Diciembre, Harto de dar patadas a este bote, Misa de Réquiem, La biblioteca amada, Versos cobardes para el niño de la foto, Piedra Vuelta. Poesía 1985-2014 y Visibles e invisibles. Falsa antología de poetas verdaderos.

Más allá de la artificiosa construcción de la composición, ajustada a la estructura de la sextina —cuya dificultad señala el propio poeta[1]—, cabe destacar la bella cadencia musical de los versos, que aquí son dodecasílabos (cada uno de ellos está formado por dos hemistiquios de 6 + 6 sílabas).

Hans Memling, Tríptico de la Adoración de los Magos (tabla central). Museo del Prado, Madrid
Hans Memling, Tríptico de la Adoración de los Magos (tabla central). Museo del Prado, Madrid

El villancico-sextina de Jesús Urceloy, que hace gala de un verdadero prodigio constructivo en este ejercicio poético de gran virtuosismo, dice así:

Los reyes, cantando, sacaron sus cestos
de mimbre, de tela, de caucho, de viento,
y en la alfombra antigua de los nuevos sueños
los dejaron vanos, insensibles, huecos,
vacíos de formas, letras, cartas, pliegos,
singulares, cortos, limpios, áureos, viejos.

Del atrio a la sala de los arcos viejos,
desasosegados, dejaron los cestos.
Los pajes quedaron dormidos. Hay pliegos
que así nos lo cuentan en cajas de viento,
en celdas oscuras, con nutrientes huecos
donde se embalsaman leyendas y sueños.

Desde su alta cama, Baltasar, en sueños,
descalzo miraba sus zapatos viejos:
con la mano dulce sensibleó los huecos,
desrodilló mantas, encodó los cestos,
se tendió desnudo, de espaldas al viento
del escriba extraño que eterniza pliegos.

Antes de la nada, Gaspar, unos pliegos
que en la mesa anuncian los cercanos sueños,
despobló de letras, cicatrices, viento,
señales, palabras, y en sus ojos viejos
fue cerrando casas, despoblando cestos,
apagando luces, ventanas y huecos.

Melchor, en el baño, llenaba los huecos
del agua con sales que guardaba en pliegos:
arenas de arabia, del mar rojo[2] cestos,
con algas y anclajes para hornear los sueños
y en el caudal limpio, como hacen los viejos,
despojó de aromas el musical viento.

De los tres, ahora, que ha pasado el viento
de la vida ajando libertad y huecos,
nos quedan leyendas, relatos con viejos
dibujos en vallas, películas, pliegos
de dudosa suerte, como aquellos sueños
que, por repetidos, van llenando cestos.

Sacaron los cestos los reyes al viento:
Baltasar los sueños, Melchor solo huecos,
Gaspar esos pliegos desnudos y viejos…[3]


[1] En efecto, en nota al pie explica: «La sextina —como todo poeta sabe—es una composición que consta de 39 endecasílabos, estructurados en seis estrofas de seis versos y una estrofa final de tres. Las palabras finales de la primera estrofa deben repetirse en las siguientes con una pauta determinada: ABCDEF – FAEBDC – CFDABE – ECBFAD – DEACFB – BDFECA. En el terceto final se repiten las seis palabras siguiendo el mismo orden que en la primera estrofa, es decir, AB, CF, EF entendiendo que A está en la mitad y B a final del primer verso, C en la mitad y D al final del segundo verso, y E a la mitad y F al final del tercero. Una composición con su enjundia y su guindilla, para entretenerse los días en que no hay fútbol. Ni decir tiene que el contenido debe superar al continente. Lo normal es que no haya rimas, pero como hacía frío, no había elecciones y no tenía otra cosa mejor que hacer, me propuse rimar en la misma asonancia, por aquello de hacer una especie de canto salmódico al estilo gregoriano, no más. Ah, el poema fue escrito en diciembre de 2014, pero para esta edición ha sido revisado y corregido (gracias, Alicia). Laus deo». El autor se refiere a Alicia Arés, directora de la colección «Anaquel de poesía» de la editorial Cuadernos del Laberinto, en que se publica el volumen donde se recoge el poema.

[2] arabia … mar rojo: mantengo las minúsculas del original.

[3] Cito por Me gusta la Navidad. Antología de poesía navideña contemporánea, Madrid, Cuadernos del Laberinto, 2016, pp. 47-48. Lo encuentro recogido también en el blog Creación poética, donde fue publicado el 23 de diciembre de 2014, bajo el título algo diferente de «VILLANCICO (sextina un poco triste de los reyes de oriente)», con un texto que carece por completo de signos de puntuación.

«Noche de Reyes», de Luis García Arés

Hace unos días traía al blog un emotivo poema de Luis García Arés (Ávila, 1934-2013) titulado «Las lágrimas del ángel». Para hoy, 5 de enero, en la ilusionada espera de la llegada de los Magos de Oriente, copiaré su también delicada composición «Noche de Reyes». El texto, que significativamente ocupa el último lugar en la recopilación de sus Versos para la Navidad (villancicos), se distribuye en dos estrofas, la primera de 28 versos y la segunda de 12, en las que —como en el otro poema— van alternando versos heptasílabos y pentasílabos con ritmo de seguidillas: 7- 5a 7- 5a. En su sencillez, el poema no requiere de mayor comentario, más allá de destacar su estructura circular (vv. 1-2 y 39-40) y el tono reflexivo —melancólico— con que se tiñen los versos finales, cuando la voz lírica contempla ya cercano el sueño de la muerte.

El Greco, La Adoración de los Reyes Magos (c. 1568-1569), versión del Museo Lázaro Galdiano (Madrid)
El Greco, La Adoración de los Reyes Magos (c. 1568-1569), versión del Museo Lázaro Galdiano (Madrid)

A lomos de camellos
vienen los Reyes,
cargados de ilusiones
y de juguetes.
Ya llegan con sus pajes
desde el Oriente,
y en los zapatos dejan
muchos paquetes.
Cuando pasa la noche
y el día viene,
¡qué alborozo tan grande
los niños sienten!
Un año tras de otro
los Magos vuelven,
y en la mente infantil
se hacen presentes.
Recuerdo que de niño
quería verles,
pero nunca me cupo
tan buena suerte,
porque el roce del sueño
con su ala leve
mis párpados cerraba
dulce y silente.
¡Ilusiones tan limpias
como esa nieve
que en las noches de enero
cae mansamente…!

Con el paso del tiempo
algo se pierde,
y otros sueños distintos
hoy me adormecen:
los sueños de la vida
y el de la muerte.
Mas cuando al fin, cansado,
mis ojos cierre
veré con otros nuevos
que por Oriente
a lomos de camellos
vienen los Reyes[1].


[1] Cito por Luis García Arés, Versos para la Navidad (villancicos), Madrid, Cuadernos del Laberinto, 2019, pp. 67-68. Previamente se había publicado en Me gusta la Navidad. Antología de poesía navideña contemporánea, Madrid, Cuadernos del Laberinto, 2016, pp. 19-12, con la única modificación de figurar oriente con minúscula en los vv. 6 y 38.

«Reyes que venís por ellas, / no busquéis estrellas ya», de Lope de Vega

Para este 6 de enero —fiesta de la Epifanía del Señor— he seleccionado unos versos pertenecientes a Pastores de Belén. Prosas y versos divinos de Lope de Vega Carpio (Madrid, Juan de la Cuesta, 1612)[1].

La adoración de los Reyes Magos (Rubens)
La adoración de los Reyes Magos (Rubens).

El poema del Fénix («una canción que uno de los criados que traemos comenzó a cantar a los Reyes») se inserta entre la prosa del Libro cuarto:

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas.

Reyes que venís de Oriente
al Oriente del Sol solo
que, más hermoso que Apolo,
sale del Alba excelente;
mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas.

No busquéis la estrella agora,
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas;
el Niño os alumbra ya,
porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el Sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas,
la estrella oscurece ya,
porque donde el Sol está
no tienen luz las estrellas
[2].


[1] Hay edición moderna: Pastores de Belén, ed. de Antonio Carreño, Madrid, Cátedra, 2010.

[2] Tomo el texto, con algunas modificaciones, de la versión de Pastores de Belén preparada por Enrique Suárez Figaredo, edición electrónica que tiene como texto base la edición de Lérida, a costa de Miguel Manescal, mercader de libros, 1612 (estos versos se localizan en las pp. 277-278). El poema se encuentra reproducido en varios sitios de Internet con el título facticio de «La llegada de los Reyes Magos».

«Resplandor del ser», de Rosario Castellanos

Vaya para esta Noche de Reyes, una noche especial, siempre mágica e ilusionante, este breve poema de la escritora mexicana Rosario Castellanos:

Para la adoración no traje oro.
(Aquí muestro mis manos despojadas.)

Para la adoración no traje mirra.
(¿Quién cargaría tanta ciencia amarga?)

Para la adoración traje un grano de incienso:
mi corazón ardiendo en alabanzas[1].


[1] Tomo el texto de Nos vino un Niño del cielo. Poesía navideña latinoamericana del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, EDIBESA, 2000, p. 338.

«Epifanía», de Víctor Manuel Arbeloa

Como ya he indicado en otras ocasiones, Víctor Manuel Arbeloa (Mañeru, Navarra, 1936- ) es un escritor que ha abordado con frecuencia la temática navideña, y lo he hecho como estudioso y como creador, en distintos momentos de su dilatada trayectoria poética (véase la entrada que le dediqué hace algún  tiempo). En el blog han quedado recogidos también su «Villancico cruel a un subnormal no nacido» y, hace unos pocos días, su «Nana en el día de los Inocentes». Vaya hoy, para esta festividad de la Epifanía (o manifestación) del Señor, su poema «Epifanía», correspondiente a la sección «Dios se ha revelado» de su poemario Dios es hombre para siempre (1966). Se trata de una composición arromanzada (con rima í o), pero con la particularidad de que los versos impares son heptasílabos y los pares pentasílabos.

La adoración de los Reyes Magos, de Bartolomé Esteban Murillo
La adoración de los Reyes Magos, de Bartolomé Esteban Murillo.

Ante él se postrarán todos los reyes
y le servirán todos los pueblos.
(Salmo 71, 11)

Hasta Belén llegaron
tres peregrinos
tres magos babilonios
tres adivinos
cabalgando una estrella
por los caminos

El oro del Dios Rey
los ha atraído.
La nube del incienso
del Dios Santísimo.
Y la mirra olorosa
del Dios nacido.

Hasta Belén llegaron
tres peregrinos…

Todos los continentes
todos los siglos
se fueron tras la estrella
del regocijo
¡Al espacio y al tiempo
rige este Niño!

Hasta Belén llegaron
tres peregrinos
tres magos babilonios
tres adivinos
cabalgando una estrella
por los caminos
[1]


[1] Cito por Víctor Manuel Arbeloa, Obra poética (1964-2010), prólogo de Jesús Mauleón, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo, Institución Príncipe de Viana), 2010, p. 161.

El soneto «Desde otro oriente», de Rafael Maya

Rafael Maya, abogado y diplomático colombiano (Popayán, 1897-Bogotá, 1980), fue también poeta, periodista y autor de ensayos y estudios críticos, como por ejemplo Consideraciones críticas sobre la literatura colombiana (1944), Los tres mundos de Don Quijote y otros ensayos (1952), La musa romántica en Colombia (1954) o Los orígenes del modernismo en Colombia (1961). Entre su producción literaria se cuentan títulos como La vida en la sombra (1925), Coros del mediodía (1930), Después del silencio (1935), Final de romance y otras canciones (1940), Alabanzas del hombre y de la tierra (1941), Tiempo de luz (1945), Navegación nocturna (1955), La tierra poseída (1965), El retablo del sacrificio y de la gloria (1966), El rincón de las imágenes (1972), El tiempo recobrado (1974) o De perfil y de frente (1975), entre otros. Fue Premio Nacional de Poesía en 1972, y en 1979 se publicó su Poesía completa.

Para esta Noche de Reyes, copio su poema «Desde otro oriente», un soneto de alejandrinos (versos de catorce sílabas, con una cesura al medio, separando los dos hemistiquios: 7 + 7), de sabor modernista:

La_adoración_de_los_Reyes_Magos_(Rubens,_Prado)
La adoración de los Reyes Magos, de Pedro Pablo Rubens.

Noche clara y fragante, casta noche lejana
de mi niñez… La estrella ronda por la colina;
el séquito, pesado de yelmos, se avecina
y en tanto los camellos presienten la mañana.

Oro, cofres, esclavos. Pasa la caravana.
Llevadme con vosotros, oh, Magos, al divino
infante sobre cuya desnudez el pollino
sopla el vaho caliente de su piedad humana.

¡Oh, Rey viejo, oh, Rey mozo, oh, Rey negro! Parado
frente al portal dejadme un camello, de hastiado
mirar, bajo la lumbre que en el cenit destella.

Yo montaré desnudo sobre su giba hirsuta,
y desandando el tedio de vuestra larga ruta,
vendré desde otro oriente con una nueva estrella[1].


[1] Cito por la antología Nos vino un Niño del cielo. Poesía navideña latinoamericana del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, EDIBESA, 2000, p. 338, con algún ligero retoque en la puntuación. En el verso 12 restituyo la palabra «sobre», sin la cual el verso queda cojo. El texto original puede verse en Rafael Maya, La vida en la sombra, 1920-1925, Bogotá, Editorial de Cromos, 1925, p. 68.